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Quién quiere una Policía mejor (y quién no)

El ministro Del Castillo tuvo la oportunidad de cambiar la institución, carcomida en su raíz, pero prefirió mantener el status quo convencido de que a él no le sucederá

Los números son escalofriantes, pero no pasa nada.

Según el reporte del general mayor Álvaro José Álvarez Griffiths, como cabeza de la Policía Nacional, los procesos disciplinarios que involucran a efectivos policiales y que fueron concluidos en 2023 son en total 708, de los cuales 180 se resolvieron con baja definitiva, 203 con despidos temporales, 269 con absolución, 37 fueron archivados y 19 con extinción. A eso se suman 401 casos en etapa de apelación por cualquiera de las partes. Es decir, más de mil procesos turbios que involucran a Policías. Es decir, tres cada día. Tres cada día.

Álvarez Griffiths, en un gesto que tal vez le honre por aquello de reconocer la falencia, sacó pecho señalando que en comparación, el 2022 concluyeron 424 causas y que las sanciones más duras fueron para 121 que recibieron la baja definitiva y 95 con despido temporal.

“Se logró una administración de justicia disciplinaria justa y oportuna, velando por los derechos y garantías de los servidores policiales, pero también dando garantías a los denunciantes”, aseguró al calificar como positivos los resultados al objetivo institucional de descongestionar la mora procesal dentro de la Policía. Sin duda es una buena noticia que se castiguen a más manzanas podridas, pero es poco alentador que cada vez aparezcan más y más.

Cada día se registran tres hechos delincuenciales que tienen a policías como protagonistas y no hay medidas concretas para cambiar esa deriva

Solo en lo que va de 2024 en Tarija hemos visto volteos de droga, agresiones sexuales y un accidente vehicular protagonizado por una patrulla en la que sus dos integrantes estaban ebrios según las denuncias. En este último caso las autoridades policiales han dicho que los responsables han pagado los daños del vehículo, pero de suspensión ni se habla.

Bolivia tiene un problema a con su Policía Nacional en todos los sentidos. Es evidente que demasiados escalafones han sido perforados por bandas delincuenciales que se aprovechan de la debilidad del cuerpo, pero hay otra gran cantidad de hechos que no tienen que ver con eso, sino con la irresponsabilidad de los suboficiales y con la corrupción simple y llana que corroe este país desde sus entrañas.

La Policía necesita una reforma integral de fondo que aclare su misión y la consolide como un cuerpo al servicio de los ciudadanos, como la institución responsable de mantener la ley y el orden, pero no desde el temor a la extorsión, como sucede ahora, sino desde la convicción cívica de que las normas son para todos y que hay que cumplirlas.

El ministro Del Castillo tuvo la oportunidad, por todo lo sucedido, de impulsar un cambio de fondo en la institución, carcomida en su raíz y que no puede escudarse en que es “reflejo de su sociedad”, sino más bien lo contrario. No lo hizo y prefirió seguir manteniendo el status quo convencido de que a él no le sucederá, pero en algún momento Bolivia pedirá cuentas, pues la delincuencia parece desbordarse precisamente con motor verdeolivo.

Necesitamos ser un país mejor y para ello, al igual que necesitamos una Justicia mejor, necesitamos una Policía mejor y desde luego, no parece que se esté dando con la tecla para ello.

 


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