El paisaje de Lidio
Tras 40 años de actividad como profesor de arte y pintor, Lidio Carrasco Mercado recibió el reconocimiento de sus colegas en una exposición retrospectiva que reunió una cuarta parte de su obra artística.
“Yo ya colgué los pinceles hace rato”, dijo riendo el pintor tarijeño, Lidio Carrasco Mercado, en la inauguración de la exposición retrospectiva con la que se reconoció el trabajo de largos años. Estuvo rodeado de amigos y familiares, a quienes expresó su sentir: “Ha sido un momento muy emotivo saber que el esfuerzo de otras personas, que andan impulsando la expresión del arte, pueda hacer que se vean estas obras que ya han sido expuestas hace mucho tiempo”.
Según Lidio, su catálogo llega al centenar de obras, un promedio de dos cuadros y medio al año que pueden parecer poco para algunas personas. Sin embargo, esto habla de una dedicación profunda a una visión, y hace que en toda su obra se perciba la marca de su personalidad y su amor por el paisaje de Tarija.
Lidio es, si no el pionero, al menos el mayor representante del impresionismo tarijeño. Pinta las cosas tal cual son, completas, oscilantes. Mira y recrea la naturaleza, y los colores son exactamente los que están ahí en el momento de ser percibidos. El viento sopla, unifica las cosas, los animales laten mientras pastan, las piedras están quietas, vibrantes al igual que el agua.
Esta entrevista exclusiva de Pura Cepa sucedió en la Galería de la Casa de la Cultura, en medio de sus cuadros, muy cerca de “San Diego”, obra que reproducimos a continuación.
Pura Cepa (PC). ¿Quién le inspiró a pintar?
Lidio Carrasco (LC). Puede ser que sean los genes de mi padre, porque era muy habiloso para hacer zapatos. Soy el único de siete hermanos que es pintor, y he sacado sus genes de artesano. No he tenido estudios de arte, casi. Hasta los 24, pintaba de acuerdo a lo que se me ocurría. Ya tenía habilidades, y una inclinación de nacimiento hacia los colores. Por eso mi padre me manda a estudiar para ser profesor de artes. Ya con eso me voy desempeñando un poco más. Solamente era afinar. Ya me faltaba muy poco para hacer lo que quería. Del grupo de profesores que pinta, casi todos usan pinceles. Para variar, he empezado a usar espátula. Es como un badilejo de los albañiles, pero chiquito. Me ha dado otro valor, como decir, más fuerza. Pero hay unos cuadros medio exagerados ya (Risas). A veces hay que hacer eso. ¿Dónde hay esos paisajes? No hay.
PC. ¿Siempre pintó paisaje?
LC. La inspiración está en el paisaje. Siempre me he sentido atraído por el campo. Mientras más lejos, mejor. Hubiera querido nacer en el campo, pero he nacido así. Hay que ir a conocer y ver lo que es lindo.
PC. Dice que su cuadro más personal es “San Diego”. ¿Por qué?
LC. Yo tengo mi inclinación a variar todo el color. Lo recompongo. Pero tiene que haber un equilibrio. No puedo poner más de un lado. Tengo que poner manchas para que se equilibre. Efectivamente, esta parte es agua. Entonces, si yo le pongo el color del agua, nada más, no basta. Hay que poner cómo se mueve, y los elementos que se trasladan a su espejo. Como ese árbol. Eso hace que se logre una apariencia más parecida a la vibración del agua. Casi nunca esta quieta, siempre se nota que se mueve, y ese movimiento crea brillos. Hay que ayudarle.
PC. Usted crea su propio mundo.
LC. La creatividad es un arma potente dentro del arte. Pero sólo aparece en medio del proceso de trabajo. No es que yo, de principio, tengo el lienzo blanco y digo, “voy a hacer una obra creativa”. No es eso. Ahora, los esquemas compositivos son clásicos. No se puede uno escapar de eso, viene marcando toda la historia. La música tiene sus toques clásicos, la plástica, el teatro, el cine mismo. La vida nomás es clásica. El cuerpo nunca va a dejar de ser clásico. Por ejemplo, en esta obra, mire, esto es una línea, aquí también podría haber, y aquí hay más de una, y todas vienen a este lugar. Entonces, se está creando un centro de interés. Eso es clásico. Y pasan muchas cosas. Insensiblemente, voy haciendo cosas creativas. Es mi intención de principio, pero en medio de un proceso artístico. Si uno no trabaja, no hay ninguna creatividad.
PC. Pero hace siete años que no pinta nada.
LC. Paredes, zapatos (Risas). He decidido dejar porque me llevaba mucho trabajo y tenía muchas cosas pendientes que hacer. (Piensa) Por un lado, uno tiene familia y lo requieren. Prefiero atender a mi familia y no estar a los tropezones con esto. Es bastante trabajo para los ojos, para el cuerpo. Casi no se puede descansar. Las mejores horas de trabajo eran desde la medianoche hasta casi la mañana. De día, uno no puede dormir. Había que descansar. Y también la edad. Ya no puedes abusar de tu humanidad. Tengo nietos pequeños, tengo que atenderlos, porque se quieren entrar al taller y no quieren salir (Risas).
