El vasco Guillermo, diez años atrapado en Tarija
Cuando Guillermo llegó, Evo Morales llevaba apenas nueve meses en Palacio Quemado y el país ya daba síntomas de ansiedad tras la efervescencia revolucionaria de 2003 que sacó al presidente en helicóptero a punta de dinamitazo en El Alto y acabó con los movimientos sociales triunfando en las...
El enorme vasco de 1,90 de estatura, aterrizó en la recóndita Tarija, tan lejos de todo, con la polera del Athletic y la naturalidad del superviviente dispuesto a comerse el mundo. En cuatro meses, su compañera de viaje retornó a España, se casó y formó familia. Diez años después, Guillermo busca su sitio en un país en el que no existe.
A sus 44, Guillermo Sales García Egocheaga, con apellido de alcurnia del árbol de Guernica y de familia bien, ha echado raíces en lo bajo del altiplano, es un todoterreno. Empezó importando material antidisturbios para la policía y enganchó algunos trabajos de Seguridad, hasta que se convirtió en “ilegal” y descendió al submundo en el país más pobre en el continente más desigual. Hizo de taxista por horas y repartidor hasta que sus carnets europeos fueron caducando y las coimas policiales para hacer la vista gorda empezaron a ser mayores que su propio sueldo. Ha cuidado puertas en locales buenos, medianos y peores. En todos los prostíbulos de Tarija. “Tengo mala fama en el sector porque no se pegar. La seguridad aquí no es como allá” dice mientras su mirada se pierde en el interior de una taza de café con leche y los vidrios de sus lentes se empañan. Tuerce el gesto mitad ironía mitad desesperación y repasa sus años como paramédico de ambulancia y como escolta en su País Vasco natal. Lo suyo nunca fue el camino fácil.
Promotor de conciertos, administrativo ocasional, comercial de papitas fritas, capacitador de Primeros Auxilios o mozo para todo en la Universidad Privada Domingo Savio. Hoy maneja una rotativa muy parecida a la original de Gutenberg de sol a sol por el salario mínimo de 2015, sin seguro médico ni aportes a la jubilación mientras sus piernas se hinchan por la diabetes.
El día que lo conocí en 2008 llevaba una chapela enorme y ya saludaba a todo el mundo en la puerta del boliche de moda en la plazuela Sucre, mucho más normal que la mayoría de los que habitualmente frecuentaba. Mi cándida pareja me dio el típico empujoncito. “Mira, él también es español”. Me miró directo sin agresividad, mis ojos pedían condescendencia para la incauta. “Vasco”. “Yo de Zaragoza”. Adentro.
Guillermo fue de los pocos migrantes que llegan a Tarija con la visa estampada en su pasaporte nuevito. Venía a quedarse y contra la costumbre, quería hacer las cosas bien. 60 días después, y sin demorarse ni uno, le estamparon la visa de residencia temporal de un año de acuerdo a la normativa vigente. Cumplido ese y ya con el plan de viaje reformulado, se enfrentó a la burocracia infinita para renovar la residencia por dos años más. Misión titánica que completó de nuevo sin multas ni demoras.
El Vasco siempre fue vasco, creció en una familia tradicional de la burguesía pujante de Bilbao, con conexiones en todo el tejido empresarial y político institucional. Y se hizo más vasco aún con la lejanía. También por necesidad. “Los 500 años de opresión” no son solo un cliché de campaña del indigenismo latinoamericano y utilizado por Evo Morales sino una huella constatable en el país desde el que partía el puente de plata hacia Europa pero que en 2005 tenía un 38,2 por ciento de pobreza extrema. El estigma español es imborrable, invisible de entrada, molesto cuando se pasa de turista a residente y que se suaviza tras pagar el derecho de piso. No desaparece. En 2008 Bolivia se polarizó entre las regiones más pro Evo y las opositoras. La autonomía se convirtió en bandera por motivos endógenos y también por oposición. Tarija se convirtió de hecho en la promotora del nuevo modelo y bebió directamente de las fuentes más independentistas catalanas. Y también vascas. Guillermo encontró una vía de escape.
Por su formación, su metro noventa y su centenar de kilos empacados en un cuerpo aún atlético blanco nuclear fue requerido para cubrirle las espaldas al Gobernador de entonces, Mario Cossío, hoy exiliado en Paraguay donde huyó antes de ser devorado por una docena de casos de corrupción que lo involucraban. Pero fue tarde.
En 2009 Bolivia ya había aprobado entre bloqueos, protestas y denuncias de golpe cívico – prefectural una nueva Constitución Política del Estado, mucho más ligth de lo que se presuponía pero que ayudó a pacificar el país y consolidar el proyecto del Movimiento Al Socialismo (MAS) que se mantendrá en el poder por lo menos hasta 2019. Entre las muchas nuevas normativas implantadas estaba también la Migración. El trámite de doble nacionalidad se extinguió y fue sustituido por el de naturalización. Guillermo fue el primer extranjero en solicitarlo en las oficinas de Tarija, que por entonces quedaba a 24 horas de La Paz por carretera sin asfaltar. Ni siquiera había un reglamento que aplicar.
Guillermo quedó por primera vez sin documentación. En Tarija, donde todo es un poco más lento y mucho más alegre que en el altiplano, no era prioridad. Su carpeta de inicio de trámite se convirtió en una especie de experimento, viajó por el país como un campo de pruebas para una regulación que no existía. Su carnet de Extranjero caducó. Los meses fueron pasando. En el lapsus, Guillermo reconoció un hijo que no era suyo. Años después se hizo otro con otra pareja y que desapareció de la casa junto a su madre cuando él se fue a Santa Cruz a renovar su pasaporte para intentar por enésima vez acabar sus trámites. Fue en febrero de 2016.
