La seguridad y la policía

La sensación de inseguridad ciudadana es generalizada y se suma a la intranquilidad que genera cualquier posibilidad de tener que transitar el sistema judicial

En Bolivia en general, en Tarija en particular y en la frontera con una pasmosa naturalidad se viene aceptando que la Policía no es un cuerpo que brinde seguridad a los ciudadanos, sino más bien una institución con intereses propios con los que a diario hay que convivir, y que lo mejor, en todos los casos, es no meterse en problemas precisamente para no cruzarse con ningún agente que pueda acaba complicando la vida propia. No está claro si esto es causa o consecuencia, pero la impunidad está presente.

Más allá del efecto mediático que tenga la llegada del ministro Eduardo del Castillo con pretendida espectacularidad y misterio y la conferencia de prensa en la que vulnerando derechos constitucionales se presenta al culpable, lo cierto es que los cargos de los que se acusa al mayor Castillo son de una profunda vergüenza para toda la institucionalidad.

Nadie espera nada ni de la Policía ni de la Justicia y de ahí que venga al auge todo lo que tiene que ver con la autodefensa y la justicia con mano propia tan riesgoso para el equilibrio ciudadano

Según Del Castillo, el mayor Castillo formaba parte de una organización delincuencial dedicada a la violencia como medio de subsistencia, de ahí que apenas un mes después de ser trasladado a otro destino – de la comandancia de Bermejo a la comandancia de Entre Ríos -, aprovechó sus contactos y conocimiento de la ciudad del triángulo sud para organizar un atraco mayúsculo en una Casa de Cambio que seguramente hubiera quedado en nada de no ser por que mediaron disparos, persecuciones, bolsos abiertos y un fallecido en condiciones muy lamentables.

Esta misma semana algunos vecinos de Bermejo pedían precisamente el retorno del Mayor Castillo alegando que durante su comandancia “no sucedían estas cosas”.

La correlación de sucesos no hace más que inquietar, y a cada pregunta de los periodistas el asunto se vuelve más turbio. ¿Acaso el Comandante Policial controlaba el mundo del hampa en Bermejo? ¿Qué otros negocios podrían involucrar a la Policía en una de las fronteras más porosas del país y donde el contrabando se practica a plena luz del día? ¿Fue una suerte de finiquito que se quiso cobrar el Mayor Castillo o sucedían estas mientras estaba ahí?

La sensación de inseguridad ciudadana es generalizada y se suma a la intranquilidad que genera cualquier posibilidad de tener que transitar el sistema judicial. Los resultados de esto son un sálvese quién pueda social y socialmente aceptado. Nadie espera nada ni de la Policía ni de la Justicia y de ahí que venga al auge todo lo que tiene que ver con la autodefensa y la justicia con mano propia tan riesgoso para el equilibrio ciudadano.

La cuestión es que lo del mayor Castillo, muy bien relacionado con diferentes sectores urbanos, por cierto, no parece ser una excepción y en esas es en lo que se debe concentrar el Ministro, que alguna vez prometió un cambio integral en la Policía y que, sin embargo, sigue siendo la misma de siempre, con sus sombras y sus nubarrones. Hay cosas por las que el pueblo no puede esperar, y sentirse seguro es una de ellas.


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