No olvidar la petroquímica

Se cierra un año más sin avances en la transformación industrial del gas en plástico, uno de los viejos anhelos soberanistas del país y que, pese a los proyectos impulsados hasta 2014, los últimos años fueron congelados. La petroquímica del Gran Chaco es sin duda uno de los proyectos...

Se cierra un año más sin avances en la transformación industrial del gas en plástico, uno de los viejos anhelos soberanistas del país y que, pese a los proyectos impulsados hasta 2014, los últimos años fueron congelados.

La petroquímica del Gran Chaco es sin duda uno de los proyectos más ambiciosos que enfrenta Bolivia como Estado, uno de esos proyectos que podía dejar atrás la consideración rentista y exportadora para dar paso a una industria floreciente, el plástico, que evidentemente tendría que adecuarse a las demandas de un mercado cada vez más comprometido con el medio ambiente, pero que no por ello ha eliminado de su cotidianeidad el uso del componente.

Hace ya una década que se descartaron aquellos fantasmas que recomendaban no enfrentar la industrialización a través del gas, al considerar que las tecnologías serían caras y poco eficientes. Para entonces, y luego de todas las demoras que originó el caso Catler y todo el escándalo que acabó postergando no solo la Separadora de Ríos Grande sino la de Yacuiba, el calendario ya se había redefinido.

Es así que hasta 2014 se avanzó con ambas separadoras, e incluso se llevó adelante el proyecto de urea y amoniaco en el corazón del Trópico, en un proyecto que sigue siendo cuestionado sobre todo por aquellos que no barajan otra opción que la de vender a manos llenas para que sean los países vecinos o las potencias centrales los que logren buenos réditos con nuestra materia prima.

Para el Chaco, el proyecto de Petroquímica es una oportunidad sustancial. Un territorio siempre tan lejos de todo, donde las petroleras han hecho ley, tiene la oportunidad de convertirse en un polo industrial de esos en los que se toman decisiones y no solo en un lugar inhóspito donde se extraen los hidrocarburos y dejan un puñado de regalías, la mayor parte de las veces mal aprovechadas.

La falta de convicción con la que se ha llevado adelante el proceso ha generado que precisamente a estas alturas nos encontremos en la indefinición y que incluso algunos contemplen la posibilidad de no llevarlo adelante.

En el Chaco, por ejemplo, no se han llevado adelante las infraestructuras básicas para albergas un gran parque industrial, que es lo que ameritaría, y la Universidad apenas ha reaccionado para formar profesionales aptos para la oportunidad que se abre. En cualquier caso, lo que sí hay en Yacuiba es una planta de casi 800 millones de dólares que no puede convertirse en una planta fantasma, sino que necesariamente debe tener una utilidad mayor. Hacer GLP no es su función.

El proyecto está sobre la mesa; el propio exministro Luis Alberto Sánchez - que en la práctica paralizó este proyecto luego de licitarlo y detectar indicios de ciertas irregularidades – dejó una licitación para un estudio de ingeniería al que las empresas se han presentado.

Es posible que el Gobierno de transición no pueda tomar decisiones de este calado, pero lo que no debería hacer es cerrar las puertas a los sueños que aun hoy, son mayoría. Es tiempo de aplicar la prudencia y despejar los caminos.

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