El efecto humano de la pandemia
Los últimos días de vida de Máxima, una paciente con Covid en Tarija
“Chau mis corazones” fueron las últimas palabras de Máxima, antes que su camilla se perdiera entre los fríos y blancos pasillos del hospital Obrero de Tarija. Hipertensa, con Chagas y Covid, así vivió sus últimos días



“Chau mis corazones” fueron las últimas palabras de doña Máxima, antes que su camilla se perdiera entre los fríos y blancos pasillos del hospital Obrero de Tarija una noche de julio. Su hija llegó hasta donde se lo permitió una compuerta de la Sala de Terapia Intensiva Covid, donde además un letrero verde restringía el ingreso. Sostuvo por segundos el tanque de oxígeno, mientras ambas se daban un abrazo largo y profundo, algo les decía que era el último.
Salas de terapia, lo que no se ve
Doña Máxima Vega, vivía en una casa tranquila, allá por Luis de Fuentes, justo en una esquina escondida donde parecía que el Covid no existía. Cuando empezaron los casos en Asia y Europa, ella aún incrédula creía que la distancia entre continentes evitaría que aquel virus llegara, sin embargo, al ver los primeros infectados en Bolivia, se dio cuenta que era cosa seria.
Fue la primera de su casa en mostrar sintomatología, ya en el día nueve de la enfermedad le faltaba el oxígeno y la agitación en su pecho era insostenible. Con sus dos hijos llegó hasta el seguro, necesitaba respiración mecánica, pero todas las camas de Terapia Intensiva se encontraban llenas.
Un médico con total sinceridad llamó a sus familiares afuera, “tienen que ser fuertes y estar preparados para todo”, dijo, mientras aseguraba que en Terapia Intensiva había un paciente que parecía en cualquier momento perdería la vida, esa muerte sería la salvación de Máxima, mientras tanto tendría que permanecer en Terapia Intermedia y luchar por sí misma.
Su hijo, un médico notable en Argentina, logró entrar a aquella sala como doctor de cabecera de su madre, cuando él salía, Daniela, su hermana, entraba en su lugar. Allí en medio de otras cuatro pacientes con Covid, aquella joven perdió el miedo a la muerte y al contagio. Se quedaba días enteros adentro, sin comer ni ir al baño, su único temor era que las enfermeras la sacaran, por esto procuraba vestirse como ellas, para pasar desapercibida.
El relato de Daniela no pierde detalles y aún parece volver a ver la desesperación de las personas allí adentro cuando se quedan sin aire. Cuenta que una mujer diabética y enferma renal que no llegaba ni a los 40 años, “empezaba a ponerse azul” por falta de oxígeno. Gritos, golpes en el pecho y ella corriendo muchas veces en los pasillos pidiendo a las enfermeras quitar el oxígeno a otros pacientes menos graves para ponérselo a su madre, acompañan sus recuerdos.
Doña Máxima tuvo tres hijos, pero por causas de la vida, le tocó criar a dos nietecitos, uno de ellos el hijo de Daniela. Quien hasta se olvidó del pequeño mientras permaneció cuidando a su madre “veo la vida de otra manera, ahora sé por quién y por qué vale la pena llorar”, relata.
Si algo le heredó a su progenitora, fue ser un poco incrédula, pues cuestionaba el diagnóstico del doctor que ya había desahuciado a Máxima. No entendía cómo podía estar muriendo, si aún conversaba con ella, reía e incluso comía todo lo que le traían. “Daniela qué haces aquí anda a la casa, vos me vas a enfermar más aquí “, le decía Máxima cada vez que despertaba y la veía sentada a su lado.
Ahora, a más de tres meses de su muerte, la joven entiende que su madre no se encontraba mejor que los demás de la sala, solo era su amor que no le permitía mostrarse débil y causarles dolor a sus hijos. Por eso resistió, sin quejas, hasta pareciese que sin dolor hasta el final.
Pasaron tres días y no había mejoría, los doctores afirmaron que no estaba dentro de sus protocolos de atención usar plasma en pacientes Covid, porque con seguridad no sabían si en algo ayudaba, pese a ello, ambos hermanos ya con síntomas de la enfermedad, empezaron la búsqueda de aquel componente, su única esperanza.
Buscar plasma hasta morir, el negocio de la pandemia
A su paso la pandemia dejó nuevos ricos, cadenas farmacéuticas, distribuidoras de insumos de seguridad y los que hicieron de la donación de plasma un negocio.
Morbilidad Más del 60% de personas que entraron en terapia intensiva por Covid en Tarija, presentaron hipertensión y diabetes.
Listas con números telefónicos aparecían en las redes, algunos no querían donar, otros ni contestaban. Daniela logró contactarse con un soldado quién aseguró tener todos los requisitos para ser donante, le dijo que lo esperará afuera de un cuartel de San Luis, pero, nunca llegó y además bloqueó su número.
Recurrió a listas de Santa Cruz, donde el comercio era mayor. “Solo escribías a un número y al rato te escribían otros, te llamaban, te mandaban fotos, cuentas de banco para que deposites un anticipo, costaba hasta 14.000 bolivianos”.
Cuando lograron conseguir una unidad, el Banco de Sangre explicó que se debía hacer un trámite para obtenerla, eso fue un lunes, y la misma noche de ese día Daniela presenció cómo doctores escogían a quien ingresar a Terapia Intensiva. “Ingresen a la de la cama 25”, era su madre.
Antes de que se la llevaran y en su desesperación, le dieron dióxido de cloro, quizá en algo ayudaría. Máxima subió a la camilla, mientras que su hija sostenía el oxígeno, con una media sonrisa le dijo “chau mis corazones”, aunque solo Daniela la despedía en aquel pasillo.
Ya era martes, su hijo había madrugado a recoger el plasma, pero ya no fue necesario. Máxima pertenece a ese grupo de personas que se fueron en una sala fría y blanca de Covid, sin entierros, sin familia, solo con la fortaleza que les quedaba, esa que siempre será recordaba, más aún en Todos Santos.
Tarija llora a sus muertos por Covid en Todos Santos
Hasta el 2 de noviembre, en el departamento de Tarija se registraron 379 muertos por Covid-19. De esta cifra, 254 son varones y 124 mujeres.
El primer fallecido por Covid en el departamento se registró el 2 de mayo. Se trataba de una persona de 54 años que fue derivada desde Yacuiba a Cercado, pero que apenas pudo sobrevivir al traslado. Aquella no solo fue la primera víctima mortal del departamento, sino también el primer caso positivo en Yacuiba.