Las deudas con el Chaco

Las autoridades chaqueñas han asumido una suerte de “lealtad” institucional con el partido de gobierno que no se corresponde con el cumplimiento de las promesas

La efeméride chaqueña no fue lo que se esperaba, porque hace tiempo que ninguna efeméride lo es, en gran parte porque esos mismos días señalados en el calendario perdieron su sentido al convertirse en días de palanganeros, en días en que las autoridades pierden su dignidad para mendigar el apoyo de terceros o escusar sus responsabilidades en los mismos.

Esa dinámica es perversa en tiempos de vacas gordas, pues se pierde todo el sentido del deber y del ejercicio de la política como servicio para convertirlo en un carnaval de dádivas y cultos personalísimos donde meros mortales se comportan como si fueran líderes infalibles. A más, en tiempos de vacas flacas se vuelve ridículo.

La deuda estatal con el Gran Chaco es inmensa. Hace casi un siglo perdimos una buena parte de este territorio por múltiples causas geopolíticas, estratégicas y de intereses económicos contrapuestos tanto en Bolivia como en Paraguay, pero más allá del resultado de aquella contienda, de la que se dice que nos quedamos con la parte importante, por los reservorios que se salvaron aún sin conocerlos, aprendimos más bien poco.

El Chaco ha quedado atrapado en el complejo de nuevo rico al tiempo que se daba cuenta de que el asunto del 45% no lograba resolver las grandes carencias de la vida

El Chaco está vertebrado en función de los intereses petroleros, que son los que han abierto los principales caminos, y en menor medida, por los comerciales. Alejado de Tarija y de La Paz, su eje norte sur uniendo Villa Montes y Yacuiba tiene que ver con la salida hacia el mercado argentino. Ni siquiera lo paraguayo ha interesado nunca.

A principios de siglo por el boom de los precios de los hidrocarburos y el subidón soberanista que llevó al MAS al poder, se empezaron a priorizar inversiones en este territorio, aunque todas vinculadas al monotema: aeropuerto para los ejecutivos, la planta separadora de líquidos, la termoeléctrica que cerrara el círculo del Sistema Interconectado Nacional (SIN) y nuevas plantas de industrialización vinculadas a la separadora, como las de propileno y etileno. Algunas de estas se hicieron, otras han quedado en el vidrio gris del fracaso que nadie quiere limpiar para que no se vea.

Sin embargo, las grandes obras civiles también prometidas a este lado han ido quedando en el olvido o se han llevado delante de aquellas maneras con recursos departamentales: La ruta 9 sigue siendo una vía de doble sentido y alta siniestralidad mientras el desdoblamiento demora; la ruta al Paraguay quedó desconectada del resto, nunca se tomó en serio la posibilidad de construir un parque industrial y las fronteras son cualquier cosa menos dignas.

El Chaco ha quedado atrapado en el complejo de nuevo rico al tiempo que se daba cuenta de que el asunto del 45% no lograba resolver las grandes carencias de la vida misma: ver la lista de obras abandonadas o completadas para `gozo de algunos dirigentes y nada más resulta por demás vergonzante aún sabiendo que una inversión más planificada tampoco hubiera logrado tapar las carencias acumuladas.

El Chaco es una de las regiones con mayor potencialidad económica del país y tiene un sistema de planificación autónoma que hay que respetar. Es urgente que los liderazgos sean conscientes de todo eso para empezar a mover las fichas necesarias en los momentos oportunos. No es tiempo de rendir pleitesías sino de exigir concreciones, y al Chaco se le sigue debiendo mucho.


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