La memoria de Andrea

La Ley del Silencio ya no impera en Tarija: la violencia hacia la mujer y la atención a las conductas suicidas son asuntos que deben ponerse en primer plano

La muerte de Andrea Gómez ha vuelto a sacudir los cimientos de la sociedad tarijeña. La misma sigue envuelta en misterios y dudas y quedan demasiadas incertidumbres por resolver, pero en ningún modo se trata de una cuestión de bandos. No se debe polarizar con el drama.

Se investiga un homicidio suicidio de oficio, es decir, el Ministerio Público hace varios meses anunció que ante cualquier caso de suicidio abriría una investigación para esclarecer las condiciones en las que el mismo se produjo. Históricamente se han escondido detrás de la figura del suicidio dramas, acosos y violencias inimaginables que condujeron a las víctimas a callejones donde, desgraciadamente, no encontraron otra salida que quitarse del medio. El suicidio no es, en absoluto, una decisión libre, sino una siempre mala decisión tomada cuando las situaciones superan la propia existencia.

Es verdad que las investigaciones no deben ser ni ruidosas ni atentatorias contra el debido proceso y la presunción de la víctima, pero son necesarias

Investigar detalladamente la participación de cada uno de sus allegados en este trance es una buena decisión, pues en demasiadas ocasiones el pudor que envuelve a estos casos y la propia violencia del desenlace acaba por cubrir de impunidad a maltratadores o acosadores, y la sociedad boliviana está cambiando: la Ley del Silencio ya no impera. Se precisan respuestas.

Es verdad que las investigaciones no deben ser ni ruidosas ni atentatorias contra el debido proceso y la presunción de la víctima. En ocasiones es difícil aceptar lo que hay y buscar culpables a cualquier precio resulta de alto riesgo.

Cada uno de estos casos en los que se encienden las alarmas del feminicidio nos vuelven a poner a prueba a todos. Las desapariciones de mujeres no pueden asumirse como normales. Andrea estuvo demasiados días en paradero desconocido y solo el día después de que la familia lejana llegara a Tarija y los medios de comunicación eleváramos el tono es que alguien se dignó a releer sus registros y percatarse de que hacía demasiados días que no se limpiaba una habitación que olía a muerto. Cada vez es lo mismo en demasiados niveles.

En cualquier caso y más allá de lo que las investigaciones determinen en este caso, conviene volver a reflexionar sobre el suicidio, el impacto que genera y el tratamiento que se hace de él. Por años, los medios de comunicación nos sometimos a un pacto no escrito de evitar informar al respecto porque los datos indicaban que existía una especie de efecto llamada. El tiempo ha evidenciado que los números siguen creciendo y que el mirar para otro lado no ha servido para prevenir nada. Al contrario.

En esas, el mundo entero viene debatiendo nuevos paradigmas para tratar e informar sobre la cuestión del suicidio, que ponga el acento en la necesidad de identificar estas conductas precozmente y ponerle remedio urgente mediante la atención de profesionales.

La salud mental es demasiado importante, atenderla, en tanto salvaguarda la vida, es un deber ciudadano y del Estado. Un país con una mejor salud mental es un país más próspero, más ambicioso, más creativo. Por la memoria de Andrea, no bajemos la guardia ni en un sentido, ni en el otro.


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