Las lecciones del mástil

Rodrigo Paz Pereira no debe devolver recursos por el mástil, pero carga con toda la responsabilidad política del proyecto que, con seguridad, arruinó su gestión

El fallo de la Contraloría General del Estado sobre el Hito de Promoción Turística instalado en la confluencia de las avenidas Integración y Panamericana, en la salida al norte de la ciudad y más conocido como “Mástil millonario” es ciertamente controvertido y tiene sus dificultades de aplicación, que por otro lado deberían ser ineludibles para evitar el paso a la justicia ordinaria.

En total se estima que son 166.981 bolivianos los que deberán devolver los exfuncionarios del Gobierno Municipal de Tarija y las empresas constructoras del proyecto Hito de Promoción Turística tras la auditoría realizada a la obra y de los que el exalcalde, Rodrigo Paz, ha quedado exento de esta responsabilidad.

La precisión del monto sobre una obra a la que le faltaron 57.000 bolivianos para llegar a los 5 millones y así eludir el trámite en el Concejo Municipal, señala algunos asuntos técnicos de los que responsabiliza a supervisores y constructores casi a partes iguales en un procedimiento no tan habitual, pues no todas las obras se revisan al detalle en la Contraloría General del Estado.

En la resolución de la Contraloría se exime de responsabilidad económica al exalcalde Rodrigo Paz Pereira, actual senador de Comunidad Ciudadana, el partido de Carlos Mesa, sin embargo, es evidente que carga con toda la responsabilidad política del proyecto que, con seguridad, arruinó su gestión.

Paz Pereira había ganado la Alcaldía de forma fácil, heredando la estructura de Óscar Montes, como en su día heredó la del MIR para ser diputado. Era 2015 y Tarija ya había entrado en un momento de crisis severa por la caída del precio de los hidrocarburos producido entre 2014 y 2016 y que afectó directamente a las regalías, paralizando muchos de los proyectos de inversión pública que se recogían en el departamento y en la ciudad. En Tarija la crisis del gas se traduce rápidamente en destrucción de empleo, directo e indirecto, en miles de familias dejando de percibir ingresos vitales y en miles de personas pasando a la precariedad del día a día.

En ese contexto, la construcción de un “hito turístico” en una de las zonas más deprimidas de la ciudad por un total de casi cinco millones de bolivianos supuso casi una agresión al sentido común, pues acabó caracterizando una gestión muy a su estilo: decorados bonitos frente a necesidades reales, y es que a la fecha cualquiera que pasa por esa rotonda rumbo a Tomatitas se hace la misma pregunta ¿Dónde metieron los cinco millones de bolivianos?

Como sea, el “monumento” está ahí a la vista de todo el mundo, en ocasiones ondeando una gran bandera, en ocasiones no. Si de algo debe de servir es precisamente para que los gestores de lo público recuerden que no se puede hacer política ni gestión de espaldas a la gente, que no basta con versarla si no se entienden sus necesidades y sus corajes. El “hito turístico” no puede ser un desmán más, sino un recordatorio permanente de que el error también se penaliza. De que no todo vale.


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