María Virginia Estenssoro, escritora de ayer y hoy
Visionaria para su tiempo, su pluma desafió los límites de la sociedad boliviana valiéndose de un lenguaje poético que la sitúa entre el modernismo y la vanguardia, entre la realidad y el sueño.



En la historia literaria de Bolivia, pocas figuras han sido tan enigmáticas y transgresoras como María Virginia Estenssoro (La Paz, 1903-Sao Paulo, 1970). Escritora, periodista y educadora, fue pionera de la narrativa fantástica y una de las primeras en dar voz a una interioridad femenina potente a través de una escritura aguda y sensible.
Desde joven, Estenssoro mostró un espíritu inquieto que la llevó a viajar y a involucrarse en círculos intelectuales y artísticos. Fue miembro del Ateneo Femenino, una institución que promovía derechos como el divorcio, el voto femenino y el acceso al empleo público para las mujeres.
Sin duda, su obra más célebre es El occiso, publicada por primera vez en 1937. Se trata de un relato en tres partes nacido de la pérdida y el dolor. La primera parte, El occiso, Estenssoro escarba las fronteras de la vida y la muerte para entregarnos la historia de un hombre que, tras morir, recorre su propia existencia, en medio del infinito, y aún espectador de la descomposición casi erótica de su cuerpo. En las siguientes partes, reconocemos a la amante de ese hombre, el escándalo de la relación extramarital, y la decisión de abortar al hijo que tendrían de haber vivido el padre.
Con El occiso, Estenssoro no solo propuso una nueva forma literaria, sino que desafió los cánones sociales y los tabúes de su época. En un mundo dominado por las voces masculinas, su escritura abrió una grieta en la realidad patriarcal y aportó una perspectiva introspectiva y simbólica llena de vitalidad. La obra provocó escándalo en la sociedad conservadora de entonces, agotándose rápidamente. Pero la reacción fue tal que Estenssoro prefirió no publicar más en vida.
Por ello, obras como Ego inútil, que reúne su poesía, o Memorias de Villa Rosa, en la que relata en clave grotesca los años de su adolescencia en Tarija, no fueron conocidas sino después de su muerte. Y aunque su talento fue marginado durante años debido a su transgresión de los roles tradicionales de género, hoy su obra es lentamente redescubierta y reivindicada como una joya del modernismo boliviano, creada por una pionera que desafió las normas y abrió camino para las escritoras del futuro.