¿Está naturalizado el trabajo informal?
La persistente sombra de la informalidad laboral es una realidad latente e inevitable en Bolivia



El trabajo informal es, lamentablemente, parte de la vida cotidiana. Bolivia presenta el índice más alto de informalidad de Latinoamérica y se sitúa entre los más elevados a nivel mundial. Según datos de 2020 de la Organización Internacional del Trabajo, ocho de cada diez trabajadores están empleados en el sector informal.
Una encuesta realizada por el portal de empleos Trabajopolis.bo revela que incluso aquellos que se encuentran empleados en trabajos formales consideran la informalidad como una opción latente. Solo el 30% de ellos sostiene que el empleo formal es su única alternativa para encontrar trabajo. Esto implica que el 70% de los trabajadores con empleo formal aspira a mantenerlo, pero al mismo tiempo considera que en el futuro la informalidad podría convertirse en una realidad posible o, incluso, inevitable.
Estas cifras revelan una percepción que vale la pena analizar. Mientras que muchos desean acceder a empleos formales y estables, existe una conciencia creciente de que la informalidad persiste como una opción presente y futura en el panorama laboral. Si bien sabemos que esta realidad plantea una deuda pendiente en las políticas públicas de nuestro país, es esencial cuestionarnos por qué nos hemos acostumbrado a considerar esta alternativa como algo normal. En ese escenario cabe preguntarse: ¿Qué factores influyen en esta tendencia a conformarse con esta circunstancia que parece inevitable? ¿Por qué se naturaliza el trabajo informal?
Para entender mejor este fenómeno, el consultor José Rueda, asegura que “las razones que contribuyen a esta realidad arraigada en la sociedad son muchas. Una de las principales es la desesperación. La falta de oportunidades formales y el alto índice de desempleo generan un clima de incertidumbre y urgencia de obtener ingresos. Ante este panorama, el trabajo informal se convierte en una alternativa rápida y accesible para sobrevivir. Es una forma de subsistencia que permite cubrir necesidades básicas, aunque con limitaciones en términos de estabilidad y protección social. El ser humano frente a la necesidad económica dice que sí a situaciones en las que en una situación de tranquilidad financiera diría que no. Cuando hay seguridad económica es más fácil elegir aquello que nos conviene que cuando no la hay”.
Aceptar el empleo informal como una circunstancia que nos toca o puede tocarnos implica aprender a lidiar con lo inevitable. Cuando no hay salida posible, el ser humano desarrolla una gran tolerancia a la frustración y aparece entonces la resignación. La psicóloga María Sastre afirma que muchas veces ante situaciones como esta, el ser humano se sobreadapta a las circunstancias como mecanismo de defensa. “Es como si la persona se quedara desprotegida y con falta de capacidad psicológica para reaccionar ante lo que vive como inevitable.
En otras palabras, tanto en Bolivia como en otros países de la región, vivimos algo que podríamos describir como una sobreadaptación social. En muchos hogares, en especial de menores recursos, se van conformando identidades que se alejan de sus propios deseos, porque no queda otra alternativa que cumplir con las expectativas del entorno: adaptarse al trabajo que se ofrece para no caer en el desempleo”.
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En este contexto, la pregunta es: ¿estamos presos del conformismo? La respuesta es compleja. El ser humano ante circunstancias que no está en sus manos cambiar se acostumbra a vivir con menos expectativas. Es una manera de protegerse, de evitar angustiarse por una realidad sobre la que siente que tiene poco control.
“Este comportamiento se va arraigando con el paso de los años. Los jóvenes, en cambio, a veces se rebelan, y deciden elegir un camino diferente. Algunos van juntando billete por billete para poder probar una vida laboral en el extranjero, algo que sin duda es triste pero real en nuestra sociedad” agrega Rueda.
Una realidad que necesita ser cambiada
La vida de alguien que vive en Bolivia dista de la de los países desarrollados. En las naciones más avanzadas existe un sistema de protección social importante. Además, el trabajo informal es la excepción a la regla. La desocupación puede preocupar como posibilidad, pero no es un fantasma aterrador, ya que los seguros de desempleo son lo suficientemente sólidos como para brindar una tranquilidad mayor.
Por otra parte, suelen haber más ofertas de empleo, políticas laborales más estrictas y mayor estabilidad económica. En nuestro país al igual que en varios países latinoamericanos, en cambio, la incertidumbre está al orden del día, así como también la inestabilidad económica, la falta de protección social. Los seguros de desempleo son inexistentes o precarios.
En Bolivia, un amplio sector de la población depende de actividades económicas no reguladas. Los desafíos estructurales de la economía dificultan la creación de trabajos formales, necesarios para satisfacer la demanda laboral. Por otro lado, los altos niveles de desempleo impulsan a la gente a buscar opciones en el marco de la informalidad para ganarse la vida.
“La naturalización del trabajo informal es como una anestesia silenciosa que deja a los trabajadores en un estado de letargo y desesperanza. Vivir sin expectativas de una protección médica, de un seguro de vejez, de una posibilidad de ascenso y mejora en las condiciones laborales, es vivir en el marco de una mala calidad de vida. Sin duda, los gobiernos y las organizaciones no gubernamentales tienen mucho por hacer. No es fácil, pero vale la pena, porque la dignidad del ser humano es lo más importante de todo” concluye José Rueda.