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Una campaña muy seria

La precampaña política más larga de la historia del país llega a su semana decisiva. El viernes los partidos deberán inscribir a sus candidatos a los diferentes puestos en juego ante el Tribunal Supremo Electoral (TSE), se abrirá el espacio de tres meses de campaña más formal, aunque...

La precampaña política más larga de la historia del país llega a su semana decisiva. El viernes los partidos deberán inscribir a sus candidatos a los diferentes puestos en juego ante el Tribunal Supremo Electoral (TSE), se abrirá el espacio de tres meses de campaña más formal, aunque todavía se pretende reservas formas para el último mes.

En cualquier caso, la fecha del 19 de julio es clave porque ese día se cierran todas las posibilidades de pactos y repartos para la oposición, cada vez más atomizada y enconada; y también para el oficialismo, cada vez más vertical y a su vez, menos cohesionado entre sus bases.

Será también a partir del 19 de julio, con las candidaturas estén formalmente inscritas, cuando se puedan empezar a tramitar las renuncias y cambios pertinentes. O tal vez no. El armazón jurídico que está rigiendo estas elecciones es verdaderamente frágil e insólito, producto de la precipitación y la improvisación.
El armazón jurídico que está rigiendo estas elecciones es verdaderamente frágil e insólito, producto de la precipitación y la improvisación.
La situación es tan cómica, que el Tribunal Supremo Electoral ha prohibido las renuncias de los miembros de los binomios elegidos en base a la controvertida Ley de Partidos, tramitada a toda velocidad el año pasado para estas fechas para forzar unas Primarias que adelantara las cartas de la oposición y sobre todo, sirvieran para desgastar el argumentario del 21F, que ciertamente a estas alturas suena repetitivo y partidizado.

Lo cierto es que hay vacíos, y no parece probable que el Pacto de San José vaya a decir que se puede obligar a alguien a ser candidato o penalizar a un partido porque una persona haya cambiado de opinión. Se supone que a partir de la inscripción formal, se aplicarán los criterios anteriores de sustitución de candidatos renunciantes o imposibilitados, pero la última palabra la tendrá siempre el Tribunal Supremo Electoral.

El primero en renunciar fue Jaime Paz Zamora. El expresidente alegó que “se encontró con un muro” a la hora de tratar de armar sus listas, un eufemismo para reconocer que no despertó mucho entusiasmo, y que en esa tesitura era mejor bajarse. Paz Zamora, diplomático y político para siempre, dejó todas las puertas abiertas para sumarse a cualquier fuerza y no apostó por ninguna.

Caso contrario fue el de Edwin Rodríguez; el senador potosino decidió tirar la puerta de Bolivia Dice No y acusó directamente a Rubén Costas, jefe de la matriz Demócratas, de tener una estrategia de confrontación con Carlos Mesa – el candidato de CC mejor situado en las encuestas – y que viene a favorecer la estrategia del MAS para ganar en primera vuelta logrando una distancia de diez puntos respecto al segundo. Si no le aceptan la renuncia, Rodríguez hará campaña contra sí mismo.

Quedan aún tres meses de intensa campaña hasta la cita electoral del 20 de octubre, y de seguro, vendrán nuevas sorpresas, giros interpretativos y momentos surrealistas. Pero todos deberían estar conscientes de lo que Bolivia se juega en esta elección. Hay poco margen para las bromas y las especulaciones.

 

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