Cómo olvidar a la DeGolyer

Sin la certificación de los 45 TCF que calculó la consultora a principios de siglo el LNG Pacífic tal vez no se hubiera planteado. Solo dos años después corrigió su resultado a la mitad y después, a la cuarta parte

Sin duda que uno de los capítulos más bochornosos de los vividos en estos últimos meses a cuenta de estudio contratado para actualizar el factor de distribución de regalías del megacampo Margarita ha sido el ver a personeros del gobierno defender la honorabilidad y buen hacer de la consultora DeGolyer & MacNaugthon (DGM), que se adjudicó el estudio y que lo ventiló en apenas un par de meses, probablemente sin poner un pie en el terreno, que por otro lado, conoce muy bien.

La Degolyer es una “vieja conocida” de los submundos bolivianos, experta en sus reservorios y bien conocedora también de las pasiones que estos temas del gas desatan entre sus habitantes. Sí, la Degolyer es una de esas grandes consultoras transnacionales con décadas de experiencia y que trabaja en todo el mundo con todas las petroleras, certificando reservas y otros aspectos clave, es decir, es especialista en los grandes negocios del rubro.

Que a finales de 2005, cuando Evo Morales ya había ganado las elecciones, la DGM notificó un cambio en la fórmula de cálculo por el cual las reservas del país ya no eran 45 sino más o menos 20

El hecho de tener tanta experiencia no es garantía de nada, tampoco el hecho de que trabaje con todos. Al final las empresas certificadoras de reservas son al sector del petróleo o que las agencias de calificación de riesgos crediticios al sector financiero: como mínimo, cómplices. Las segundas han tenido momentos vergonzosos como ver quebrar al gigante Lheman Brothers el mismo día que en su escala de riesgos mantenía la AAA, máxima calificación de solvencia. Las primeras, y en concreto la DeGolyer de la que estamos hablando, avaló lo que hubiera sido el negocio del gas más ruinoso para Bolivia como el LNG Pacífic al certificar más de 45 Trillones de Pies Cúbicos de Gas disponibles. Sin esa certificación, ni siquiera se hubiera planteado.

Así fue. Una de las certificadoras de reservas más famosa del mundo vino a decirle a Repsol y a los gobiernos bolivianos donde se pergeñó el plan – tanto el de Hugo Bánzer y Tuto Quiroga como el de Sánchez de Lozada – que había 45 trillones de pies cúbicos de gas convencional, que por aquel entonces te colocaba en el top 10 mundial. Esa fue la única garantía – la de que había mucho- con la que Bolivia se dispuso a firmar la exportación de gas al norte de México y California en 2003 en un contrato complejo donde el país tenía que pagar por ser esquilmado y que al final cayó no tanto porque fuera una literal estafa al país, sino porque había que exportarlo por Chile.

El proyecto cayó pero la certificación de los 45 TCF siguió ahí hasta que a finales de 2005, cuando Evo Morales ya había ganado las elecciones, la DGM notificó un cambio en la fórmula de cálculo por el cual las reservas del país ya no eran 45 sino más o menos 20. Unos años después, cuando se volvió a certificar volúmenes resulto que apenas llegaba a diez.

Sin duda que hubo quien ganó mucho dinero en aquellos años con aquellas cuentas, y que también hubo quien lo perdió. ¿Qué le hubiera pasado al país si hubiera seguido adelante? Hay fuentes que son inapelables  y otras que merecen la duda, y lo que las avala es precisamente su historia. Pues eso.

 


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