La pandemia está impactando al sector alimentario
La urgencia de evitar una crisis alimentaria
La crisis sanitaria ha afectado de distintas maneras los mercados de alimentos en los países, tanto por el lado de la demanda como por el de la oferta. Garantizar la producción de alimentos debe ser una prioridad



Los últimos pronósticos económicos presentados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) son preocupantes. Se estima que el producto interno bruto de América del Sur decrecerá en 9,4% durante este año. Una caída de más de cuatro puntos porcentuales respecto a pronósticos que se publicaron en los primeros meses de 2020.
Este pronóstico implica una crisis económica con pocos precedentes en la historia de la región y menos aún del mundo en su conjunto. Prácticamente todos los sectores de la economía serán golpeados, aunque unos más que otros.
En este escenario uno de los sectores que más preocupa es el alimentario, por su centralidad para la vida humana.La producción y distribución de alimentos no pueden menospreciarse y menos quedar a merced de las fuerzas del mercado que, como ya se vio en esta pandemia, se han convertido en fuerzas motivadas por la irresponsabilidad y la especulación.
La producción de alimentos en riesgo
Por su propia naturaleza, el sector alimentario tiene mejor capacidad de adaptación a la crisis en comparación con sectores como el turismo o los de alta tecnología.
“A diferencia del sector manufacturero, sus cadenas globales de valor son más simples y resilientes. […] Esto contrasta con las cadenas globales de valor de otras industrias con eslabones de gran dispersión geográfica y en las que los productos cruzan varias fronteras antes de llegar al consumidor final”, señala un informe conjunto entre la CEPAL y la FAO.
Sin embargo, lo anterior no significa que el sector alimentario no será afectado por la crisis. Las consecuencias se evidenciarán por el lado de la oferta y la demanda.
En el primer caso, lo más probable es que se podrían generar interrupciones en las cadenas de pago, con implicaciones directas en el sector agrícola. Asimismo, podrían verse afectadas las cadenas de suministro debido a disrupciones logísticas.
En realidad, son los países desarrollados, por su alta dependencia a las cadenas globales de suministro, los cuales podrían verse más afectados por el lado de la oferta.Por el otro lado, la demanda de alimentos podría verse golpeada en países en desarrollo, debido a la disminución de la capacidad adquisitiva de buena parte de la población.
“La recesión económica mundial aumentará la pobreza y el hambre y otras formas de inseguridad alimentaria, en especial en países con redes de protección social débiles”. La caída de los ingresos también modificará la dieta de los hogares y de las personas que destinan un alto porcentaje de sus gastos totales a la alimentación.
Junto a lo anterior, la pandemia ha aumentado el riesgo de volatilidad de los precios locales de alimentos. En varios países se ha visto el incremento de precios de ciertos alimentos que han sido objeto de especulación debido a los procesos de confinamiento.
“El promedio ponderado regional de incremento en el componente de alimentos del índice de precios al consumidor, entre enero y mayo de 2020, ha sido del 4,6%, cifra casi cuatro veces mayor al alza en el índice de precios general (1,2%) […]. Los productos con mayores alzas fueron los huevos, el arroz y las papas”, señala el informe de la CEPAL y la FAO.
Si bien en Bolivia la depreciación de la moneda no ha sido un efecto directo de la pandemia, debido al congelamiento del tipo de cambio, en la mayoría de los países “la depreciación de las monedas locales se traspasa a los precios de los alimentos en la medida que los alimentos sean importados”.
Este problema, sin embargo, podría trasladarse al momento en que algún gobierno decida realizar algún ajuste sobre el tipo de cambio, con preocupantes consecuencias para Bolivia, ya que el país importa gran parte de sus alimentos.
Bolivia debe fortalecer su producción de alimentos
Si bien la CEPAL y la FAO señalan que Bolivia no tiene una dependencia importante respecto a la importación de alimentos, esto se debe a que su cálculo es muy simple y solo considera la relación entre los valores de las importaciones de alimentos y de las exportaciones totales. Según estos datos, entre 2015 y 2017, Bolivia importó en alimentos el 9,7% del valor total de lo que exportó.
Sin embargo, estas cifras encubren el incremento preocupante de la importación de alimentos. Como señala el investigador Miguel Ángel Crespo, de la institución PROBIOMA: “Lo más grave, estamos importando alimentos en Bolivia. Esto supone que hemos deteriorados la seguridad y soberanía alimentaria”.
Para 2015, en Bolivia “las importaciones de alimentos al menos se habrían triplicado en los últimos 10 años”, señala un informe de la Fundación Tierra.
Esto tiene que ver con una estructura productiva agraria que viene priorizando la agroindustria, que en su mayoría está destinada a la exportación. Mientras que la producción de alimentos los que realmente se consumen en el país no logra cubrir la demanda.
En este sentido, la Fundación Tierra explica que “las crecientes importaciones de alimentos en parte se deben al déficit persistente en la producción nacional de algunos productos de primera importancia como el trigo, pero su crecimiento también obedece a procesos de desplazamiento de la producción nacional por alimentos importados, así como el aumento en el consumo de alimentos procesados o industrializados por la población boliviana”.
Este no es un tema menor, cualquier estrategia gubernamental para enfrentar la crisis económica debe tener como una de sus prioridades fortalecer el sector productivo de alimentos e incentivar su consumo interno.