Ser niña y los primeros pasos en una carrera de obstáculos
Eugenia de 10 años es la única mujer entre siete hombres de diferentes edades, todos ellos son sus hermanos. Pero a ella le toca siempre la peor parte, limpiar, cocinar junto a su madre, lavar ropa y cuidar de los más pequeños. Todo esto mientras todos sus hermanos juegan a la pelota en...



Eugenia de 10 años es la única mujer entre siete hombres de diferentes edades, todos ellos son sus hermanos. Pero a ella le toca siempre la peor parte, limpiar, cocinar junto a su madre, lavar ropa y cuidar de los más pequeños.
Todo esto mientras todos sus hermanos juegan a la pelota en una erosionada cancha de San Jorge. A su corta edad piensa que tal vez el problema es la falta de dinero, lo que ella no sabe es que no es tan simple como eso.
Desconoce el pensamiento de la gente en general, las pobres cifras de acceso a la educación para las niñas, desconoce también los horrendos crímenes que se comenten en contra de ellas. Desconoce tantas cosas y es mejor que sea así, al menos por ahora.
Cada día ella se convierte en adulta al lado de un bebé, en un mundo de miseria que la hace más vulnerable. Pero la vida de Eugenia es sólo una parte de la realidad.
La pesadilla más dura de ser niña la ha vivido Carla, de 12 años, violada cuando tenía 10. La adolescente vive en una casa de adobe hecha con tablones de madera.
Es aquí donde contó su historia: “Me pagaba cuando abusaba de mí. Cuando no me quería dejar hacer nada de él. Me trataba a golpes, me amarraba de las manos y de los pies, me decía que me iba a matar si yo hablaba. A mí y a mi mamá”, relató Carla.
Como resultado de las violaciones quedó embarazada y aunque no quería ser madre, la joven fue obligada a parir.
El 90% del riesgo de violación está entre las cuatro paredes del hogar, donde acechan padres, padrastros, hermanos, tíos, abuelos. Cualquier pariente de sexo masculino, o también los amigos de la familia, puede ser un potencial agresor sexual.
En Bolivia, según los datos del censo 2012, el 19% de la población boliviana son niñas y adolescentes que aún no cumplieron 18 años; eso quiere decir que cerca de dos millones de habitantes son niñas en nuestro país. Sin embargo, desde el inicio de su vida las niñas inician una carrera de obstáculos, más altos que sus pares niños y adolescentes varones.
Carrera de obstáculos
La carrera de obstáculos tiene forma de pirámide. Es casi como un embudo, como una boca muy estrecha en el caso de las niñas. No todas las niñas empiezan su vida en iguales condiciones. A lo largo del recorrido se produce una serie de eslabonamientos: quienes mejor empiezan tienen también mayores posibilidades de culminar el trayecto o, al menos, superar el siguiente obstáculo que debe enfrentar.
Se queda en la boquilla del embudo aquella niña menor de cinco años que no recibe adecuada alimentación y atención; aquella niña que tuvo que abandonar la escuela para cuidar a sus hermanos menores; aquella niña forzada a ser empleada doméstica desde pequeña edad por pago de una deuda; aquella niña que tiene que tiene la responsabilidad de proveer agua a su familia y debe acarrearla por largas distancias; aquella niña que como víctima de la violencia de la sociedad quedó embarazada en la adolescencia; aquella adolescente que hoy es madre y lucha por cuidar a su niña para que no sufra la misma suerte.
De acuerdo a últimos datos, Bolivia ha hecho grandes inversiones en educación, salud, agua y saneamiento e importantes avances hacia el logro de la paridad de género. Más allá de las estadísticas, la realidad cualitativa de muchas niñas nos muestra una profunda situación de desigualdad en el ejercicio de los derechos fundamentales de las niñas y adolescentes: al desarrollo de sus capacidades, a la protección y a la igualdad de oportunidades sin discriminación (por edad, sexo, lugar de residencia, origen étnico, clase social) y a ser vivir libres de violencia en todas sus formas.
5 de cada 10 mujeres no cuentan con acceso a la educación
La institución “Plan Internacional Bolivia” realizó un estudio en 2014 en varias zonas del país que arrojó preocupantes resultados. Cinco de cada diez mujeres bolivianas no cuentan con acceso a la educación.
El estudio se realizó en cinco municipios de Bolivia: Tarabuco (Chuquisaca), Padcaya (Tarija), Jesús de Machaca (La Paz), Ascensión de Guarayos (Santa Cruz) y Coripata (Yungas de La Paz). Las encuestas se realizaron a casi 600 personas en el período que va desde septiembre de 2013 hasta abril de 2014.
“La investigación dice que la mayoría de los jóvenes que no estudian son mujeres a pesar de que son las que menos reprueban. Asimismo, indica que en todas las regiones existe un 10 por ciento más de varones que repite el curso”, comentó en ese entonces el gerente de Plan Internacional Bolivia, Mauricio Velasco.
