12 de octubre: Disculpas y soberanía
No hay perdón sin propósito de enmienda. Saber encontrar nuestro propio camino es el mejor tributo que les podríamos brindar a las víctimas.
colonial cuando el asunto es mucho más pragmático y, en realidad, pone de relevancia lo anacrónico de una institución como la monarquía en este siglo XXI. El asunto es mucho más sencillo de lo que se ha hablado y se enmarca en las normales relaciones diplomáticas entre países e instituciones: Manuel López Obrador, después de una de sus mañaneras, remitió una carta al Rey de España, quien entre sus funciones decorativas incluye la relación no oficial con los países latinoamericanos, en la que le pidió pedir perdón por los abusos contra los pueblos indígenas durante la colonia y el Rey de España decidió ni siquiera contestar.
Los hechos están perfectamente documentados y la petición era específica. No se trataba de condenar toda la colonia ni todos los hechos posteriores, no se trataba de borrar el legado bueno o malo, sino simplemente de pedir perdón por unos abusos de hace 500 años. El Vaticano lo ha hecho, Alemania lo ha hecho, Canadá lo ha hecho y otros muchos países que han sido capaces de reconocer sus errores sin estridencias – algunos delitos terribles y no tan antiguos - para seguir construyendo un presente y un futuro más sano.
En el debate sobre la colonia, por los tiempos políticos que corren, abundan los extremos, cuando evidentemente se trata de un legado en zonas grises con muchísimos claroscuros. Hay una cuestión de terminología que debía haber quedado resuelta y que sin embargo, algunos aún insisten en ahondar: Europa no descubrió nada, sino que invadió un continente para explotarlo con todos los recursos a su alcance. Usaron poder militar, político, engaños burdos y lo que fuera necesario para extraer la riqueza. No exime de esta realidad el hecho de que “a otros les fuera peor”, ni sirve para demasiado apuntar a franceses e ingleses y a sus prácticas coloniales, en las que arrasaron con todo y con todos, ni recordar que fue la Argentina independiente la que más se esmeró en someter al pueblo mapuche.
De aquellas formas de la colonia quedó todo un legado cultural, nos hizo mestizos y fusionó creencias y prácticas que hoy por hoy nos siguen definiendo. Bolivia y Sudamérica somos hijos de nuestra historia, para bien o para mal, y en esas, tampoco resulta racional seguir culpando de nuestros fiascos a aquel hito que truncó nuestro propio devenir para entroncar con la historia de occidente sin hacernos responsables de las decisiones que han ido tomando los siguientes gobiernos “independientes” y que nunca han apostado de verdad por la soberanía generando alternativas reales a un expolio que aún continua.
Pedir perdón es importante, sí lo es. Los gobiernos sin embargo no deben limitarse a esperar esas disculpas, sino que deben actuar de una vez con vehemencia. No hay perdón sin propósito de enmienda. Saber encontrar nuestro propio camino es el mejor tributo que le podríamos brindar a las víctimas.