¿Dónde están los datos de fallecidos del Sereci?

Tras la revelación de The New York Times sobre el exceso de muertos registrados durante la pandemia, el Gobierno habla de “no exagerar”, pero no muestra los datos que contradigan la información

Era cuestión de tiempo. En este diario y en este editorial hemos referido una docena de veces que los decesos provocados por la pandemia no cuadraban con lo que se llevaba en las estadísticas. Lo dijimos cuando en Trinidad se acumulaban cruces en el cementerio Covid sin correspondencia con los datos; lo dijimos cuando colapsó el sistema de cremación en Cochabamba; cuando se descubrieron los negocios de cementerios chicos para permitir el entierro a familias muy tradicionales; cuando colapsaron los cementerios en La Paz y cuando las autoridades de Viacha señalaron que de los cincuenta cadáveres enterrados en los últimos días en su cementerio solo uno había tenido prueba de Covid, aunque la mayoría tenía síntomas.

Lo dijimos y le pedimos los datos al Servicio de Registro Cívico (Sereci), que se dedicó a negarnos y a inventar excusas del tipo: “derecho a la intimidad” y similares, como si morirse no fuera un acto público que debe registrarse y darse a conocer.

La respuesta oficial se alinea con la forma rutilante con la que se ha venido administrando la pandemia: términos vagos, corazonadas, apelaciones a la oración, culpabilizaciones y, últimamente, sindicaciones políticas

Finalmente fue The New York Times quien accedió a los datos del Sereci - ¿Por qué seremos así, no? – y los publicó conjuntamente con una nota en la que se denuncian excesos de muertos sobre la pauta normal en diferentes países. Una nota contundente y una estimación alarmante: unos 20.000 muertos más sobre el promedio normal del año, es decir, cinco veces más que los registrados hasta el viernes por Covid-19.

La sugerencia ha caído como siempre mal en el Gobierno Nacional y en el Ministerio de Salud, aunque el jefe de Epidemiología, Virgilio Prieto, haya reconocido que hay un subregistro de fallecidos por Covid pero que “no hay que exagerar”. La respuesta se alinea con la forma rutilante con la que se ha venido administrando la pandemia: términos vagos, corazonadas, apelaciones a la oración, culpabilizaciones y, últimamente, sindicaciones políticas. El comunicado oficial del Ministerio llega a tildar al New York Times de panfleto izquierdista y parte de un complot internacional contra Jeanine Áñez.

La línea ya la había marcado un día antes el candidato a la Vicepresidencia y vocero del Gobierno, Samuel Doria Medina: cuestionar la credibilidad de los datos sin ninguna otra prueba. Lo normal hubiera sido que el Gobierno hubiera salido con los datos en la mano para refutar cualquier observación al respecto. Pero no, optó por victimizarse y hablar de complot.

El INE preveía para este 2020 unas 65.000 muertes, aunque lo cierto es que los últimos años se han rondado los 75.000, es decir, unas 6.250 muertes al mes independientemente de que el invierno sea más letal. El Covid ha sumado, según los datos, 4.500 desde marzo hasta mitad de agosto, y todos los datos se pueden desglosar por mes. Todo lo que sea un exceso sustancial de los promedios es merecedor de investigador. El NYT, citando al Sereci, estima 20.000. El Gobierno pide “no exagerar”.

El asunto parece de forma, pero es de fondo. La apreciación del manejo de la pandemia, determinar si se hizo bien o se hizo mal, tiene que ver con la cantidad de víctimas, no con la cantidad de infectados. No con curvas manipulables haciendo dobles registros.

El Sereci debe salir al frente y dar los datos fríos, y de paso una explicación de por qué no son públicos en su página web. Es curioso que entre sus responsables se encuentren muchos de los que manejaron el polémico padrón de 2019, origen de todos los males. Esperemos que esta vez sí se pueda determinar claramente lo sucedido. 


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