Las mujeres que se dedican a las barrer las calles, esperan que les habiliten un transporte
Mujeres en peligro, lo que esconden las calles "limpias" de Tarija (Video)
“Dos compañeras fueron agarradas en la avenida”, “la intentaron violar”, “tiraron a una trabajadora de EMAT de un puente”, son algunas historias de “las barrenderas” que limpian la ciudad en las madrugadas



“Tarija la linda”, “Tarija la ciudad más limpia de Bolivia”, estas frases dichas con orgullo esconden un trabajo de hormiga teñido de acoso y violencia en contra de mujeres mejor conocidas como “las barrenderas”, que día a día se enfrentan con la oscuridad de la noche, la inseguridad de las calles, hombres violentos, insultos e incluso enfermedades por tener contacto directo con la basura. Pero, sin tener ningún tipo seguro de salud y además sin un protocolo que resguarde sus vidas.
“Dos compañeras fueron agarradas en la avenida”, “la intentaron violar”, “tiraron a una trabajadora de EMAT de un puente”, “la encontraron muerta en la calle que limpiaba”, “hay cosas peores”, “todas pasaron por lo mismo”, “las denuncias quedan en nada”, son los testimonios de personas que trabajan dentro de la Entidad Municipal de Aseo de Tarija.
Una madrugada de barrendera
Noventa mujeres se reparten el casco viejo de la ciudad para su limpieza, sus labores inician a las 02.00 o en algunos casos a las 03.00 de la mañana, esto sin contar el viaje a pie que cada una emprende desde zonas alejadas de la ciudad. Algunas llegan desde Turumayo, desde el barrio Los Chapacos, Monte Sud, Artesanal, arriesgando sus vidas, pues no hay otra opción mientras no encuentren otro trabajo en la pandemia.
Dos periodistas de El País quisieron conocer parte de la realidad diaria de estas mujeres. Para ello, como a las 01:45, tomamos rumbo hacia el barrio “Tarijeños en Progreso”, que empieza justo donde termina la avenida Gran Chaco, “la del avión”.
Entre calles accidentadas, aguas empozadas y ladridos de perros, con temor, empezamos la búsqueda de la casa de doña Dunia, quien, por referencias de los encargados, es la que más lejos vive. Pasamos como dos tanques de agua, la luz cada vez era más escaza, y ya llegando a un barranco, Dunia salía de su domicilio, con un traje de bioseguridad plomo que le cubría todo el cuerpo, una gorra que dice EMAT en la parte delantera y su escoba que casi le dobla el tamaño, pues mientras más grande sea esta, el trabajo se agiliza.
De ida a su casa, no encontramos personas en la calle, Dunia sabía que éramos nosotros, pues le adelantamos un día antes por llamada que iríamos en un auto rojo, pese a estar resguardados en él, recorrimos las calles con temor. Sin embargo, ella nos recibió con una sonrisa, como una guía que conoce de palmo a palmo aquella avenida que transita a oscuras desde hace dos años.
“Pensé que no iban a venir, yo ya me estaba yendo”, nos dijo en tono de broma, y más despabilada que nosotros, acostumbrados a estar “en el quinto sueño” a esa hora.
Es madre de cuatro hijos, vive allí desde hace cinco años, antes que abandonará la casa de su suegra pues su matrimonio fracasó. Con un sueldo mínimo debe llenar su olla para cinco personas, y “estirar el dinero”, como ella dice, para que alcance.
Desde la calle se observa que el lugar donde vive aún es precario, no tiene alcantarillado y su lote está cerrado tan solo con alambre y algunos palos, sus hijos allí quedan durmiendo, mientras ella empieza su caminata de una hora hasta el Obelisco, al frente de la exterminal, ahí inicia su turno de limpieza.
Eventuales De 90 trabajadoras de EMAT, 35 son eventuales, que no cuentan con seguro médico ni con aportes a la AFP
“Le acercamos”, le dijimos tras una charla amena en medio de la calle. Ella tomó su basurero y su escoba, que por cierto era pesada (más o menos cada 15 días la vuelve a armar con chilcas del río). Empezamos a bajar de Tarijeños en Progreso y en el recorrido observamos tres jóvenes, uno envuelto en una frazada y otros de menor edad en plena avenida. “Es peligroso, pero gracias a Dios nunca me pasó nada”.
