Cuentos tarijeños
Bautizo negro
Relato de la serie Bermejo 100 años, centenario del descubrimiento de petróleo en Bolivia.



-¿Ipita*, de donde sacas este cuento que te bautizaron con petróleo?
-Jefe, cuando nací, el cura dijo que se acabó el agua bendita. Entonces mi mamita le pidió que bendijera el agua del rio Bermejo, y que me bautizara, que para eso era sacerdote.
-¿Y qué pasó?
-El cura no quiso, el agua consagrada solo podía bendecirla el Obispo de la Diócesis, pero el camino a Tarija estaba cortado y solo quedaba el Obispado de Salta en Argentina, que era un viaje de dos semanas, relató Ipita.
Era la conversación entre Ipita, trabajador petrolero oriundo del sur de Bolivia y el norte argentino, y el Ingeniero Armstrong, en un descanso de la perforación del pozo Bermejo 2 en el año 1924.
-Mi mamita que no quería volverse a la casa sin que me bautizaran, de su llika sacó la botella de Itakyra, que es como le llamamos al líquido negro que sale del cerro y que usamos para alumbrar y aliviar los calambres. Y le pidió al cura que me bautizara con este líquido, porque es milagroso. El cura a regañadientes untó sus dedos y me marcó la cruz en la frente, continuaba Ipita.
-Por eso eres negro Ipita, se burlaba el ingeniero, provocando la risa del resto de trabajadores petroleros que descansaban sentados sobre la torre de perforación.
-Si, todos los Chaguancos somos negros porque nos bautizaron con Itakyra, contestó Ipita, risueño y divertido burlándose de sí mismo.
El Ingeniero Superintendente, jefe de todos, escuchó la última parte de la conversación y en tono alto, reclamó -negros y blancos a trabajar, el petróleo nos espera, apuren-
Los días pasaban, los trépanos horadaban la tierra, con cada golpe se avanzaba unos centímetros, los trabajadores extenuados, comenzaban cada jornada con la esperanza de que esta vez saldría el ansiado liquido negro. El rio Bermejo, impasible les acompañaba, el monte bramaba, agobiado por el calor y los bichos.
De repente la tierra comenzó a rugir y el oro negro brotó por los aires, cayendo sobre los trabajadores e ingenieros, provocando su algarabía. Era el 25 de junio de 1924, se había descubierto petróleo en Bolivia.
De todo esto, Ipita se acordaba hasta los últimos detalles, lo relató cientos de veces a varias generaciones de bermejeños y a él le parecía que hubiese sido ayer. Rememoró con cariño la decisión de su mamita de que le bautizaran con petróleo, en este acto, recibió el primer sacramento y se derramaron unas gotas de Itakyra en su boca y desde entonces le agarró el gusto. Su mamita se dio cuenta y en secreto, sin que nadie se enterara, le daba gotitas de petróleo con agua para que no llore.
“Soy viejo en edad, pero nunca me enfermo y sigo joven”, cavilaba Ipita. Recordó que alguna vez escuchó la historia de Gilgamesh, el guerrero que decidió ser inmortal, y la investigación científica de que los bermejeños eran longevos porque habían ingerido pequeñas dosis de petróleo durante su niñez. En su caso, había tomado la decisión de no envejecer y el petróleo secundó esta determinación.
Ipita levantó la copa de oro negro, echó un poco en las aguas del rio Bermejo “para la Pachamama” dijo y bebió el líquido viscoso de un solo trago.
*Ipita: poblador oriundo del sur de Bolivia y el norte argentino.