Fernando Arduz Ruíz, el maestro incansable
En memoria del gran profesor, investigador, intelectual, folclorista, gestor cultural, y tanto más.
Gabriel Torres, maestro de guitarra e intérprete clásico de talla mundial, compartió con Pura Cepa algunas anécdotas de su tiempo como estudiante de Fernando Arduz Ruíz, de quien hoy se recuerda su natalicio, ocurrido el 6 de junio de 1958.
Torres “iba casi todos los días” a clases con Arduz, desde sus 7 hasta sus 15 años, y todavía hasta los 18 siguió asistiendo a la Escuela Pastor Achá Martínez, antes de partir hacia Argentina para continuar sus estudios. “Tengo lindos recuerdos de la época. Fernando tenía un método a base de números muy fácil de entender, y como nos entregaba diferentes canciones y melodías, todos se sentían atraídos al estudio de la guitarra y la música”.
“La música es un espejo que refleja a quien se mira en él” –Fernando Arduz Ruíz
Él, como muchos otros estudiantes, encontraron en Arduz un maestro incansable para quien los apagones, frecuentes en los años noventa del siglo pasado, no eran motivo para detener las clases: “Cuando se cortaba la luz, mandaban a comprar velas, y teníamos que ponerlas cerca de nuestros ojitos. En todo lado estaba lleno de velas, teníamos que hacer de esa manera porque no daba la luz”, rememoró Torres.
Un rasgo notable de Arduz era la mirada amplia, y tal vez porque fue también profesor de secundaria, recurría a una diversidad notable de intereses musicales. “Nos pasaba canciones de Los Nocheros, del Chaqueño Palavecino y Los Kjarkas, al igual que las partituras de la música universal. Su interés cubría tantas cosas, que era admirable”.
La música tarijeña y boliviana también fueron parte de sus inquietudes, como lo demuestran algunos de sus libros, entre ellos “Música y Cantos Tradicionales de Tarija”, “Instrumentos Musicales Tradicionales de Tarija”, “El Arte de la Música”, o la transcripción de las grabaciones del guitarrista potosino, Alfredo Domínguez, “que permite que cualquiera pueda tocar esa obra en cualquier parte del mundo. Es una obra maestra”.
Para Gabriel, el aporte de Arduz a la música tarijeña es el más significativo de los últimos 50 años. “Yo, a mis 14, ya estaba tocando piezas tarijeñas muy bien arregladas. Y eso alimentó nuestro entusiasmo y ganas de estudiar”. Para él y su generación, algo así sólo pudo ser posible gracias al interés y preocupación que un maestro tuvo por darle otro nivel a la música tarijeña.
Según Torres, Arduz decía que la música tarijeña ya tenía todos los elementos para trabajar la interpretación. “Tenemos que preocuparnos por trabajar sobre nuestra música y no esperar a que venga alguien de afuera a hacerlo. No sería lógico que vengan de afuera a estudiar nuestra propia música cuando lo tenemos que hacer nosotros”, era su pensar.
Curiosamente, fue un maestro “de afuera”, el que formó a Arduz en sus primeros pasos: Ernesto La Faye, músico cochabambino, enseñó el lenguaje musical a muchos maestros tarijeños, como Francisco Yujra, Carmen Verdún, o Beto Martínez. De “Don Ernesto”, Arduz dijo que “sin él, la Tarija musical que hoy conocemos sería radicalmente diferente”. Lo mismo se puede decir del maestro incansable.