Trabajar en centros de reclusión
Terapeutas: la carga de asistir a privados de libertad en Tarija
Rose Mery Ponce es una psicóloga que relata los altos niveles de estrés que significa trabajar con este grupo poblacional, sin recibir suficiente apoyo del Estado en el tema de contención



En muchas oportunidades la información relacionada con el régimen penitenciario y los centros carcelarios se enfocan en las situaciones por las que pasan los privados de libertad, pero son pocas las oportunidades en que se presta atención a lo que viven quienes se encuentran trabajando en este ambiente. Una de las tareas de mayor carga es de quienes tienen que hacerse cargo de las terapias a los internos.
Una de las profesionales que llevó adelante esa labor es Rose Mery Ponce, quien hasta el 2004 era parte del personal del Servicio Departamental de Gestión Social (Sedeges) y como psicóloga acudía de manera regular a Morros Blancos para dar terapia, especialmente a la población femenina.
“Yo no era psicóloga de planta, recién ahora hay eso. El trabajo era bastante pesado, teníamos la labor de ir y realizar terapias, especialmente con la población de mujeres y realmente es una carga bastante pesada porque lleva mucho tiempo. Ahí uno va viendo las necesidades que hay dentro del penal”, señaló.
En ese entonces, la mayoría de las mujeres que cumplía alguna pena era por delitos relacionados con la Ley 1008 de Régimen de Sustancias Controladas. Muchas se dedicaban al transporte, como “mulas”, y así sustentaban a sus familias. Según lo que cuenta Ponce, era una de las situaciones que conllevaba mayor estrés a la hora de trabajar las terapias.
“Quienes están ahí no son dueños, son simplemente los que hacen de transporte, que incluso usan su cuerpo como medio para transportar, ingiriendo cápsulas para poder salvar los controles”, relató.
Este tipo de situaciones generaba cuadros difíciles de tratar. Muchos internos caían en estados de depresión profunda, también por el hecho de que un alto porcentaje proviene de Yacuiba y por esta razón sus familiares no podían visitarlos con frecuencia, a veces tenían hijos que vivían dentro de la cárcel cumpliendo sentencia junto a sus padres.
Falencia No se brinda a los profesionales que trabajan en el penal ningún tipo de contención para que puedan sobrellevar esa presión
También era frecuente ver escenarios de enfrentamiento entre los internos que formaban diferentes bandos, que se amenazaban entre sí, muchas veces a causa de enojos por rumores o que alguien no preste a otro sus pertenencias.
Terapia para el terapeuta
Otra de las situaciones por las cuales tuvo que atravesar durante su paso por el Sedeges fue cumplir con los requerimientos de pericias para el Ministerio Público y los juzgados. En ese entonces los internos eran trasladados a dependencias de la institución para su revisión, sin que los ambientes cumplan con ningún estándar de seguridad para el personal, que corría el riesgo de que el reo intente escapar o agredirlos.
Tratar este tipo de casos significa mucho estrés, sin embargo, ni entonces ni ahora se brinda a los profesionales a cargo de esta labor ningún tipo de contención para que puedan sobrellevar esa presión.
“Sí, se siente una sobrecarga demasiado complicada y lamentablemente las instituciones no logran cumplir con las tareas de higiene mental de las personas que cumplen la función de terapeutas. Se trata de un tema de gran necesidad para el profesional que se desempeña en estos ambientes tan cargados de energía negativa, debería haber una terapia para el terapeuta”, dijo.
Ese fue su llamado para que se pueda prestar mayor atención al bienestar de estos profesionales, porque en la medida en la que se encuentren contenidos podrán asistir mejor a los privados de libertad o a cualquier otro grupo como los sectores vulnerables.
Un centro de reclusión y no de rehabilitación
Actualmente, el penal de Morros Blancos de Tarija estaría habitado por aproximadamente 700 internos. Sin embargo, el centro solamente está cumpliendo con su rol de reclusión y no así de rehabilitación.
Uno de los factores es que no hay una presencia permanente de personal para las terapias. Desde el 2019, durante varios periodos, no se contó con un psicólogo de planta que coadyuve a la salud mental de los reclusos que se hallan ahí.