Bolivia y la Ley de Partidos

Tanto el problema del oficialismo como el de la oposición se resolvería con una primaria abierta exactamente igual a la que se realiza en Argentina, pero no se atreven

Tal vez el Tribunal Supremo Electoral se esté extralimitando en su función de mediación y quién sabe cuáles serán las consecuencias definitivas. Obviamente que dejar fuera primero a Evo Morales y después cambiar de opinión es el enésimo despropósito. Obviamente que el presidente del órgano pida licencia justo el día antes de que se produzca la reunión clave no puede ser casualidad, pero por el momento, intentando ser optimistas, podemos considerar que el esfuerzo debe ser positivo en tanto no es este un país precisamente muy apegado a los formalismos. En esas, solo cabe desear la mejor de las suertes para la reunión prevista para este miércoles.

La Ley de Partidos se improvisó a finales de 2018. Se trataba, por un lado, de cubrir la derrota de la estrategia jurídica para recuperar el mar tras el fallo de La Haya del 1 de octubre, pero, sobre todo, de encontrar un mecanismo que permitiera al menos simbólicamente hacer olvidar el referéndum de 2016 en el que el pueblo boliviano negó el permiso solicitado por Evo Morales para ser candidato una vez más.

El problema de estos juegos tácticos, que conducirán a la enésima elección con múltiples candidatos y múltiple incertidumbre, es que lo acaba pagando el país.

Para entonces ya se había emitido el ignominioso fallo del “derecho humano a repostular” por parte del Tribunal Constitucional, pero faltaba operarlo. Alguien en el gabinete pensó que “una votación hace olvidar otra votación” y pergeñó la Ley de Partidos que exigía una Primaria para seleccionar candidatos, pero el miedo volvió a jugar una mala pasada a los estrategas de aquella época y prefirieron limitar la participación solo a los militantes inscritos en cada partido, es decir, una ínfima parte de la población.

Lo único que se logró entonces fue adelantar quienes serían los candidatos oficiales, pues además se dio el ridículo de que cada partido solo presentó un binomio. Lo único noticiable fue la jugada de los Demócratas que anularon a Doria Medina vetando su nombre luego de haber registrado la alianza, algo que después tendría sus consecuencias.

El escenario actual no es muy diferente. Los partidos de oposición maniobran entre ellos sin querer someterse de verdad al escrutinio público, mientras que el Movimiento Al Socialismo (MAS) se encuentra enfrascado en una lucha fratricida por el poder que ha dividido a evistas y arcistas. Tanto un problema como el otro se resolverían con una primaria abierta exactamente igual a la que se realiza en Argentina, pero ni unos ni otros parecen estar dispuestos a enfrentar la realidad y parecen tener más interés en mantener el pulso de unos contra otros aunque esto esté perjudicando gravemente al país.

En este contexto es que los principales analistas consideran que la principal conclusión que se extraiga de la reunión será suspender las Primarias y que probablemente se use la excusa de liberar el calendario para realizar las elecciones judiciales, algo que es loable pero inviable mientras el gobierno insista en proteger a los autoprorrogados.

Divide y vencerás es uno de los más viejos axiomas de la guerra que se aplica a su forma política con mayor frecuencia. El problema de estos juegos tácticos, que conducirán a la enésima elección con múltiples candidatos y múltiple incertidumbre, es que lo acaba pagando el país.

Ojalá la sabiduría y la lealtad con Bolivia guíe esa reunión plagada de intereses mezquinos, tratos inconfesables y cálculos desleales. Ojalá le sirva al país para algo.


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