Superar las diferencias es posible
Para Sunah Kim, Representante de UNICEF en Bolivia, los obstáculos en la carrera de la vida de las niñas y adolescentes serán más fáciles de superar cuando continuemos garantizando servicios de salud y educación con enfoque de género, se ponga fin al embarazo y uniones de pareja a temprana edad, se realicen acciones eficaces para prevenir, mitigar y atender la violencia de género, promover el acceso a información sobre los temas que les atañe y generar espacios de participación de los/as adolescentes.
Para cerrar las brechas sociales, económicas y políticas de las mujeres, hay que empezar cerrando las brechas entre las niñas y niños, desde el hogar, la comunidad y el Estado.
“Inicialmente, lo importante es hacer visible las diferencias entre niñas y niños. Para eso es necesario que la información estadística sea clara y desagregada por sexo. Una vez identificadas estas diferencias y brechas de equidad se podrá proponer planes de trabajo y políticas específicas que ayuden a cambiar la realidad en esa larga carrera de obstáculos que niñas y adolescentes deben atravesar para llegar a su adultez después de haber ejercido plenamente sus derechos”, explica.
Convocó a la sociedad a que no bajemos los brazos en esta lucha por los derechos de nuestras niñas y que unamos todos los esfuerzos para que no quede ni una niña sin ir a la escuela, no vuelva a desaparecer una niña víctima de trata, que ninguna niña quede embarazada víctima de un abusador, que ninguna niña quede sin ejercer sus derechos por ser pobre, discapacitada o simplemente por ser niña.
Falta de educación sexual
El mismo estudio pudo comprobar que 4 de cada 10 niñas no saben qué es la menstruación y que, al ser consultadas al respecto, expresaban sensaciones de culpa, miedo e inseguridad que en algunos casos terminaban en susto y llanto.
Por su parte, nueve de cada diez niños demostraron no saber absolutamente nada sobre la menstruación femenina. Incluso, quienes habían oído algo al respecto, lo relacionaban con sensaciones negativas y falta de pulcritud.
La violencia sexual es también recurrente, tres de cada diez niñas reconocieron haber sufrido esta situación a manos de un miembro de la familia. Sin embargo, la mayoría de ellas no denuncia el delito.
Pero añadido a esto el paso de niña a mujer puede resultar muy incómodo según la zona en la que se viva, sobre todo si ni siquiera en la escuela se cuenta con algo tan básico como un baño para cambiarse, una realidad que miles de niñas bolivianas comparten cada mes cuando llegan “esos días”.
Tanto es así que una de cada dos niñas en el medio rural boliviano no puede manejar de forma higiénica su menstruación debido a la falta de baños en las escuelas de sus comunidades, según un informe de Unicef y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
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Todo esto mientras todos sus hermanos juegan a la pelota en una erosionada cancha de San Jorge. A su corta edad piensa que tal vez el problema es la falta de dinero, lo que ella no sabe es que no es tan simple como eso.
Desconoce el pensamiento de la gente en general, las pobres cifras de acceso a la educación para las niñas, desconoce también los horrendos crímenes que se comenten en contra de ellas. Desconoce tantas cosas y es mejor que sea así, al menos por ahora.
Cada día ella se convierte en adulta al lado de un bebé, en un mundo de miseria que la hace más vulnerable. Pero la vida de Eugenia es sólo una parte de la realidad.
La pesadilla más dura de ser niña la ha vivido Carla, de 12 años, violada cuando tenía 10. La adolescente vive en una casa de adobe hecha con tablones de madera.
Es aquí donde contó su historia: “Me pagaba cuando abusaba de mí. Cuando no me quería dejar hacer nada de él. Me trataba a golpes, me amarraba de las manos y de los pies, me decía que me iba a matar si yo hablaba. A mí y a mi mamá”, relató Carla.
Como resultado de las violaciones quedó embarazada y aunque no quería ser madre, la joven fue obligada a parir.
El 90% del riesgo de violación está entre las cuatro paredes del hogar, donde acechan padres, padrastros, hermanos, tíos, abuelos. Cualquier pariente de sexo masculino, o también los amigos de la familia, puede ser un potencial agresor sexual.
En Bolivia, según los datos del censo 2012, el 19% de la población boliviana son niñas y adolescentes que aún no cumplieron 18 años; eso quiere decir que cerca de dos millones de habitantes son niñas en nuestro país. Sin embargo, desde el inicio de su vida las niñas inician una carrera de obstáculos, más altos que sus pares niños y adolescentes varones.
Carrera de obstáculos
La carrera de obstáculos tiene forma de pirámide. Es casi como un embudo, como una boca muy estrecha en el caso de las niñas. No todas las niñas empiezan su vida en iguales condiciones. A lo largo del recorrido se produce una serie de eslabonamientos: quienes mejor empiezan tienen también mayores posibilidades de culminar el trayecto o, al menos, superar el siguiente obstáculo que debe enfrentar.
