Un paseo por el río de las miniaturas
Cada mes de julio, rebalsa la represa de las ilusiones y la Calle Ancha se inunda de suertes y pequeñas historias.
Santa Anita es una fiesta cambiante. Se hacía durante una semana, ahora son un par de días, y también hay nuevos barrios protagonistas. Pero el río de las miniaturas sigue adelante, rompiendo las barreras entre la realidad y nuestros sueños.
Son aguas lentas las aguas de Santa Anita, aguas prodigiosas que corren arriba y abajo por la Calle Ancha, esa calle que el tiempo ya se ha encargado de hacer Angosta. A falta de buenas decisiones y negocios particulares, la ciudad nos va quedando chica.
El río de las miniaturas trae historias, pareceres, y muchas risas grandes y pequeñas. Es un río donde se pescan maravillas: los suspiros más pequeños, un circo para tus ojos, las carpinterías más finas, y las músicas más chiquitas.
Cada quien vive la fiesta a su manera, preparando las porciones más pequeñas, reciclando y maquillando novedades, aprendiendo a trabajar, o, simplemente, trabajando y trabajando sin descanso.
Para algunos niños, Santa Anita es un ensayo del trabajo que vendrá, salpicado de un ánimo especial de hacer las cosas con amor, que es la mejor forma de hacer economía. Para otros, la fecha no hace mucho cambio en sus vidas, porque el ensayo se acabó hace mucho tiempo, y hay que seguir trabajando todo el año.
Aunque sea, es un momento para mojarse en un poco de esperanza. Bueno fuera que el bolsillo alcanzara como alcanza en esta fiesta. Pero es una ilusión: por más que hagamos que las cosas sean pequeñas, el hambre seguirá siendo gigante. Tal vez por eso, Santa Anita es uno de los mejores eventos gastronómicos de Tarija, donde a veces se come más y mejor que en cualquier parte.
Y otra cosa innegable, por más que se quiera minimizar: Santa Anita es una gran fiesta de culturas, toda Bolivia está presente, y Tarija no se puede quedar fuera de eso, porque el riesgo es que nuestro corazón y nuestro cerebro se vuelva miniatura.