Los desafíos del nuevo ministro

En cuatro años el sector no ha logrado retomar un rumbo claro y todo se mueve entre urgencias y anuncios

A poco más de un año de las elecciones presidenciales, un tarijeño vuelve a tomar el control del Ministerio de Hidrocarburos, que por Ley le da acceso también a la presidencia del Directorio de YPFB, y que además en los últimos tiempos ha tomado responsabilidades crecientes en otros sectores que le son ajenos como en electricidad y litio.

Se trata de un viejo conocido del sector en Tarija, pues Alejandro Gallardo ejerció como gerente de la Empresa Tarijeña de Gas (Emtagas) entre 2011 y 2015, un tiempo convulso a nivel político y muy expansivo a nivel económico, lo que no evito que se coleccionaran una buena cantidad de escándalos y ciertas incoherencias en la gestión. En los últimos años ha venido ejerciendo en la dirección regional de la Agencia Nacional de Hidrocarburos de Tarija (ANH), una agencia siempre desconocida y siempre en el ojo de la tormenta, y desde 2021 en la Empresa Boliviana de Industrialización de los Hidrocarburos (EBIH), de la que apenas ha habido noticias en este periodo.

No es verdad que el tiempo del gas ha pasado, lo que toca es hacer que sea el pilar del desarrollo de futuro y no solo la fuente inagotable del gasto corriente

No hay duda de que Gallardo asume una cartera fundamental en un momento especialmente negro. La salida de Franklin Molina del cargo se viene rumoreando desde hace casi dos años, en concreto desde aquella vez en la que el presidente Luis Arce asumió que se había tocado fondo en el sector. Aquellos días los responsables del sector salieron a toda prisa a justificar sus acciones y a culpar a la herencia recibida, y aunque seguramente no les faltaba razón, la improvisación quedó al descubierto y la falta de solvencia devino en desconfianza.

Básicamente Molina se borró dejando el peso en Armin Dorgathen, el presidente de YPFB muy cercano a la familia Arce, quien rápidamente relanzó el plan de reactivación que ya llevaba desde 2021 lanzado sin resultados. Y así sigue salvo una excepción: la precipitada confirmación de gas en Mayaya Centro sin que haya declaratoria de comercialidad y sin construir los dos pozos de delimitación necesarios. Que el ministro de Hidrocarburos desaparezca apenas un mes después de aquel anuncio no genera confianza.

Es verdad que Molina no ha logrado resolver ninguno de los problemas del sector y más se ha dedicado a perseguir fantasmas. Ya no es que no resucitara el plan de industrialización ni que no fracasara en la captación de nuevos “socios no patrones”, es que ni siquiera pudo desbloquear – por suerte – la parálisis del proyecto en San Telmo ni garantizar una provisión medianamente normal de combustible en el último año.

Cuentan en algunos mentideros que la oposición de Molina a ampliar la colaboración rusa en el litio como parte del acuerdo de provisión de combustibles le ha acabado costando el puesto. Sin duda Gallardo tiene por delante una agenda complicada en materias específicas, y desviar la atención hacia reformas normativas a menos de un año de elecciones no tendrá demasiado sentido.

No es verdad que el tiempo del gas ha pasado, lo que toca es hacer que sea el pilar del desarrollo de futuro y no solo la fuente inagotable del gasto corriente. El Ministerio de Hidrocarburos y YPFB siguen siendo piezas fundamentales en la estabilidad económica del país y deben seguir siendo, así que es menester desearle todos los éxitos al nuevo Ministro.


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