Y el gas sin industrializar

Finalizó el contrato con Argentina, que va a ser autosuficiente gracias a Vaca Muerta; mientras, en Bolivia no se articuló un plan B y ahora no hay ni reservas de gas para volver a intentarlo

La semana pasada concluyo formalmente el periodo de envíos de gas a Argentina, una fecha que tarde o temprano iba a llegar porque siempre estuvo más o menos clara en el calendario, pero que ha motivado diversas reacciones, algunas más airadas que otras, pero casi todas interesadas.

Cerrar un contrato de alto volumen y larga duración, aunque en los últimos años se hayan reducido drásticamente los envíos mensuales no es per sé ni buena ni mala noticia, pero, en cualquier caso, ayuda a la reflexión sobre lo realizado al respecto.

A la Argentina se ha enviado gas desde los años 70, pero se reanudó en 2004 con un componente solidario importante a raíz de la crisis que atravesó el país vecino a principios de este siglo. Fue también el plan B para Margarita tras el fallido proyecto GNL Pacific, que preveía la exportación de gas por Chile hacia Estados Unidos. En 2007 se hicieron algunos ajustes al contrato, ya con gobiernos en sintonía ideológica, que entre otras cosas restringía el incremento de volúmenes hasta que Bolivia consiguiera una mínima infraestructura para impulsar su industrialización. Nacía así la Separadora de Líquidos del Gran Chaco. Argentina se ofreció entonces a financiarla, pero aquello acabó mal y no tardaron en cambiarse las condiciones del contrato mientras que la planta separadora, piedra angular de la industrialización, seguía demorando y no se concluyó hasta 2014.

Se perdió entonces tanto tiempo que a la larga la convirtió en un mamotreto inservible: para la inauguración tardía de la Separadora ya habían sonado todas las alarmas sobre la falta de reservas de gas, por lo que el ministro que asumió – Luis Alberto Sánchez - puso en la congeladora todo lo relacionado a la industrialización, principalmente la petroquímica de Yacuiba para la que se estimaban 2.000 millones de dólares, y puso todos sus afanes en encontrar gas por la misma vía del “socios no patrones” tirando de incentivos. También le fue mal y eso constituyó el verdadero drama.

Que acabe el contrato de gas no es un problema en sí mismo, sobre todo porque desde el primer día se sabía que Argentina estaba poniendo todos los esfuerzos en la nueva cuenca neuquina, que a la larga se ha convertido en el mayor yacimiento de gas y petróleo no convencional del continente, con el que aspiraba a ser autosuficiente. Lo trágico es que no se haya utilizado el dinero que reportó durante 20 años en construir una alternativa sólida a la exportación.

La realidad de los hidrocarburos es la plasmación del fiasco del MAS: la estrategia del “socios y no patrones” con la que se confió en las transnacionales no encontró nada nuevo mientras que YPFB siguió en pañales y la industrialización no avanzó.

Desde la legitimidad que nos dan al menos doce años de portadas denunciando que se esfumaba el gas y no avanzaba la industria, y con la rabia de no haber sido capaces de movilizar a quienes sí tenían la capacidad de tomar medidas para remediarlo, podemos decir que el MAS no se atrevió ni a industrializar ni a fortalecer YPFB para abordar la exploración de forma directa, pero toda la oposición estaba en contra de toda la estrategia soberanista sobre los recursos naturales, de industrializar y de fortalecer YPFB.

Hoy faltan dólares, consecuencia de aquellas negligencias, y no hay que darle muchas más vueltas, pero en nada ayuda sentarse a llorar. Toca tomar nota y aprender de los errores: nadie vendrá a resolvernos nuestros problemas. Toca volver a empezar el ciclo y esta vez, no fallar.

Destacado:  Es la plasmación del fiasco del MAS: la estrategia del “socios y no patrones” con la que se confió en las transnacionales falló


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