El esfuerzo fiscal de las empresas mineras

El aporte del sector a las arcas públicas es importante en tanto volúmenes absolutos, pero mínimo respecto al volumen de negocio que mueven estas empresas, y que se aprovechan de un sistema cooperativista para eludir tanto las responsabilidades laborales como las fiscales

Ahora que la guerra en Ucrania parece que se enquista definitivamente y que el invierno europeo va a tener consecuencias lapidarias en el precio del combustible una vez que las distribuidoras y los mercados descuenten el impacto del control de precios impuesto al crudo ruso, toca repasar el modelo boliviano para garantizar que de esta se vuelve a salir airoso.

Bolivia es con diferencia el país que mejor está luchando con la inflación en el continente, y probablemente entre las mejores del mundo. Todo gracias a un modelo diseñado a escala y con medidas contracíclicas que han contribuido a esta situación. Entre otras pocas medidas, tener hoy una moneda fuerte es lo que permite zafar del fantasma de la inflación, eso que hace no tanto se criticaba por perjudicar en la competitividad y las exportaciones.

A tener baja la inflación contribuye también, fundamentalmente, el subsidio a los combustibles, que no traslada a los precios los eventuales incrementos y la política de Emapa y del Fondo Rotatorio de Seguridad Alimentaria, que inyectan en el mercado los productos necesarios, como la harina, para evitar la escasez y otra eventual subida de precios.

Claro que para todo esto es preciso que el gobierno tenga los ingresos necesarios para sostener las políticas de subsidio de precios y ahí es donde parece empezar a ser necesario que las autoridades públicas, el gobierno y sobre todo, los parlamentarios, pongan los ojos.

Cualquier paso en falso puede provocar un estallido social en Bolivia, porque la teórica recuperación post-pandemia y post-Áñez no se está reflejando todavía en las economías familiares, que van más justas de lo que refleja el INE y su pleno empleo, así que cualquier medida destinada a incrementar ingresos por la vía de la subida de impuestos a los ciudadanos – subir el IVA, gravar el salario, etc., - o retirando subsidios – léase gasolinazo – están prácticamente descartados. Lo mismo para las empresas formales, que apenas tienen margen para la contratación de subsistencia.

En ese sentido, la reflexión debe virar hacia los grandes sectores exportadores que todavía gozan de privilegios en el país, esto es, los mineros, pues el litio es todavía una experiencia lejana y la producción de gas sigue estancada y sin mercados, amén de la industrialización del plástico abandonada.

El aporte del sector a las arcas públicas es importante en tanto volúmenes absolutos, pero mínimo en cuanto a porcentajes respecto al volumen de negocio total que mueven estas empresas, con precios nuevamente al alza en el contexto internacional, y que se aprovechan de un sistema cooperativista para eludir tanto las responsabilidades laborales como las fiscales.

Es tiempo de hacer nuevos esfuerzos, mejorar la productividad y de aportar al país en la medida en la que cada uno pueda. Al menos hay que intentarlo.


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