El rol de los bancos centrales en la economía y el empleo
Desde la ortodoxia económica, se considera que los bancos centrales deben tener una función casi única: mantener y garantizar la estabilidad de precios, o sea del poder adquisitivo interno. Sin embargo, hay una creciente corriente de opinión que aboga por darle también la función de...



Desde la ortodoxia económica, se considera que los bancos centrales deben tener una función casi única: mantener y garantizar la estabilidad de precios, o sea del poder adquisitivo interno. Sin embargo, hay una creciente corriente de opinión que aboga por darle también la función de coadyuvar a mejorar las tasas de empleo y de crecimiento de la economía, a lo que suelen llamarle una función o mandato “dual”.
Las opiniones a favor del mandato dual basan sus argumentos en los resultados que uno y otro modelo han alcanzado en la realidad, empezando por los tradicionales epicentros del sistema capitalista mundial: Europa y EEUU, que han tenido enfoques opuestos y, consiguientemente, resultados diferentes en esta década posterior a la gran crisis de 2008/2009.
Mientras el Banco Central Europeo (BCE) ha priorizado el enfoque de función única, al que el profesor de historia en la Universidad de Columbia, Adam Tooze, llama “enfoque tuerto”.
Por el contrario, la Reserva Federal de EEUU (la Fed), ha utilizado más bien el enfoque de “doble mandato”, basado en la Ley Humphrey Hawkins Full Employment Act de 1978, para conseguir el máximo empleo además de la mentada la estabilidad de precios. Los resultados de ambos enfoques, aplicados a la realidad post-crisis, son contrapuestos.
Enfoque “tuerto” versus “doble mandato”
Una vez desatada la crisis, la Fed aplicó el estímulo monetario y mantuvo las tasas de interés en niveles bajos (menos del 1%). Incluso en enero de 2013, anunció que estas medidas continuarían hasta que la tasa de desempleo de los EEUU se situara por debajo del 6,5%. Y así lo hizo.
La entonces presidenta de la Fed, Janet Yellen, no subió los tipos de interés hasta diciembre de 2015, cuando la tasa de desempleo había descendido al 5%. Hoy está alrededor del 4%. Desde 2015 hasta el presente la tasa de interés ha subido hasta menos del 2,5%, límite que todavía se planea mantener al menos hasta 2020, según anunció su actual presidente, Jerome Powell.
Como contracara está la posición asumida por el BCE. En junio de 2012, su presidente, Mario Draghi, afirmó que “haría lo que fuera” para salvar el euro. Durante los siguientes meses, el BCE no realizó ningún estímulo como lo hizo la Fed, y al contrario, permitió la contracción de su balance y se mantuvo pasivo ante la austeridad que ralentizaba las economías del viejo continente.
A finales de 2013, el resultado fue un aumento del desempleo hasta el 12%, casi el doble del objetivo de la Fed. Pero no fue hasta que Europa se vio frente a una eminente amenaza de deflación que el BCE finalmente adoptó el estímulo monetario llamado “quantitative easing”, coadyuvando la reducción del desempleo. A mediados de 2018 éste rondaba el 8%, y el BCE decidió poner fin al estímulo y anticipaba una subida de las tasas de interés. La justificación: una presunta tendencia hacia una mayor inflación.
El análisis de Tooze considera que esa justificación resultó ser “totalmente infundada”, y a comienzos de este año la zona euro está nuevamente en riesgo de caer en recesión. En cambio, a pesar de su doble mandato, el historial sobre la inflación de la Fed “es intachable”.
El “doble mandato”
El problema del desempleo en Europa no puede ser solucionado por el BCE solamente. Pero sí se necesita “una combinación de políticas industriales, monetarias, fiscales y del mercado de trabajo”, donde un mandato más amplio que el enfoque tuerto “abriría la puerta a una postura política más equilibrada”.
El Banco de la Reserva de Nueva Zelanda, quizá el primero en adoptar el “enfoque tuerto” a inicios de los 1990, ya decidió añadir el empleo como segundo objetivo en 2018.
Poniendo la mirada en Latinoamérica, el especialista en economía y finanzas argentino, Gabriel Rubinstein, afirma que “un régimen de mandato único para el Banco Central de la República Argentina (BCRA), como el que se intentó durante 2016 y 2017, concentrado en una meta de inflación, parece ya cosa del pasado, y seguramente tampoco sea lo mejor para la Argentina de nuestros días”.
Ello porque el mandato único no logró los resultados previstos por el gobierno, y además, ralentizó la economía a niveles de recesión. Lo que Rubinstein cree que se debe hacer es “pedirle al BCRA que se mantenga firme hacia los objetivos de lograr una inflación baja y estable del orden del 5%, y a su vez, que considere en su accionar la importancia de coadyuvar al logro de un crecimiento del PIB acorde a su potencial, evitando fluctuaciones contraproducentes en el mismo”.
En Bolivia
El Banco Central de Bolivia (BCB) inicio sus actividades como tal el año 1929. Desde entonces, se privilegió un enfoque único, con resultados buenos en algunos periodos.
Desde 2009, en la nueva Constitución Política del Estado, se mantiene el objetivo central del BCB de “mantener la estabilidad del poder adquisitivo interno de la moneda”, aunque se explicita su rol de “contribuir al desarrollo económico y social” (Art. 327).
Asimismo, se determina que “el Estado, a través del Órgano Ejecutivo, determinará los objetivos de la política monetaria y cambiaria del país, en coordinación con el Banco Central de Bolivia” (Art. 326). Con lo que el accionar del BCB va en consonancia con los objetivos de crecimiento económico, empleo, y otros, determinados por el Ejecutivo.
Algunos expresidentes del BCB y otros analistas de tendencia más ortodoxa han criticado esta suerte de “perdida de independencia” del Banco, aunque justamente los objetivos más ortodoxos son los mejor encaminados.