Se queda en la boquilla del embudo aquella niña menor de cinco años que no recibe adecuada alimentación y atención; aquella niña que tuvo que abandonar la escuela para cuidar a sus hermanos menores; aquella niña forzada a ser empleada doméstica desde pequeña edad por pago de una deuda; aquella niña que tiene que tiene la responsabilidad de proveer agua a su familia y debe acarrearla por largas distancias; aquella niña que como víctima de la violencia de la sociedad quedó embarazada en la adolescencia; aquella adolescente que hoy es madre y lucha por cuidar a su niña para que no sufra la misma suerte.
De acuerdo a últimos datos, Bolivia ha hecho grandes inversiones en educación, salud, agua y saneamiento e importantes avances hacia el logro de la paridad de género. Más allá de las estadísticas, la realidad cualitativa de muchas niñas nos muestra una profunda situación de desigualdad en el ejercicio de los derechos fundamentales de las niñas y adolescentes: al desarrollo de sus capacidades, a la protección y a la igualdad de oportunidades sin discriminación (por edad, sexo, lugar de residencia, origen étnico, clase social) y a ser vivir libres de violencia en todas sus formas.
5 de cada 10 mujeres no cuentan con acceso a la educación
La institución “Plan Internacional Bolivia” realizó un estudio en 2014 en varias zonas del país que arrojó preocupantes resultados. Cinco de cada diez mujeres bolivianas no cuentan con acceso a la educación.
El estudio se realizó en cinco municipios de Bolivia: Tarabuco (Chuquisaca), Padcaya (Tarija), Jesús de Machaca (La Paz), Ascensión de Guarayos (Santa Cruz) y Coripata (Yungas de La Paz). Las encuestas se realizaron a casi 600 personas en el período que va desde septiembre de 2013 hasta abril de 2014.
“La investigación dice que la mayoría de los jóvenes que no estudian son mujeres a pesar de que son las que menos reprueban. Asimismo, indica que en todas las regiones existe un 10 por ciento más de varones que repite el curso”, comentó en ese entonces el gerente de Plan Internacional Bolivia, Mauricio Velasco.
Superar las diferencias es posible
Para Sunah Kim, Representante de UNICEF en Bolivia, los obstáculos en la carrera de la vida de las niñas y adolescentes serán más fáciles de superar cuando continuemos garantizando servicios de salud y educación con enfoque de género, se ponga fin al embarazo y uniones de pareja a temprana edad, se realicen acciones eficaces para prevenir, mitigar y atender la violencia de género, promover el acceso a información sobre los temas que les atañe y generar espacios de participación de los/as adolescentes.
Para cerrar las brechas sociales, económicas y políticas de las mujeres, hay que empezar cerrando las brechas entre las niñas y niños, desde el hogar, la comunidad y el Estado.
“Inicialmente, lo importante es hacer visible las diferencias entre niñas y niños. Para eso es necesario que la información estadística sea clara y desagregada por sexo. Una vez identificadas estas diferencias y brechas de equidad se podrá proponer planes de trabajo y políticas específicas que ayuden a cambiar la realidad en esa larga carrera de obstáculos que niñas y adolescentes deben atravesar para llegar a su adultez después de haber ejercido plenamente sus derechos”, explica.
Convocó a la sociedad a que no bajemos los brazos en esta lucha por los derechos de nuestras niñas y que unamos todos los esfuerzos para que no quede ni una niña sin ir a la escuela, no vuelva a desaparecer una niña víctima de trata, que ninguna niña quede embarazada víctima de un abusador, que ninguna niña quede sin ejercer sus derechos por ser pobre, discapacitada o simplemente por ser niña.
Falta de educación sexual
El mismo estudio pudo comprobar que 4 de cada 10 niñas no saben qué es la menstruación y que, al ser consultadas al respecto, expresaban sensaciones de culpa, miedo e inseguridad que en algunos casos terminaban en susto y llanto.
Por su parte, nueve de cada diez niños demostraron no saber absolutamente nada sobre la menstruación femenina. Incluso, quienes habían oído algo al respecto, lo relacionaban con sensaciones negativas y falta de pulcritud.
La violencia sexual es también recurrente, tres de cada diez niñas reconocieron haber sufrido esta situación a manos de un miembro de la familia. Sin embargo, la mayoría de ellas no denuncia el delito.
Pero añadido a esto el paso de niña a mujer puede resultar muy incómodo según la zona en la que se viva, sobre todo si ni siquiera en la escuela se cuenta con algo tan básico como un baño para cambiarse, una realidad que miles de niñas bolivianas comparten cada mes cuando llegan “esos días”.
Tanto es así que una de cada dos niñas en el medio rural boliviano no puede manejar de forma higiénica su menstruación debido a la falta de baños en las escuelas de sus comunidades, según un informe de Unicef y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
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