Referéndum de Ley

El mundo está lleno de ejemplos de referéndum que evidenciaron la sabiduría del pueblo consultado y también de aquellos contaminados o trampeados

El referéndum es una herramienta democrática demasiado potente. Tanto que los gobiernos de todo el mundo tratan siempre de esconderla entre la burocracia de sus Constituciones para impedir que se active bajo ningún concepto. No es casual. Es evidente que a los políticos les gusta más tratar entre ellos, pactar, ceder, negociar, llegar a acuerdos públicos u opacos que viabilicen tal o cual asunto antes que consultar ese mismo asunto con el pueblo, que al final es el verdadero guardián de la soberanía popular.

El asunto viene de lejos y de muy arriba. La propia Naciones Unidas tiene un problema con esto de las consultas participativas a las que no son muy adeptos por aquello de que el pueblo soberano puede dictar sentencias desfavorables a los consensos internacionales por conciencia o porque puede resultar fácilmente manipulable.

El mundo está lleno de ejemplos de referéndum que evidenciaron la sabiduría del pueblo consultado y también de aquellos contaminados o trampeados. Por ejemplo, el Reino Unido se fue de la UE tras una campaña que antepuso lo emocional (básicamente la xenofobia) a lo puramente racional que implicaban los muchos beneficios que le suponía mantenerse en el euro con moneda propia. En Colombia fracasó un referéndum por la paz que después se impuso por decreto. En España se votó una Constitución cerrada incluyendo a la Monarquía en modo lentejas, sin alternativa, o Pinochet acabó cerrando su ciclo tras una consulta, aunque eso sí, le dio tiempo para acomodar el texto a la medida.

Cabe señalar que el presidente tiene el derecho a proponer los referéndums que considere para solucionar los problemas, si cumple la ley

En Bolivia tenemos también mucha experiencia en esto de los referéndums. Carlos Mesa en 2004 sometió a referéndum todas las decisiones de calado de su corto mandato que carecía de legitimidad por sí mismo y así se definió incipientemente el sector hidrocarburos y el modelo de Estado. También Evo Morales decidió preguntar al pueblo si le daba permiso para saltarse la Constitución una sola vez más – no es cierto que se preguntara por la reelección en general – y aunque el pueblo le dio un rotundo no (51% a 49%) igualmente encontró forma de presentarse a la reelección en 2019.

El presidente Luis Arce ha optado por ese camino de la consulta directa para resolver tres asuntos más o menos clave y que auguran conflicto.

El primero tiene que ver con la subvención de los hidrocarburos, que se regula por decreto, pero que por su naturaleza e impacto popular el gobierno considera factible y necesario consultar.

El segundo tiene que ver con el reparto de escaños, que ya está regulado por Ley y por Constitución, pero que como seguro genera problemas, Arce quiere de entrada una solución política (elevar los números para todos y así mantener los equilibrios) que valide el pueblo y así sortear de arriba un conflicto anunciado.

El tercero es el asunto personal con Evo Morales, para lo que pretende que la gente niegue la reelección discontinua incluso poniendo la suya propia a disposición.

En estas cabe señalar que el presidente tiene el derecho a proponer los referéndums que considere para solucionar los problemas. Consultar al pueblo nunca puede ser considerado una dejación de funciones o un acto de cobardía. Al contrario.

Ahora, lo que no se puede es saltarse la Ley para acomodar al gusto. Un referéndum Constitucional requiere de una Ley por muy buenas intenciones que se tengan. Es ley.


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