Las migajas del gas y el Pacto Fiscal

No es posible que el tamaño de la administración pública departamental, es decir, numerosos puestos de trabajo y sustento de familias, dependan del precio del gas natural.

No es tan importante el golpe con Margarita, basado en una revisión del factor de distribución no muy ortodoxa, como la situación financiera de la Gobernación y su dependencia del buen o mal humor del ministro de Economía de turno. El problema viene de lejos, pero no es técnico sino político: el diseño de la Autonomía en la Constitución sonaba ya asustadizo, pero la Ley Marco de Autonomías puso siete candados imposibles a cualquier forma de autogobierno a la que finalmente le dio carpetazo la renuncia expresa y expresada del Gobierno del MAS de llegar a un Pacto Fiscal que garantice las competencias.

El diseño de la autonomía actual es ridículo. Absurdo. Incoherente y de alto riesgo, y es que no puede depender la canasta alimentaria del adulto mayor o su Renta Dignidad de la cotización del barril de petróleo en la bolsa de Nueva York y de la habilidad de los políticos para negociar convenios y mercados de exportación. No es posible que el tamaño de la administración pública departamental, es decir, numerosos puestos de trabajo y sustento de familias, dependan del precio del gas natural y que cuando baje no haya para pagar sueldos y que cuando suba, esos mismos políticos incapaces de dar solución al problema global, se dediquen a contratar personal y obras como si no hubiera un mañana.

Es igual de ridículo para todos los departamentos, pero siempre ha habido clases. La mitad del país no quiso nunca ser autónomo y no tienen Estatuto aprobado porque lo rechazaron, aunque sí eligen gobernador y asambleístas para gastarse unos recursos que no tienen. La otra mitad eran Beni y Pando, que ahí van, y Santa Cruz, que con gobiernos más liberales no creen demasiado en la inversión pública, y es cierto que mal no les va, aunque hay trampa.

El otro era Tarija, que en esto no solo ha sido pionero sino el departamento más rápido y que más ha avanzado, y quizá por ello hemos llegado antes a los bordes del modelo, que efectivamente nos agota. La bonanza del gas se tradujo en centenares de obras por todo el territorio, todos con su certificado de disponibilidad presupuestaria, que al final no se han podido pagar. Y en eso seguimos, aunque los de la fiesta hace años que se hicieron al costadito.

Al Gobernador actual le toca lo mismo que a su antecesor y lo mismo que debió hacer Lino Condori y no hizo: exigir financiación para los proyectos que son de competencia nacional, revisar cuentas antiguas y absurdas, como el del crédito italiano para construir San Jacinto posteriormente condonado pero que Tarija sigue pagando al TGN, y además, rogar para que se autoricen endeudamientos multilaterales que seguramente no tendrán buenas consecuencias en el corto plazo pero que resultan la única manera de tomar algo de aire.

El modelo de financiación autonómica hay que cambiarlo y eso pasa por empezar a hacer política en serio, como se hace en este país, que es en la calle. Habrá que ver qué fuerzas puede reunir la Gobernación y que elementos se pueden negociar, porque con la razón, en este caso, no basta. ¿Quién dará el primer paso?


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