Cuando Dunia se va a pie, evita ir por la avenida Julio Delio Echazú, donde se ubican las pescaderías, pues explica que es una zona muy silenciosa, y que quizá nadie la escucharía, nadie la auxiliaría si alguien intentara “agarrarla”.

Estuvimos a las 02:40 en el Obelisco de Tarija, barbijos, papeles, bolsas tiradas ya resaltan en las calles de pavimento, con demasiada luz e incluso más gente y autos, diferente a la realidad de la que salíamos hace unos minutos. Desde las bancas allí instaladas, hasta llegar al Colegio Belgrano, Dunia debe barrer y barrer, alguna vez intentó traer a su hija para que la ayudara, pero terminó desistiendo de la idea porque el trabajo era pesado y claramente su hija no lo soportaba.
Al despedirnos, esta mujer de 34 años, emocionada por ser tomada en cuenta, pidió que no nos olvidemos de las trabajadoras de EMAT, pues existe la promesa de un micro que las recoja para trasladarlas a sus puestos de trabajo. “Ojalá se cumpla”, dice.
EMAT promete transporte en una semana El gerente de EMAT Rolando Ruiz aseguró a El País que, frente a los hechos de violencia ocurridos, la entidad desde la próxima semana pondrá a disposición de las trabajadoras dos micros, que las trasladarán en la madrugada a sus puestos de trabajo. Además, se les prevé dotar de gas pimienta para defensa propia. Las trabajadoras esperan que se cumpla esta promesa.
Desde la Unidad de Comunicación informaron que son dos kilómetros los que se les asigna a cada persona en el área de barrido. Las mujeres están distribuidas desde la zona del mercado Campesino, La Loma, Villa Abaroa, Las Panosas, Villa Fátima, Juan XXIII, Senac y en las avenidas principales de la ciudad.
Solo existen cinco inspectores, quienes recorren en motos y vehículos las calles con planillas para constatar que cada una esté en su lugar de trabajo. Don Milton Martínez, quien es responsable de esta área desde algunos meses, está al tanto de los abusos de los que son víctimas las trabajadoras. Intensificó su trabajo, pues él se siente responsable de cuidarlas.
“Mis compañeras ya están cansadas, sufren mucho acoso de gente en estado de ebriedad, las acusan de que se alzan sus billeteras, lo más relevante de este año, lo que pasó con doña Trinidad”, comentó.
Trabajadora fue golpeada en la madrugada mientras barría
Trinidad, el 5 de febrero, fue golpeada por un hombre en estado de ebriedad mientras ella limpiaba la calle España. Este caso evidenció una justicia indiferente, pero, además, sacó a flote la inseguridad con la deben lidiar todos los días estas mujeres.
Tras repetidas agresiones, Trinidad y sus compañeras coordinan sus horarios de salida para encontrarse en algún punto de la avenida Gran Chaco (zona roja por albergar bebedores consuetudinarios), juntan valor y en un grupo de tres caminan hacia el casco viejo de la ciudad, que “por obra divina” aparece limpio por las mañanas.
Sin un transporte formal que las recoja a esa hora desde la seguridad de sus casas y las lleve a las calles, dándoles la garantía de que volverán sanas, es que muchas optan por ir acompañadas de sus esposos, quienes, además de ayudarlas a barrer, prestan auxilio ante cualquier peligro.
Trinidad quedó con 10 días de impedimento por los golpes que sufrió, asegura que EMAT no presta la atención debida a este tipo de casos e incluso la misma Policía la obligó a declarar de nuevo, pues de la madrugada en la que pasaron los hechos se perdió el registro, dejaron libre a su agresor y, además, no le pidieron ni sus datos.
“Floja”, “ganas de arriba”, “para limpiar te pagan”, es otro tipo de violencia a la que se enfrentan. Sin contar que 35 barrenderas son eventuales desde hace años, no tienen seguro, ni aportes a la AFP. Trabajan de lunes a lunes, sin vacación, sin feriados, en invierno, en lluvia y enfrentadas en medio de la noche a sus peores miedos.