Las reservas del Pilcomayo

El Pilcomayo da vida, pero además carga con un estigma permanente: el de la contaminación, que en demasiadas ocasiones parece tener que ver más con estrategias interesadas que con la realidad

El Pilcomayo es uno de los ríos más largos del continente y también uno de los que más sedimentos arrastra en la época de lluvias. En sí mismo es una especie de parque natural y reserva de la biosfera porque permite explicar muy claramente la historia de esta parte del mundo desde sus altas cumbres mineras hasta sus fértiles llanos ganados al mar al este.

Su ciclo vital es muy elemental, las nieves perpetuas de las altas cumbres garantizan su continuidad, mientras que el aluvión llega en verano, con las lluvias, que es cuando el río se muestra en su esplendor, arrasa con su fuerza lo que encuentra a su paso en su descenso vertiginoso hacia la llanura chaqueña. Cuentan que, en los años más fuertes, llega a conectar con el río Paraguay, en el resto, simplemente muere en miles de charcos y bañados en la llanura donde se va depositando hasta que las aguas bajan. En esos bañados es que va a crecer el sábalo, que, al año siguiente, o al siguiente, o cuando esté maduro y las aguas bajen y conecten de nuevo las miles de lagunas, estos remontarán el río hasta las cumbres bolivianas para reproducirse y soltar sus huevos que de nuevo bajarán con la corriente hasta los millones de bañados. Y así año tras año. Es la vida.

El Pilcomayo da vida, pero además carga con un estigma permanente: el de la contaminación, que en demasiadas ocasiones parece tener que ver más con estrategias interesadas que con la realidad. Hasta el día de hoy se sigue hablando del plomo en el cerebro del sábalo siendo este un metal pesado que apenas baja en el sedimento precisamente por eso y del que no hay ni rastro en Villa Montes.

Y es que el Pilcomayo, en su condición de emblema continental, señala en su curso también las potencialidades y miserias del continente. Nace en las altas cumbres donde la minería y la minería ilegal campan a sus anchas reguladas apenas por las leyes del mercado; se encuentra a mitad de su curso con los intereses petroleros, nunca dispuestos a ceder; y acaba entre extensos campos de soya y maíz transgénico con todos sus riesgos. Y así por años.

Los expertos recuerdan que el propio ciclo del agua permite regenerar los vertidos de las minas, sin que esto suponga un salvoconducto para que cada cual haga lo que quiera, más al contrario, la capacidad de resiliencia de nuestras riquezas naturales empieza a ponerse a prueba.

En estos momentos el problema tiene que ver, de nuevo, con la voracidad del mercado. Los precios suben en gran parte por la adulteración de las cadenas de distribución durante la pandemia y la alta demanda de la recuperación, y en esa vorágine de altos precios, lo que queda al descubierto son las falencias de seguridad. La subordinación de lo ambiental a lo económico. La fragilidad de las medidas de seguridad y prevención que no aguantan cuando de lo que se trata es de producir más y más rápido.

Lo vivido estas semanas en el río Pilcomayo es un síntoma, una muestra de la fragilidad ambiental del territorio. Es urgente repasar las medidas y dar certezas a quienes viven en el entorno. Sin especulaciones ni alarmismos, pero también sin silencios interesados. Urge.red


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