Alejandra Ruiz, defensora incansable de los peludos desamparados
En el barrio Moto Méndez, una mujer entrelaza su vida con la noble misión de dar hogar a los que no tienen voz.



Su historia comienza en la infancia, un día que la bóxer que llenaba la casa de alegría con sus travesuras tuvo cachorritos. Alejandra disfrutaba cuidar a cada uno, y el adiós era agridulce cuando los daban en adopción. Así aprendió la importancia de cuidar y proteger a los que dependen de nosotros.
Bruno y Gordita fueron los primeros perros que Alejandra albergó. Tuvieron cachorros, pero luego la familia se redujo a Gordita y Piojack, su hija. Se unieron Bruna y dos cachorritos abandonados en la plaza de Moto Méndez. También Simona, una perrita abandonada en el Parque Bolívar, encontró refugio en el hogar de Alejandra. Y Canela, que llegó en una noche llena de ladridos y desde entonces no se ha ido de la casa.
Todo es parte de todos, compartimos el mismo espacio, debemos respetar y convivir con estos seres creados por Dios.
“El humano no es capaz de entender con la mirada la situación de algo o de alguien. Los animales no pueden hablar, pero te hablan con la mirada”. Para ella, dar hogar es más que proporcionar techo y comida; es comprender que comparten un mismo derecho a la vida en este planeta. Aunque cuidar múltiples mascotas es un desafío diario, Alejandra ve compañeros de vida que merecen respeto y protección.
Durante su embarazo, las perritas fueron fieles compañeras que le dieron consuelo y energía positiva. Ahora para su hijo, las cachorras no son sólo hermanas, sino guardianas dedicadas. Adoptar mascotas es una responsabilidad que va más allá del deseo. Los perros que rescata no tienen antecedentes conocidos, no sabe qué situaciones han pasado, si cuentan con vacunas o sufren alguna enfermedad. Ella enfrenta el riesgo, pues para ella “son como niños eternos”.
Por eso ve con preocupación la falta de conciencia de una sociedad que debe aprender a atender a sus mascotas. “Un perro necesita vacunas y vitaminas para cualquier cosa”, destaca, abogando por una mayor responsabilidad y cuidado hacia los animales domésticos.
Su historia continúa. Es una historia sobre la empatía, la compasión, y el poder transformador del amor por los seres más vulnerables. Su hogar es un refugio para ella y para aquellos que encontraron en ella una amiga leal y protectora.