Evo y la hora de la verdad

Obviamente la reactivación de este proceso, que ya se aireó con fines políticos en 2020, tiene toda la intención de hundir a Morales políticamente, pero el asunto debe aclararse

Todo el mundo es consciente de que el expresidente Evo Morales no se presentará a declarar en el caso de que se le investiga por presunta trata y tráfico y que ya provocó tremendo revuelo la semana pasada con el Fiscal General Juan Lanchipa y la juez Lilian Moreno Cuéllar interviniendo in extremis para abortar una aprehensión, al parecer, gestada entre gallos de media noche en el Ministerio Público tarijeño.

Sandra Gutiérrez ha vuelto a la Fiscalía departamental y por ende, se entiende que la Justicia ha avalado su actuación. El propio Lanchipa, al que le quedan dos semanas en el cargo, parece ahora ponerse a un costado, así que lo que se sobrevenga a partir de ahora ya será fruto de la aplicación de la Ley o de la fuerza.

Sin entrar al fondo, que es lo que en realidad correspondería, Morales tiene docenas de escapatorias en este caso, pero parece haber optado por la más difícil

La colección de fotografías de Evo Morales con ciudadanos anónimos de este país es interminable, también con multitud de jovencitas y adolescentes, y de ahí no se pueden sacar demasiadas conclusiones. Más significativos son las decenas de videos y testimonios de primera mano en los que se evidencia una conducta prepotente y una colección de “chistes” misóginos y abusivos. Después está el caso Zapata, después está la relación con Noemí Meneses, en principio totalmente legal por muy cara aniñada que tuviera a los 18 años y lo mucho que llame la atención la relación con un hombre 40 años mayor, y ahora está el caso de Yacuiba.

Morales está registrado en una partida de nacimiento de una niña cuya madre tenía entonces 16 años. Se trata de un registro convencional, es decir, sin la presencia del padre, pero avalado por la norma, pues ha costado años hacer entender que la madre es quién sabe quién es el padre y es este quien debe negarlo científicamente si tiene dudas, pues lo contrario ha plagado este país de niños abandonados sin un padre que se hiciera cargo.

Sin entrar al fondo, que es lo que en realidad correspondería, Morales tiene docenas de escapatorias en este caso, pero parece haber optado por la más difícil: sus partidarios, que en estos días aparecen en menos fotos, han empezado a amenazar con bloqueos y otras medidas de presión que nada tienen que ver con la verdad histórica de los hechos y más bien.

El asunto es por demás delicado porque el asunto que se denuncia es grave y uno de los grandes males de este país, en el que la mujer, desde su infancia, es víctima del sistema en alguna de sus formas.

Obviamente la reactivación de este proceso, que ya se aireó con fines políticos en 2020, tiene toda la intención de hundir a Morales políticamente, incluso si, como posiblemente suceda, el caso no avance, porque demostrar un estupro o una trata sin la colaboración de la víctima y su familia es, cuando menos, difícil.

En este contexto no basta solo con desear que el país no se convulsione y que se puedan resolver las diferencias por la vía democrática, sino que es imprescindible resolver todo género de dudas sobre los delitos sexuales que se imputan. La violencia sexual especialmente contra niños es intolerable y atajarla requiere de ejemplos al más alto nivel.


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