Bolivia: alto potencial pero con bajo desempeño energético
Según datos del Comité Nacional de Despacho de Carga (CNDC), Bolivia alcanzó una capacidad efectiva de generación de energía eléctrica de 2.236,89 megavatios (MW) a diciembre de 2018. El 66,16% de esa capacidad se concentra en centrales termoeléctricas, el 29,72% en hidroeléctricas,...



Según datos del Comité Nacional de Despacho de Carga (CNDC), Bolivia alcanzó una capacidad efectiva de generación de energía eléctrica de 2.236,89 megavatios (MW) a diciembre de 2018. El 66,16% de esa capacidad se concentra en centrales termoeléctricas, el 29,72% en hidroeléctricas, mientras que las fuentes renovables son marginales: 2,91% en el caso de la solar y 1,21% la eólica.
Las centrales termoeléctricas consisten en turbinas que queman combustibles para producir electricidad a través del calor generado en ese proceso, principalmente gas natural. Aunque también hay algunas centrales térmicas que queman biomasa, predominan por mucho los combustibles fósiles.
En este sentido, si bien es cierto que la generación eléctrica se casi triplicó entre 2006 y 2018, subiendo de 750 MW a más de 2.200 MW, esto se logró con un aumento de la participación de las termoeléctricas, considerando que paralelamente se redujo la generación hidroeléctrica, del 60% a principios de siglo al 40% en 2006, hasta el 29% actual (que subió del 25% que tenía el año 2016).
Bajo desempeño en sostenibilidad energética
El Consejo Mundial de Energía (WEC, por su sigla en inglés), evalúa la sostenibilidad energética a través de tres dimensiones: Seguridad energética (disponibilidad, sea mediante producción propia o importación), Equidad energética (accesibilidad y asequibilidad) y Sostenibilidad ambiental.
Usando estas tres dimensiones, el WEC ha creado el Índice del Trilema Energético, mediante el cual también genera un ranking que mide el desempeño energético general de los países. Asimismo, la herramienta presenta una calificación para cada dimensión, donde A es la mejor y D es la peor.
Para 2018, el WEC sitúa a Bolivia en el puesto 99 de 125 países evaluados, con lo que ha mejorado dos puestos en relación al año previo. Pese a ello, “mantiene puntuaciones relativamente bajas en todas las dimensiones del trilema, donde la Sostenibilidad ambiental sigue siendo su dimensión más débil” en lo referido al desempeño energético.
Así, el resultado global de Bolivia es de CCD. Es decir, tiene C en seguridad energética y en equidad energética (aspectos en los que más ha mejorado los últimos años), y tiene calificación D en sostenibilidad ambiental.
Los diez países con mejor puntuación y que encabezan el ranking, en orden descendiente, son: Dinamarca, Suiza, Suecia, Holanda, Reino Unido, Eslovenia, Alemania, Nueva Zelanda, Noruega y Francia. En tanto que los últimos países del ranking, empezando por el último lugar, son: Níger, Chad, Benín, Congo, Tanzania, Malawi, Zimbabue.
¿Soberanía energética?
Según un estudio del Grupo de Trabajo Cambio Climático y Justicia (GTCCJ), la soberanía energética “es más que el sólo autoabastecimiento”, sino que se refiere “al modelo energético, decidir la forma en que se produce, transforma y consume la energía en un territorio, la cual debería ser de manera democrática y participativa, con equidad y justicia”, considerando “los potenciales energéticos y los principios sociojurídicos para su manejo y gestión”.
El citado estudio nota una aparente contradicción entre la Agenda Patriótica 2025 y el Plan de Desarrollo Económico Social (PDES) 2016-2020, en materia de soberanía energética.
Así, mientras la Agenda Patriótica, en su pilar 7, se refiere a la “Soberanía de los recursos naturales, con nacionalización, industrialización y comercialización en armonía y equilibrio con la Madre Tierra”, el PDES 2016-2020 se enfoca en “una lógica totalmente mercantilista e incoherente, donde la armonía definida en el pilar 7 se olvida por completo”.
El Plan también prioriza “avanzar en la diversificación real productiva, dando un mayor ímpetu a los procesos más relevantes de industrialización en el país en lo que se refiere al sector de hidrocarburos y minería. En esta dirección, es importante fortalecer al país como centro de integración energética de la región, con exportación de gas y energía eléctrica, para beneficio de los países vecinos”.
Por tanto, “no se han generado condiciones para una efectiva soberanía energética, ya que el país sigue manteniendo su situación de mayor dependencia y explotación de combustibles fósiles”, advierte el documento del GTCCJ.
Oferta, demanda y exportación
Según datos oficiales presentados en enero, la demanda interna de energía eléctrica alcanza a 1.500 MW y se prevé que supere los 1.560 MW hasta fin de año. Esto significa que Bolivia tiene un excedente de casi 600 MW, que se pretende exportar a países vecinos.
Argentina será el primer mercado, que ya está a punto de concretarse con la conclusión de la línea de transmisión en septiembre, que tiene una capacidad 120 MW, aunque las condiciones de volúmenes y precios todavía no se han definido oficialmente con el vecino país.
El Gobierno anunció el año 2015 que buscará saciar la demanda interna con electricidad generada de fuentes alternativas (eólica, geotérmica, fotovoltaica), para así disponer de la hidro y termoelectricidad principalmente para la exportación. Autoridades esperan que para el 2025 Bolivia logre una generación cercana a 6.000 MW y un consumo interno promedio de 3.000 MW, planeándose exportar el excedente.
Se pretende que ello permita sustituir de alguna manera los ingresos que se generaba por la exportación de gas a Argentina y Brasil, que están demandando menos gas en un contexto de precios bajos desfavorable para Bolivia, mientras las reservas del energético son tema de persistente incertidumbre.