Chile, Colombia y los cambios

Sudamérica tiene una nueva oportunidad con esta especie de segunda ola progresista de cerrar brechas de desigualdad y conquistar derechos, pero deben de ser efectivos

Construir un Estado social en apenas cuatro años y en un contexto mundial de crisis económica y amenaza de recesión es un desafío de alto riesgo que exige mucha decisión, pero también mucho dinero. No es fácil derrumbar una maquinaria estatal consolidada durante décadas en unos pocos días y peor si no hay recursos con los que pagar compensaciones. Ese es el escenario que enfrentan dos de los nuevos flamantes presidentes de Sudamérica investidos en este año: Gabriel Boric en Chile y Gustavo Petro en Colombia.

Chile y Colombia son dos Repúblicas que han estado dominadas por conceptos políticos muy definidos. En Colombia nunca gobernó la izquierda; en Chile, desde el golpe de Pinochet, todos los gobiernos – incluidos del de Lagos y Bachelet - han estado sometidos al espíritu de una Constitución que considera al Estado como algo subsidiario y de último recurso y protege a los privados que especulan con derechos.

Boric y Petro, ambos grandes oradores, han prometido a su manera construir una patria nueva para todos sus ciudadanos con reformas clave para proteger a los más vulnerables y construir un Estado social. Ambos han sido señalados como izquierdistas peligrosos por la derecha mediática, pero lo cierto es que los tiempos son breves, pues en ninguno de los dos países se contempla la reelección inmediata.

Boric se ha topado con la derrota en el referéndum constitucional que ha dinamitado todos sus planes, pues cualquiera de ellos exigía un nuevo texto para ser viable. En esas, el chileno va a tener que ser muy creativo para no convertirse en víctima de las propias expectativas generadas.

Petro, que además no es joven y además es más grandilocuente, ya ha empezado a abrir el melón del debate sobre la subvención a los hidrocarburos, sin duda un asunto delicado que puede acabar enterrando su gestión que ni bien empezó en agosto.

Que países productores de petróleo como Colombia se estén planteando retirar la subvención a sus carburantes da cuenta del problema que vive Bolivia, que apenas cubre el incremento del diésel con el alza de los precios del gas, pero que no volverá a plantearse en un buen tiempo modificar la medida por temor al estallido social, pero que estará muy pendiente de la evolución del debate en Colombia, donde se plantea retirar la ayuda en determinadas circunstancias y mirando el tipo de consumidor, pues efectivamente se subvenciona más a quien más tiene.

Sudamérica tiene una nueva oportunidad con esta especie de segunda ola progresista de cerrar brechas de desigualdad y conquistar derechos, pero exige que todos los gobiernos de izquierda que han accedido al poder sean capaces de producir cambios positivos en la vida de la gente y no solo retóricas ilusionantes que nunca se materializan. La suerte de Boric y Petro será un buen indicador de las posibilidades de transformación que quedan en el continente.


Más del autor
Tema del día
Tema del día
YPFB y los falsos discursos
YPFB y los falsos discursos