Wilman y la autonomía agotada

Sin recursos de regalías, sin impuestos y sin dividendos, las estructuras de los Gobiernos Departamentales son demasiado pesadas como para sostenerlas, pero pueden ser las más eficientes

Cada vez que Wilman Cardozo habla sobre autonomía sube el pan y esta vez no iba a ser diferente. Su último cargo público fue el de asambleísta departamental en la anterior legislatura, pero antes ha sido diputado, senador, candidato a casi todo y por variadas siglas, y antes, dirigente cívico precisamente en los años de plomo cuando apenas se peleaba por la descentralización y la autonomía era una utopía.

Básicamente el trotamundos de la política chaqueña ha planteado algo así como una pausa en la aplicación de la autonomía regional e incluso departamental, o al menos, un rescate de las mismas por parte del poder central porque evidentemente, la plata no alcanza para sostener las estructuras.

Cardozo sabe de lo que habla y lo que dice, y no solo porque haya estado en la génesis del proceso, sino porque siempre ha gozado de un olfato político bastante desarrollado y ha sido capaz de conservar hilos directos con la gente de a pie, y aunque a veces se ha dado golpes morrocotudos, habitualmente ha sido capaz de orientar la discusión traduciendo los conceptos a lo entendible.

Cardozo no habla de un Pacto Fiscal ni de una nueva correlación en el reparto de los recursos de coparticipación tributaria, sino que directamente apunta al fiasco del mamotreto

Cardozo no habla de un Pacto Fiscal ni de una nueva correlación en el reparto de los recursos de coparticipación tributaria, sino que directamente apunta al fiasco del mamotreto: las Gobernaciones no tienen ingresos para sostenerse por sí mismas si no entran regalías por la venta de recursos naturales o si no se crean nuevos impuestos, que hoy por hoy, como siempre, pero más con la “deriva mileista”, cobrar impuestos es mala palabra.

Se trata de una verdad objetiva a la que le ha puesto voz, seguramente a la espera de más reacciones: Sin ingresos directos por la venta – en bruto o industrializada  - de los recursos naturales; sin impuestos y sin poder adquirir deuda (que supondría una muerte más lenta, pero muerte al fin) la autonomía regional del Chaco no tiene nada que hacer, aunque tampoco el resto: los programas sociales que administran son escasos y no es necesaria semejante estructura para gestionar un seguro de salud y un programa de mantenimiento de la red vial departamental que ni siquiera funciona.

Muchos han reaccionado de forma airada rasgándose las vestiduras, tildando al vocero de traidor y criticando la simplificación, pero lo cierto es que le ha puesto palabras concretas a lo que se viene advirtiendo desde hace años: nadie va a venir a solucionar nuestros problemas.

El diseño de la autonomía siempre fue frugal, peor el de la autonomía regional. Todo dependía de unos recursos naturales sin industrializar que además no teníamos capacidad de buscar para reponer. Es obvio que apelar ahora a la solidaridad organizada para sostener el Gobierno Departamental, incluyendo la Asamblea, es del todo inviable.

El tiempo se acaba y el debate ni siquiera está sobre la mesa, pero alguien tendrá que ponerle el cascabel al gato: la autonomía es útil cuando es más eficiente para administrar los recursos, porque conoce el territorio y sabe optimizar e invertir, pero sin recursos, no sirve para nada.

Podemos llamarlo X, pero es urgente dotar el modelo.


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