Reconocer a sus hijos es lo único que ha podido hacer de forma legal en un país en el que él no existe legalmente. La directora de la Regional de Migración de Tarija, María Lourdes Aldana, reconoce que su situación es “alegal”, que no se le puede deportar pero que tampoco se le puede regularizar así sin más. Cómo se puede reconocer un hijo y no poder abrir una cuenta corriente en un banco es otro de los misterios de la normativa del Estado Plurinacional de Bolivia, que sin embargo se aplica.
Guillermo se ha consumido. Mientras explica esta historia sus manos tiemblan y se le escapan risas nerviosas cuando explica sus peripecias en busca de la carpeta perdida. Pálido, sus huesos se marcan bajo los pómulos, las costras producto de la diabetes trepan por sus pantorrillas. Reconoce que en los primeros meses tras meter sus papeles le pidieron abonar el terreno con unos billetes. Lo denunció al Defensor del Pueblo y el revuelo saltó a los medios de comunicación precipitando cambios y ceses fulminantes, pero es algo de lo que ya no quiere hablar. A la larga siente que le ha perjudicado. En otro intento fallido le pidieron cantar el himno de Bolivia en español, en aymara y luego en guaraní. Lo había estudiado pero perdió el hilo en la segunda estrofa y lo completó con el himno del Athletic. Nadie se dio cuenta. Igual no obtuvo papeles.
La carpeta se perdió y sus cálculos dicen que unos 2.000 dólares en tasas, certificados de interpol, domiciliarios, de antecedentes y fotocopias también. Mil más si se suma el viajecito al consulado español en Santa Cruz para renovar el pasaporte. El riesgo de haber perdido la familia que ha creado es peor. Sin papeles no puede acceder a un trabajo decente en el que se cumpla la Ley, pues la Bolivia de Evo también ha declarado la guerra a la contratación ilegal mientras se multiplica el trabajo informal de la venta ambulante. Hoy se ha trasladado a un cuartucho de tres por tres en un suburbio de Tarija, diez pesos de taxi, el doble de uno normal, que apenas puede pagar con lo que cobra del cover tras atender un concierto.“Que venga para arreglarlo” dice Aldana, quien solo ha vivido la última parte de la travesía y que tiene voluntad de ayudar, pero no medios. Volver a empezar el trámite es dinero que no tiene y que no pudo darle al hijo que se ha ido. Claudicar no está en sus planes.
Las dificultades laborales para un migrante
En Tarija residen 8.821 extranjeros, según los datos del censo de Población y Vivienda elaborado en 2012. Representan el 1,82 por ciento. De ellos, 2.481 se declaran solteros, 1.914 casados y el resto tienen otra situación en su estado civil.La mayoría de los residentes en Tarija son de nacionalidad argentina que se han asentado en el departamento sureño por vínculos familiares y laborales, ya que la relación entre Tarija y Salta data de muchos años. La mayoría tienen la doble nacionalidad. La mayoría de los extranjeros que llegan a Tarija lo hacen de manera temporal y de ellos, también mayoritariamente, lo hacen con un contrato laboral bajo el brazo.De los 3.281 extranjeros que se declaran económicamente activos, 3.238 estaban entonces activos laboralmente, 24 eran cesantes y 20 eran aspirantes. Uno de ellos era Guillermo Sales García Egocheaga, quien desde 2006 no ha podido salir del país y ahora, apenas puede salir del departamento de Tarija.Su situación laboral es complicada, puesto que se encuentra expuesto a la voluntad de sus empleadores, quien en la mayoría de las ocasiones comprenden su precaria situación y le dan una mano, pero al mismo tiempo, temen ante posibles represalias por parte del Ministerio de Trabajo. Guillermo explica los problemas que ha tenido en cuanto a salarios y otros motivos de baja.Los trámites en migración se han modificado hasta en tres ocasiones en los últimos años. En algunos casos se han simplificado a partir de la Visa de Objeto Determinado, que es la más cara y es la que se exige para justificar el motivo por el que se quiere residir en Bolivia. Con las nuevas normativas sobre todo se ha transparentado, ya que todos los depósitos se realizan mediante cuenta bancaria.La actual directora de Migración, Lourdes Aldana, reconoció las dificultades por las que atraviesa Guillermo, sin embargo, hasta la fecha no se ha podido dar una solución. SI bien es cierto que él también ha espaciado sus intentos por las dificultades económicas.
Guillermo en Tarija, un giro en su vida
Voluntario
Guillermo Sales García Egocheaga era un joven muy activo en España y no cambió sus hábitos cuando aterrizó en Tarija. Habitualmente ha prestado servicios voluntarios en muchas actividades y eventos de la ciudad. Sus habilidades como paramédico le sirvieron para prestar un trabajo muy valioso para los pacientes
Talleres
El vasco Sales también pudo impartir sus conocimientos en diferentes talleres. Especialista en Primeros Auxilios, Sales García Egocheaga impartió incluso cursos en la Universidad. De su etapa en España cuenta también buenos recuerdos sobre la materia. Ayudar a la gente y la educación son algunas de sus pasiones.
Cumpleaños
El vasco Sales ya ha celebrado hasta diez cumpleaños en Tarija, donde ha formado familia y también trabado buenas amistades, ya que su carácter es sociable aunque su envergadura cause respeto. Su intención inmediata es lograr la regularización para poder acceder en buenas condiciones al mercado laboral y dar lo mejor a sus hijos.