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Nos están matando y nada

Es necesario que los responsables públicos asuman este asunto con compromiso. Que le pongan la cara. Necesitamos políticas de fondo, pero también gestos

“¿Alguien conoce el desamparo y el dolor de saber que su madre murió sufriendo golpes, asfixia o desangrándose por las heridas que un hombre le hizo?

¿De qué están hechos dos hombres que convocan a una joven, la violan y asesinan y luego hunden su cuerpo con una piedra bajo el agua?

¿Qué clase de seres barbarizados está engendrando este pueblo?

Algo anda mal si el feminicidio será una palabra vacía, que no incomoda ni conmueve, que no moviliza ni interpela.

Algo anda mal si somos un país en donde las mujeres viejas crían a los niños de sus hijas asesinadas, en una crianza dolorida, pobre y solitaria que no podrá prodigar felicidad.

Mientras escribo, familiares y amigos de Esther Marisol la cargan en un ataúd de color blanco, lo colocan en el piso del cementerio y la rodean de flores. Quiero que esas flores abriguen, y curen al papá de Esther que cuando dice “mi hija” quiebra su voz, y que esas mismas flores envuelvan a la madre de Ivana que peregrinó 5 años por justicia y el día que la obtuvo sufrió la muerte de su nieta, la hija huérfana de Ivana.

Quiero que Singry aparezca viva para abrazar a su hija y que todas sus amigas, vecinas y compañeras de trabajo que se han pasado días enteros haciendo rastrillajes buscándola, se multipliquen por mil para demostrarle a este país feminicida, que existe una piedad y solidaridad infinitas”

Traemos hoy a este espacio editorial esta reflexión de Mariel Paz, exdefensora del Pueblo en Tarija, activista por los Derechos Humanos y sobre todo, pionera en esto de abrirnos los ojos. Una reflexión que repasa los tres casos que han (ojalá) revuelto conciencias en este final de febrero post carnavalero. El de una sentencia que tardó una eternidad, el de un asesinato cruel y el de la vigilia inquieta ante una desaparición de la que se teme lo peor. Toca pasar a la acción.

Hace seis años se desbordó la violencia contra la mujer con diez feminicidios en Tarija, uno de ellos el de Ivana, y la presión popular acabó moviendo a la Gobernación para declarar la emergencia. Se hicieron algunos ajustes, algunas campañas y algunas consultorías y todo volvió más o menos a caer en el olvido. Porque no hay plata y también porque está demasiado adherido aquello de que este “asunto” de la igualdad - cuya inobservancia es lo que genera la violencia – es algo que debe educarse en la casa, que es como decir que bueno, cada cual que haga lo que quiera.

Hay cuestiones de fondo, eso que llamamos el Estado patriarcal y que suele generar repelús en todos aquellos que se sienten amenazados en su privilegio el simple hecho de mentarlo. Cambiar esa concepción puede ser un asunto privado, pero es preciso que se impulse desde el ámbito político. El cambio de fondo llegará en 20 o 30 años, pero necesitamos compromisos para hoy. Para antes de ayer. Básicamente porque las mujeres están muriendo.

Es necesario que los responsables públicos asuman este asunto con compromiso. Que le pongan la cara. Que un plantón tal vez no evite la próxima muerte, pero el mensaje de todos contra la violencia es potente. Necesitamos políticas de fondo, pero también gestos. No puede ser que los políticos se hundan de hombros y reciten su “ni modo”. Toca activar acciones, porque todo ayuda. Lo que no ayuda es callarse.


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