Bolivia y la maldición de la vaca
¿Puede la riqueza ser un obstáculo para el desarrollo de un país?



Tal vez no tenemos mar, pero sí una gran riqueza en recursos naturales, desde el gas natural hasta las vastas reservas de litio en el Salar de Uyuni. Pero ahora el gas se está acabando, y parece que no tenemos idea de cómo industrializar el litio. La abundancia plantea una pregunta: ¿puede esta riqueza ser un obstáculo para el desarrollo del país?
En una reciente entrevista, el presidente del Colegio Departamental de Economistas de Tarija, Fernando Romero, compara la situación con la maldición de la vaca, una paradoja en la que la abundancia de recursos se presenta a la vez como una fortaleza y una debilidad. Pero...
¿Qué es la maldición de la vaca?
El concepto plantea un símil entre un país con abundantes recursos y una vaca lechera, que es capaz de producir riquezas aparentemente ilimitadas, como el queso, la mantequilla y el dulce de leche, cayendo así en la trampa de la dependencia, la desigualdad y el subdesarrollo. En lugar de prosperar, los ingresos fáciles que provienen de estos recursos pueden frenar la innovación, aumentar la corrupción y debilitar otras áreas económicas clave.
Ejemplos como Venezuela, Nigeria y la República Democrática del Congo ilustran este problema. Venezuela, por ejemplo, construyó su economía casi exclusivamente en torno al petróleo. Cuando los precios cayeron, el país entró en una crisis económica y social sin precedentes.
¿Bolivia es diferente?
En ciertas épocas, los bolivianos hemos sabido capitalizar los recursos naturales. El caso reciente se da durante el gobierno de Evo Morales, con la ahora cuestionada nacionalización del gas y los minerales, que permitió al Estado aumentar los ingresos fiscales y financiar programas sociales que redujeron significativamente la pobreza.
Sin embargo, no se han atendido ciertas situaciones y hay riesgos que nos pueden situar en el camino de la maldición. Dependemos en gran medida de las exportaciones de gas y minerales como la plata, el zinc y el estaño, que nos han dado ingresos importantes, pero nos hacen vulnerables a los vaivenes del mercado internacional. El ejemplo reciente es la caída de los precios del gas en la última década, resultando en un duro golpe a nuestras finanzas públicas.
La incierta vaca del litio
El Salar de Uyuni alberga las mayores reservas de litio del mundo, un mineral clave para las baterías y la transición hacia energías limpias. Aunque esto representa una oportunidad única para Bolivia, también nos plantea riesgos. Si optamos por exportar materia prima, perdemos el potencial de generar valor agregado mediante la industrialización local, por ejemplo, fabricando baterías. Además, la explotación debe hacerse con sumo cuidado y respeto por el medio ambiente y la vida de las comunidades originarias, que exigen garantías y mayor participación en los beneficios.
Encima de esto, los descubrimientos de otros yacimientos en el mundo ya nos quitaron la competitividad. La falta de diversificación económica nos deja rezagados, pues hay sectores como la industria, la tecnología y la agricultura que no han recibido suficiente impulso, dejando al país expuesto a posibles crisis.
¿Podemos evitar la maldición?
Si consideramos que aún hay tiempo para transformar los recursos en riqueza soberana con una perspectiva de desarrollo sostenible, y para no repetir los errores de otros países, lo primero es trabajar en la creación de un compromiso entre el gobierno, las empresas y las comunidades.
Luego, necesitaremos inversión diversificada en sectores como la manufactura, la tecnología y el turismo, reduciendo a la vez la dependencia de las exportaciones de recursos naturales.
No es tarde para industrializar el litio y crear una cadena de valor que incluya la producción de baterías y tecnologías asociadas, creando así empleos y riqueza local. En todo caso, mejor tarde que nunca.
Y, entrando en el terreno de la utopía, si vamos a continuar por el camino del extractivismo, se debe fortalecer la transparencia en la gestión pública de los ingresos provenientes de los recursos naturales, y proyectar un futuro resiliente con inversión sostenible y beneficios para todos. ¿Estamos preparados?