Espacio publicitarioEspacio publicitarioEspacio publicitario

Los aranceles no conocen de cultura

La potencia regidora no dará el brazo a torcer, la potencia retadora se mostrará benevolente (por un breve tiempo) para conseguir adeptos. Los terceros deben estar atentos para aprovechar las propuestas de ambos y minimizar sus dependencias.

Se anticipan 81.000 millones de euros en pérdida anual para la Unión Europea debido a los nuevos aranceles de Trump (estimaciones de la Comisión Europea). El relato Bretton Woods (orden internacional post segunda guerra mundial) ha terminado de morir. Ya no es realista confiar en los vínculos culturales occidentales para obtener el perdón estadounidense. De todas formas, ni siquiera la mega potencia se salva de jugar al palo y la zanahoria. Los castigos comerciales son el palo, la OTAN es la zanahoria.

El 9 de diciembre del año pasado, semanas antes de su posesión, el presidente norteamericano amenazaba nuevamente con salirse de la alianza atlántica. El 3 de abril de este año, en paralelo al anuncio de las nuevas tarifas, Marco Rubio (secretario de Estado) aseguró la permanencia de Estados Unidos en la organización. La correlación de tácticas es clara: Trump busca apaciguar la indignación de Europa en cuanto a daños económicos al compensar aliviando sus miedos militares.

La solución es tan retorcida como ingeniosa. Si Estados Unidos no recibe un “trato justo” de sus aliados OTAN, entonces se cobrará “de facto” los servicios que presta como guardia de seguridad. En consecuencia, sólo si la UE cumple con sus porcentajes pactados para gasto en defensa (2% del PIB como mínimo para cada país), los gravámenes (que son del 20% para todos los productos, y 25% para el acero y el aluminio) podrían renegociarse. No es casualidad que Elon Musk haya salido a crear nueva expectativa diciendo que Estados Unidos y la Unión Europea deberían tener un acuerdo de libre comercio en el futuro.

El movimiento es similar a la situación de México y Canadá: si estos países no hacen nada frente a las olas migratorias o el tráfico de fentanilo, entonces Estados Unidos se cobrará la inacción vía intensas amenazas comerciales. Y también se asemeja a lo de Groenlandia y Panamá: si no hacen nada respecto a las ventajas rusas y chinas presentes en dichas zonas, Estados Unidos se cobrará la inacción vía intensas amenazas de invasión. Pocas veces se había visto una instrumentalización tan geopolítica de la incertidumbre.

Ahora bien, ¿qué obtienen todos estos Estados a cambio de empezar a actuar? nada más y nada menos que la inacción estadounidense. En otras palabras, poder volver al ‘statu quo’ mundial pre Trump que regía tan solo un par de meses atrás.

-La oportunidad europea y latinoamericana

El ‘shock de Nixon’ (1971) que anuló la convertibilidad del dólar por oro (en plena guerra fría), tenía una lógica parecida a la de este llamado ‘día de la liberación’.

“Santa Claus ha muerto” decía en ese entonces el ex secretario del tesoro, George Shultz, haciendo referencia al fin de las ayudas de su país para con Europa y el mundo. Pero las medidas trumpistas tienen un elemento extra más estratégico: no se trata de cancelar la intervención de Estados Unidos frente a los problemas de sus aliados, se trata de aumentarle el precio a dicha intervención.

La suscripción se ha vuelto más cara porque en los periodos de pragmatismo transaccional, no existen los amigos. ¿Qué debería hacer entonces la Unión Europea con este nuevo escenario? Tal vez lo mismo. Es decir, aumentar el precio de su actual apoyo a Estados Unidos de cara a la nueva guerra fría; amagar con un nuevo discurso fuertemente defensor del sistema multipolar (varias potencias dominando el mundo).

Así como en las elecciones, cuando hay segunda vuelta, crece momentáneamente la influencia de los que ya perdieron. La Unión Europea, en su rol de tercera potencia no aspirante a la hegemonía global, puede equilibrar la balanza hacia Estados Unidos o hacia China.

Tampoco se trata de entregarle el globo a la autarquía asiática, o al menos no sin antes obtener mucho más de lo que EE.UU ofrece. En ese sentido, si China entiende la jugada, ayudará a que la UE sea protagonista en el orden internacional comercial a corto/mediano plazo para poder comprar su neutralidad justo cuando la guerra fría llegue a su clímax en un par de años.

Para tratar esta cuestión, El País Tarija se puso en contacto con Andrea Rizzi, corresponsal de Asuntos Globales de El País España. “Debido al cambio de paradigma, hay que considerarlo todo. Con China se debe reconfigurar la relación porque hay nuevos intereses”, asegura Rizzi. Aunque también pugna por cautela: “Eso sí, es necesario hacerlo sin ingenuidad. Los chinos buscan proyectarse como estabilizadores mundiales, y puede que sea cierto, pero sólo a nivel económico, no político”.

Así pues, los europeos parecen estar cobrando consciencia de sus nuevas cartas. Aquí las recientes movidas: su encargado de comercio, Maroš Šefčovič, viajó hace un par de días a Pekín para reducir barreras a la inversión, Ursula Von der Leyen (presidenta de la Comisión Europea) firmó un nuevo tratado de asociación estratégica con los países de Asia central, y Francia finalmente está cediendo en su escepticismo con el acuerdo UE-Mercosur (lo que implicaría un aumento significativo de volúmenes comerciales intercontinentales, y, dicho sea de paso, posibles nuevas oportunidades para el sector minero y agroindustrial boliviano).

El tablero mundial se mueve vertiginosamente. La potencia regidora no dará el brazo a torcer, la potencia retadora se mostrará benevolente (por un breve tiempo) para conseguir adeptos. Los terceros deben estar atentos para aprovechar las propuestas de ambos y minimizar sus dependencias.

En todo caso, el nexo cultural como argumento para jurar lealtad a unos u otros, está dejando de convencer. Nos espera una época neorrealista y vacía en términos ideológicos.

*es Licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, maestría en Periodismo Internacional
 


Artículos Recientes