Moneda común

Es Brasil el país llamado a impulsar la transformación de América Latina, avanzando hacia una integración monetaria que al fin desemboque en una integración real.

Es verdad que la coyuntura internacional ha obligado a replantear muchos de los objetivos y dinámicas, especialmente a las más grandes potencias, pero desde que se formuló aquella intención de Lula da Silva de impulsar una moneda única Sudamericana para participar del comercio mundial con otro equilibrio de fuerzas, apenas se ha avanzado nada.

La idea no es ni mucho menos descabellada por mucho que no les guste a los protectores del imperio estadounidense en estos lares, guardianes inquebrantables de la ortodoxia del dólar. La escasez de dólares una vez que los Bancos Centrales decidieron tirar de manual para reducir el supuesto excedente monetario provocado por los estímulos de la pandemia, es decir, subir los tipos de interés para contener la inflación, ha obligado a busca métodos alternativos y, evidentemente, comerciar en otras monedas es una de las opciones más barajadas.

Es tiempo de pasar de las palabras a los hechos, es tiempo de materializar aquellos planteamientos de la Patria Grande de Simón Bolívar

El método ya se está probando con relativo éxito en el oriente. El bloqueo de las potencias a Rusia no ha evitado que las grandes economías del sudeste asiático sigan comerciando con el gigante de los Urales, y que incluso desarrollen mecanismos de reventa de petróleo con pingües beneficios para las partes. China calcula al detalle su oportunidad de desbancar definitivamente al dólar y la inminente recesión que invocan los expertos, como consecuencia evidente a la subida de tipos de interés que cerrará el grifo del crédito.

Evidentemente es Brasil el país llamado a impulsar esta transformación en América Latina, avanzando hacia una integración monetaria que al fin desemboque en una integración real. El plan es simple, imitar el proceso de la Unión Europea partiendo desde los acuerdos del Mercosur pero con el añadido de que se comparte el idioma y las potencialidades son mucho más homogéneas en tanto son básicamente primarias.

Evidentemente Brasil es un gigante en comparación con el resto de los países de habla hispana, desequilibrando la balanza más que la propia Alemania en Europa, pero de la voluntad de sus gobiernos dependerá el éxito. Lula está decidido a exhibir el músculo de Brasil, para bien, en los foros multilaterales y el escenario de los BRICS es el más adelantado en este planteamiento alternativo, pero no existe mucho margen temporal para poner en marcha medidas que parten de la urgencia, pero que requieren cambios estructurales y de fondo.

Sudamérica vive un tiempo de ebullición con cierta sintonía política entre los grandes y mucho pragmatismo político en otras Repúblicas más pendulares. Es tiempo de pasar de las palabras a los hechos, es tiempo de materializar aquellos planteamientos de la Patria Grande de Simón Bolívar para dotar al subcontinente de un voz autorizada y fuerte que se siente a la mesa de las grandes decisiones, además, con el planteamiento específico de su cultura armónica con la naturaleza y la vida. Es tiempo de avanzar en la integración real.


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