Una foto cambió la vida de esta madre y su pequeño hijo
Liduvinia, la historia de una madre tras la bicicleta BMX en Tarija
Una mujer de chompa roja con un bebé en la espalda recorría las calles de Tarija en una bicicleta BMX, una foto cambió parte de su historia y llevó a conocer los peligros a los que se enfrenta día a día



A sus 25 años, Liduvinia aún recuerda claramente los campos de Chuquisaca, ella junto a sus hermanos en un rincón del patio intentaban manejar una bicicleta sin neumáticos, “solo eran aros nomás”, pero la hacían feliz. Cayó varias veces en el intento de siquiera mantener el equilibrio en aquella armazón sin ruedas, pero nunca se rindió, así como no desiste hoy en recorrer día a día 20 kilómetros en bicicleta con su “enano” a cuestas.

Un martes como tantos ya recorridos pedaleaba apurada por la calle Sucre de la ciudad, Camilo, su bebé de ocho meses, bien ceñido a su espalda se había quedado dormido en el trayecto de esa mañana calurosa, mientras que una mujer al verla pasar decidió tomarle una foto que cambiaría su historia, pues no se necesitaba mostrar más que eso para entender la vida de sacrificio y valentía de esta mujer.
Llegó a Tarija hace seis años aproximadamente en busca de un trabajo, en su lugar de origen, “su chaco”, ya había tocado todas las puertas sin recibir respuesta sobre un empleo. Se estableció en El Rodeo, pasando el barrio Tablada, una zona donde no llegan ni los taxitrufis, mucho menos un micro, donde aún el alumbrado público no existe, así como el asfalto.
Eso sí, la zona está plagada de peligros, más para una mujer que hasta le toca atravezar una quebrada en medio de la oscuridad para llegar a su hogar y sentirse segura.
Ese día el destino se había alineado, horas más temprano de aquel martes, Ernesto Vaca, un apasionado de la bicicleta, subía a cuestas El Gallinazo de Tarija, una subida empinada que requiere de preparación para no perder el aliento al intentar superarla. Mientras lo hacía en su bicicleta fue testigo de cómo una mujer con un bebé en la espalda y bolsones en el manubrio bajaba aquella carretera en una bicicleta BMX, la menos apropiada.
Esa imagen lo dejó pensando en dos cosas: la primera, cuál era la necesidad que movía a Liduvinia para salir en la madrugada a las calles, quizá vendía en el mercado o atendía algún puesto, pero definitivamente no era por deporte. La segunda, cómo estarían su espalda y rodillas ante el esfuerzo físico que requería manejar una bicicleta que no se adaptaba a su tamaño y según sus características servía para hacer piruetas, para hacer saltos en la plaza, menos para llevar a un niño a cuestas.i
Horas más tarde una foto llegaba a su celular, a simple vista reconoció a Liduvinia, era su chompa roja, sus bolsones, fue allí donde decidió buscarla por cielo, tierra y redes sociales, pues de la mano de su emprendimiento Sur Bike le regalaría mayor seguridad en forma de dos ruedas.
“Gracias a su apoyo la bicicleta ya está lista y equipada ¡ayúdanos a encontrar a esta mujer valerosa!” decía el post de Facebook que fue compartido más de 2.000 veces haciéndose viral a nivel nacional. Mientras que al otro lado, Ludivinia seguía recorriendo 20 kilómetros diarios sin sospechar que era la mujer más buscada en Tarija, aunque algunas personas desconocidas en la calle ya le habían alertado.
Los 20 kilómetros que recorre todos los días en bicicleta se comparan a la distancia que se debe recorrer para viajar de Tarija a San Lorenzo.
La avalancha de mensajes llegaron, algunos decían que vivía por Tabladita, otros por Tablada, pero solo una persona logró enviar un número de celular acertado. Ernesto decidió llamarla el jueves, rogando que Liduvinia no tuviera desconfianza y pensara que era un oportunista o que simplemente le jugaba una broma.
Ella fue cautelosa al responder, confiesa que no podía creer lo que pasaba, ese jueves había visto recién su foto en redes y dudando aceptó pasar el sábado por la tienda Sur Bike a elegir una bicicleta que no le costaría nada, aunque pareciese increíble.
Actualmente tiene dos empleos, por la mañana vende ropa en una tienda y por la tarde prepara bizcochos para una pastelería, es madre soltera y con la escaza remuneración que recibe por su trabajo logró juntar algunos pesos para comprarse una bicicleta negra BMX de segunda mano, que antes le perteneció a su sobrino y que era tan incómoda que debía manejarla casi encorvada por completo al no tener otra opción de transporte.
Con añoranza recuerda como en agosto de 2020, en medio de la pandemia del Covid-19, Camilo recién alcanzaba su primer mes de nacido y pasó de salir todas las madrugadas atado a su pecho, para después con el tiempo bajar El Gallinazo día a día en su espalda, algunas veces despierto, otras tantas dormido, pues ya había crecido.
El encuentro entre ella y Ernesto no fue con bombos y platillos, cómo se habría esperado aquel sábado, pero la emoción que ambos sentían la expresaron mediante miradas de agradecimiento y un choque de puños. Escogió una bicicleta vintage rosada con una canastita adelante y un asiento azul para la parte trasera junto a dos cascos y luces intermitentes para ser visible en la oscuridad y sentirse a salvo cuando emprendiera su último viaje del día a las ocho de la noche.
No se llevó la bicicleta, Ernesto le pidió tres días para equiparla y que esta sea segura para ambos, y así fue. Ese lapso de tiempo permitió crear una cadena de favores aún mayor que sobrepasó las fronteras, algunas personas trajeron aportes económicos, víveres e incluso servicios de salud a disposición del bebé Camilo.
Ernesto la describe como una mujer alta y hasta con nombre de guerrera, "algunas veces nosotros nos quejamos de cosas sin sentido, pero esta mujer guapa, valiente, que sube dos veces al día semejante subida pechando la bici con su wawa, en la noche, enfrentada a todo, se merece toda mi admiración y si me preguntan si volvería a tener este gesto, sin pensarlo lo haría".
El 5 de abril quizá nunca desaparezca de la memoria de Liduvinia, de niña siempre había esperado un regalo como esos que alguna vez de pasadas vió en la tele pero por los escazos recursos de su familia no lo recibió.
Ese martes a sus 25 años una bicicleta llegó hasta la puerta de su casa con un moño rojo, su enano y ella por fin podrían pedaliar por las calles de Tarija seguros, gracias al corazón de un buen hombre.

Seguridad, alumbrado y calles libres de acoso
Liduvinia sale de su trabajo a las ocho de la noche, desde el centro emprende su viaje hacia El Rodeo en casi 30 minutos de pedaleo y hasta la fecha se ha topado con todo tipo de riesgos en las calles de Tarija.
El primero y el más común es que los autos no respetan a las ciclistas, invaden sus carriles e incluso la obligan a orillarse para que ellos puedan cruzar. Otras amenazas que van acompañadas una de la otra, es la oscuridad de las calles y los borrachos que se esconden allí, antes de llegar a la subida del Gallinazo ella confiesa haber sido acosada por hombres que acostumbran a sentarse en tiendas cercanas donde venden bebidas alcohólicas a cualquier hora del día.