ExpoSur y la necesidad de concentrar esfuerzos

Tantos años de bonanza después, la realidad explotó en la cara: las posibilidades productivas de Tarija se siguen ciñendo a la cadena de uvas, vinos y singanis y poco más

Arranca la esperada edición de la nueva ExpoSur, una edición polémica en la que la Gobernación ha recuperado la marca que la hizo grande primero y pequeña después, y que no ha gustado nada en ciertos círculos empresariales tarijeños, acostumbrados a un protagonismo poco justificado con acciones concretas y que el gobernador ha decidido no compartir. La nueva fórmula ha traído nuevos promotores del interior y una visión empresarial todavía por contrastar, pero de entrada, parece positivo que haya mayor competencia también en la organización de estos eventos.

Lo cierto es que, con polémica o no, se ha generado cierta expectativa alrededor del evento que se desarrolla en el recinto ferial de San Jacinto que ha experimentado algunas reformas en los últimos años, por lo que la cita también tiene ese aliciente de reconocer el lugar de nuevo.

Como evento empresarial, el éxito o fracaso se medirá en términos de negocios cerrados, que es de lo que se trata, incluso más que el de venta directa o la participación de público, que siempre va a depender de la cartelera de artistas que se presenten. En ese propósito, es necesaria una reflexión de futuro.

Tarija volvió a crecer el año pasado después de encadenar seis años consecutivos destruyendo PIB, concretamente desde que en 2016 el barril de petróleo tocara fondo a menos de 30 dólares la unidad y los pozos de San Alberto y San Antonio empezaran a dar muestras de su agotamiento precoz. Ha sido todo un ciclo de penurias y estrecheces, no exento de tensión política, en la que la mayoría de los emprendedores se ha lamentado de no haber invertido bien lo que se tenía.

Antes de estos seis años de penurias y desempleo, hubo un tiempo de vacas gordas, de obras por doquier, de planes creados con el único objetivo de liquidar plata, de entregarla a los municipios porque ni siquiera había la capacidad mínima de administrarlo. Era un tiempo de obras faraónicas, de carreteras bioceánicas, de coliseos NBA y de Villas Olímpicas que crearon toda una corte de empresas subsidiarias, suministradoras, consultoras, etc., que esencialmente vivían de la Gobernación o del Estado, que también se metió en la competencia por aquello de no quedar atrás.

Tantos años después, la realidad explotó en la cara: las posibilidades productivas de Tarija se siguen ciñendo a la cadena de uvas, vinos y singanis y poco más, pues ni siquiera se ha logrado desarrollar convenientemente una industria del turismo para un destino que es el más preciado en el interior del país, ni ofrecer una serie de servicios culturales y de salud de calidad que te conviertan en referente y que alguna vez estuvo en los planes del empresariado local.

Tarija pudo producir muchas ideas en un tiempo en el que había recursos - seguramente muchos menos de los que nos hicieron creer -, pero lo cierto es que seguimos siendo dependientes de lo público en un nivel muy primario.

Cualquier evento empresarial debe tener el objetivo de fondo de incitar la reflexión y concentrar esfuerzos para encontrar soluciones sólidas que apuntalen el desarrollo regional. No es tiempo de ocurrencias, sino de optimizar lo disponible, porque el calendario apremia. Ojalá el retorno de la ExpoSur sirva para dar clarividencia en este sentido.

DESTACADO.- Tarija volvió a crecer el año pasado después de encadenar seis años consecutivos destruyendo PIB


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