PC. ¿Cómo era su rutina?
LC. Casi todo ha sido pintura de taller. Muy pocas cosas al aire libre. Una vez hemos ido a pintar al campo, y claro, sentado en una piedra, sosteniendo en una mano el bastidor, tratando de trabajar, no pasa ni una hora y ya no aguantaba más (Risas). Hay que sacar apuntes. O una fotografía, pero eso ya es otra cosa. Es como esto (señala un cuadro), más realista, hay poco aporte de mí a la obra. En cambio, estos tienen mucho.
PC. Ahora se pueden crear imágenes con frases.
LC. Yo no sé mucho sobre eso. Puedo decir que no nos va a superar ninguna tecnología. Podrá hacer una buena obra, yo que sé, pero va a ser sin alma, sin emoción, sin corazón. O podrá hacerlo, también, porque en cuestión de identidad, algunos tienen lo suyo, y si la inteligencia artificial lo puede hacer, pues ya, se acabó el trabajo (Risas).
PC. Hablando de identidad, toda su obra se debe a Tarija. ¿Se considera un pintor folclorista, costumbrista, o tiene otro fin ir al paisaje?
LC. La identidad está puesta de forma insensible. Los ríos, que hay muchos en Tarija, las quebradas, la fauna, la flora. Hay árboles tradicionales, el churqui, tiene su característica, el eucalipto se distingue perfectamente. No necesito poner un erke, un chapaco, nada. Eso se llama composición costumbrista, va de acuerdo a las costumbres y tradiciones. El que pinta así, se está apegando a lo mercantil, a lo que se puede vender. En cambio, esto, parajes solitarios, y así como están (Risas). El arte no tiene que dejarse invadir por una cosa así. Puede ser que a mí me guste y a la gente no, pero eso es el arte por el arte. No interesa si lo quieren comprar.
PC. ¿Qué pintores le influenciaron más?
LC. Van Gogh, Monet, Renoir, Degas. Esa tendencia tiene mi pintura, de la escuela de los impresionistas. Me he dedicado a estudiar el color. Tengo dominada la teoría en mi cabeza, cómo se ordenan los colores en la naturaleza.
PC. ¿Y qué les enseñaba a sus alumnos?
LC. Generalmente, he trabajado en la Escuela de Bellas Artes. Había que estimular sus capacidades, hacer trabajar más su imaginación, que se olviden de ser copiadores. Luego, como profesor, muchas clases eran de pintura, había contenido de aprendizaje con base en el arte, no teórica nomás. Podían pintar y aprender contenidos. El arte iba entrando de manera transversal, porque uno de los objetivos de la enseñanza artística es que el alumno haga un trabajo artístico. Un ingeniero forestal no puede enseñar en pizarra lo que tiene que enseñar en el propio campo. Entonces, el profesor de arte tiene que enseñar con el arte. Puedes enseñar matemáticas con colores. Yo sacaba a todo el curso, les decía que hagan un número. Querían buscar papel, lápiz. Nada, hagan un número. ¡Quería que disciernan la luz! (Risas). Algunas veces no se les ocurría, pero otras sí, y había que guiarlos. Uno al lado del otro, podían dibujar un número con sus cuerpos. Así, había que tomar estrategias.
PC. ¿Qué significa para usted esta retrospectiva?
LC. En realidad, me han sacado de mi tranquilidad. No pensaba hacer nada. Como son amigos del arte, me han aconsejado que hiciera una exposición.
PC. ¿Cree que sea la última?
LC. Son cosas que preocupan, que me sacan de mi descanso. Esto ya no va a volver aquí, no lo van a poder ver. ¡Lo que he tenido que hacer para lograrlo! Me he cansado totalmente. Tenía que levantarme muy temprano, alistar muchas cosas, desempolvar uno por uno los cuadros, poner las armellas, enmarcar. Mi trabajo también es hacer estos marcos. He hecho todos. Hay distintas maderas. Esta es una, otra, y otra. Hay que ir juntando, cortando y armando. Un metro de ese marco de allá está costando 500 bolivianos, y ahí entran más de tres metros. Mucha inversión.
PC. ¿Qué le parecen los espacios de exposición en Tarija?
LC. Son inadecuados. Voy a decir dos cosas, pero se pueden decir muchas más. La Casa de la Cultura no presta un ambiente adecuado. La iluminación es pésima, las paredes, mire, el piso. Y aquí venden todo, artesanías, comida. Tiene que haber categorización. Y otra cosa, ese espacio del coliseo Luis Parra y lo de la policía, deberían desaparecer y tener un hermoso centro cultural ahí. El patio del Cabildo es hermoso, tiene una hermosa galería, pero está adentro, al fondo, ¿quién va a entrar? Inadecuadamente posicionada. No se le está dando importancia ni al arte ni a la educación artística. Se aprende viendo, se aprende con los ojos, por eso son artes plásticas y visuales. Plásticas, porque se puede deformar. Visuales, porque se aprecian con la vista, no con la mano. Si no, sería pintura para ciegos (Risas). Espero que las autoridades le den importancia a la educación artística para que se eleve la cultura.