La unilateralidad rusa y la misión sudamericana

Todo occidente se mueve cada vez más hacia los “valores” del líder ruso, la unilateralidad se ha validado también del otro lado; Naciones Unidas ha desaparecido; el militarismo y los regímenes iliberales están en auge…

En menos de un mes, Rusia elegirá nuevo presidente en unas elecciones de tres días que con toda probabilidad, ganará Vladimir Putin, y no solo porque no le quede rival vivo o alguien que quiera seguir estándolo después de hacerlo. Putin representa en Rusia la esencia imperial que la fundó y que la ha acompañado en todos sus procesos, incluido el soviético, y en esas, casi todo está permitido con tal de salvaguardar la Patria.

Nadie duda a estas alturas del proyecto expansionista del presidente, que lleva desde el 2000 en el poder y que ha acomodado la Constitución y las leyes las veces que ha hecho falta para mantenerse en el Kremlin. Casi todos colocan el punto de inflexión en aquel 2014 en el que Ucrania se fue hacia Europa y estalló la violencia en la plaza del Maidán y que tuvo su respuesta geoestratégica: Putin tomó Crimea y financió la revuelta en el oeste con un tono claramente étnico nacionalista: estaba protegiendo a los rusos y no atacando a los ucranianos, que en esto de las nacionalidades son de reciente creación.

En cualquier caso fue en 2022, con los rescoldos de la pandemia aún calientes, cuando se convirtió en malo malísimo al iniciar la “operación especial” en Ucrania. Oficialmente seguía “protegiendo rusos”, pero también intervenía para evitar la adhesión de Ucrania a la Unión Europea (donde no la quieren) y a la OTAN (donde sí): Zelenski firmó un protocolo con la Casa Blanca para convertirse en socio prioritario y permitir el despliegue del “escudo antimisiles” de la OTAN en su territorio, una infraestructura que también tiene poder ofensivo y que Rusia no tolera por principios geopolíticos, pero también porque aquello viola los acuerdos que en los 90 provocaron el derrumbe de la URSS y que básicamente tenía que ver con que la OTAN no avanzara hacia su territorio, y lo ha hecho.

La rápida reacción coordinada entre la Unión Europea y Estados Unidos superó las expectativas: apoyo militar a Ucrania y sanciones por doquier, incluyendo el cierre del mercado al gas y petróleo ruso, todo con el objetivo de aumentar los costos de la operación y disuadir a Putin de continuar con la ofensiva… pero lo cierto es que dos años después Rusia ha consolidado posiciones en Ucrania, ha sorteado las sanciones entre mercados paralelos con revendedores y explorando el gran mercado asiático y además, le ha metido el miedo en el cuerpo a toda Europa y a Estados Unidos, donde los Republicanos se niegan a seguir financiando una guerra que no tiene impacto directo en su país.

Hoy el mundo occidental sigue despreciando a Rusia y colocando a China como el verdadero enemigo a tomar en cuenta, y sin embargo, todo occidente se mueve cada vez más hacia los “valores” y las formas de hacer las cosas del líder ruso, la unilateralidad se ha validado también del otro lado; Naciones Unidas ha desaparecido; el militarismo y los regímenes iliberales están en auge…

En este contexto, a Sudamérica le toca siempre reflexionar sobre su papel y entender el momento. Nadie es ya guardián de nadie. Nadie va a solucionar los problemas de nadie. Toca encargarse entre los vecinos de lo que de verdad nos afecta. Ojalá las tensiones ideológicas internas no acaben por arruinar el camino emprendido aún siempre demasiado lento.


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