Una coordinación que ayude

En un tiempo en el que los recursos escasean, la función de un delegado del Gobierno en cada departamento debía servir para optimizar inversiones y facilitar trámites, no para confrontar

Lo que parecía un cargo de puro postín y figuración en la política departamental se ha convertido en una especie de trituradora de egos, pero también de cuadros con potencial. En dos años el presidente Luis Arce ha nombrado a dos diferentes y antes de nombrar al tercero, parece que se ha impuesto la idea de coordinar "con todos" a través del Pacto de Unidad, lo que en la práctica lo diluye. 

La figura del Coordinador Gubernamental se implementó de improviso, pues en ese cambalache que supuso la implementación de la autonomía y su primera medida acelerada: la elección directa de Prefectos, nadie pareció tener en cuenta que sería necesario garantizar de alguna forma la presencia estatal más puramente burocrática en todos los departamentos.

Tal vez fue un exceso de confianza. A nadie le gustaba perder, pero era evidente que había competencias del Prefecto que se ejercían por delegación del Gobierno que no podrían ser traspasadas a un tercero por muy electo que fuese y no solo porque fueran opositores.

No se trataba solo de las competencias policiales, que también, sino también con todo lo que tenía que ver con la gestión más burocrática de los asuntos de salud y educación. No estaba previsto y la necesidad de contar con un interlocutor válido con el Estado se fue supliendo haciendo crecer las estructuras ministeriales, algo que en tiempos de crecimiento económico fue bien recibido.

Tarija sigue estando muy lejos de La Paz, muy olvidada por todos y muy necesitada. Bienvenido será quien venga a ayudar. De lo contrario… mejor ahorrar en pegas innecesarias

Una de las primeras delegadas del Gobierno en Tarija fue precisamente Celinda Sosa. Evo Morales la nombró aun sin tener mucha raíz en el departamento para que coadyuvara a ordenar las fuerzas ante la estampida autonomista que venía propiciando el Prefecto Electo Mario Cossío. Lo cierto es que le salió bien, pero no se resolvió de forma permanente el vacío.

Después Morales optó por nombrar un “ministro coordinador” que hacia las veces de delegado pero con una función más política: obtenía información, repartía pegas, premiaba y castigaba a aliados y cumplía con los objetivos electorales. Los hubo más discretos, como Roberto Aguilar o más ruidosos como Pepe Sosa o los pocos meses que fue aquel abogado convertido en viceministro, Jorge Pérez.

Áñez no tuvo ni tiempo de pensar en ello por lo que lo asumió el ministro tarijeño que además quería ser alcalde, Víctor Hugo Zamora, y ya con Arce se buscó un perfil muy específico que fuera capaz de elevar la pelea política con Montes. El primer elegido fue Marcelo Poma, un histórico de la confrontación y masista de raíz que nunca acabó de sentirse cómodo.

Lo sustituyó precisamente Walter Ferrufino, al que Morales nunca había querido de candidato, pero con un perfil propio no poco polémico precisamente por su carácter independiente. Su equidistancia en el cada vez más enconado conflicto interno del MAS lo ha acabado dejando fuera de un cargo que tampoco ha acabado de tener sentido.

En un tiempo en el que los recursos escasean, la función de un delegado del Gobierno en cada departamento debía servir para optimizar inversiones y facilitar trámites, a todos los niveles, y para eso seguramente era más necesario un buen negociador que un vocero eficaz o un aspirante al estrellato.

Tarija sigue estando muy lejos de La Paz, muy olvidada por todos y muy necesitada. Bienvenido será quien venga a ayudar, quien ponga sus oficios al servicio del pueblo y no de otros intereses políticos muchas veces mezquinos. En esas, obvio, mejor ahorrar en pegas innecesarias.


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