Antagónica Furry, la poeta (Parte Uno)
Primera de dos partes de un especial sobre la poesía y su importancia en la vida y obra de esta artista boliviana.



Algunas personas selectas recibieron o lograron hacerse con originales de los primeros cinco libros de poesía que escribió Antagónica Furry, esos que nunca llegaron a la sala de edición y menos aún a la imprenta. Son joyas raras. Algunos poemas de esos libros se encuentran a retazos por el gran sumidero digital. Quizá algún día ese grupo selecto se ponga la mano donde tenga el corazón y envíe, aunque sea una fotocopia, de vuelta a la autora. Su sexto libro es Bypass en pasadizo, un poemario collage que tiene dos ediciones agotadas. Quizá venga una tercera.
Por lo pronto, la autora, que es más conocida por su trabajo pionero en el collage analógico, está preparando un nuevo libro que posiblemente vea la luz del sol este año. Yannis, otra forma de hablar de Antagónica Furry, quizá la más personal, tuvo la gentileza de adelantarnos tres de esos futuros poemas que publicaremos muy pronto.
Lo que ahora interesa es presentarles una conversación acerca de la poesía en la vida de la Dama Búho, otra nominación valedera, sobre todo si queremos abordar con ella la comunicación epistolar, a condición de usar nuestra sangre como tinta. Bueno, no es condición, pero sería un gran detalle, como lo es este largo especial en dos partes en el que conoceremos la relación de Antagónica Furry con la palabra, su puerta de entrada al fértil jardín de una expresión muy propia en el cual germinaron incontables tijeras afiladas.
Pura Cepa (PC). ¿Cuál es tu nombre real?
Antagónica Furry (AF). En papeles soy Yannet Delgadillo Sánchez, un nombre que no suelo utilizar con cotidianidad. Pero muchos me llaman Yannis, que a mi parecer tiene un poco más de cercanía y calidez. Incluso con ese, hay sub-nombres como el que usa una amiga al llamarme Jazz, otro amigo me llama Nenúfar, otro Orión y podría mencionar otros más. Mi nombre no es tan importante, sino el seudónimo y, como no, la obra.
PC. ¿Qué significado tiene para ti el espacio y tiempo de tu nacimiento?
AF. Hubiera querido saber mucho sobre mi aterrizaje, pero lo desconozco, quizá por mi tranquila curiosidad de niña que ha perdurado a mi edad. No por ello dejo de sospechar una bonita historia sobre mi bienvenida.
PC. Yannet. Yannis. Delgadillo. Castillo. Antagónica Furry. Dama Búho. ¿Hay algo que sea constante en la identidad, o es tanto o más mutable que el mismo cuerpo?
AF. Hay un nivel poético en la continua búsqueda de mi yo real, pero también hay un nivel puramente instintivo, básico, que apunta a esas formas de inmediatez que no suelen asomar con facilidad a mi ser. Quisiera que lo entiendan como esquicios para entender un puzzle completo. Este ejercicio resulta sugerente y fascinante, y está tan medido en todos mis nombres creativos que cobra un sentido oscuro y claro muy agradable. Bueno, si es que se quiere entender el porqué.
Dama Búho es mi yo consciente, y cerquita, casi colgando del hilo, está Antagónica Furry, que es una bonita función teatral.
PC. ¿Cuáles son los hilos que acercan las identidades que has conformado?
AF. Dama Búho es mi yo consciente, y cerquita, casi colgando del hilo, está Antagónica Furry, que es una bonita función teatral. Esto lo he dejado claro cada que puedo o cada que es innecesario aclarar.
PC. ¿Recuerdas cómo aprendiste que podías escribir cosas muy distintas a lo que se dice en el habla cotidiana, cosas más “personales”?
AF. No recuerdo mucho de mis tiempos mudos. Recuerdo que amaba escribir por escribir, no pensé que eso era poesía, no sabía mucho como ahora. Cogía un papel y era todo, eso sí, bien feliz de hacerlo. En casa no se sabía de ese hábito, porque tampoco era algo constante. Lo repetitivo lo dejaba notar. Lo hermoso lo guardaba para degustarlo como cuando un chocolate se guarda de a mordiscos en el bolsillo.
PC. ¿Qué te maravillaba del lenguaje?
AF. El lenguaje aún me parece un enigma, uno matemático, y yo de números no sé nada, o amo que crean eso. Antes y ahora, el lenguaje me agarró sin desmayo, en una suerte de viaje multidimensional a lo largo de la raya ininteligible entre la locura y la sensatez. Por momentos, el confort entre letras se hace irrespirable y me sitúa en un juego de niña donde todo se permite. Me maravillo con facilidad.
PC. Suele suceder que se comienza a escribir poesía en la esfera del amor, hablándole a alguien a quien se sitúa en un mundo que vive solo gracias a la palabra. ¿Cómo empezaste tú, sobre qué escribías y a quién dirigías tu poesía?
AF. La dirigía hacia mí, era más un diario o bitácora. Una novatada de pequeña criatura. Incluso hacía haikus sin saberlo. Qué habrán sido de ellos… Ay, el amor… es un acantilado con colchoneta por si nos tropezamos al mirar demasiado cerca. Imagínalo.
PC. ¿A quién le hablas ahora?
AF. Ahora le hablo al tiempo y todas sus aristas. El tiempo es una musa corroída por los grafos de poetas viejos, y es que los jóvenes bordean al tiempo por su corta importancia presente en sus vidas.
PC. Tus nombres artísticos tienen elementos de animalidad, como Furry o Búho. ¿Tienen que ver con destapar la animalidad, o añadir algo a tu humanidad?
AF. Son nombres, aunque Furry vino por una subcultura desde hace años, vigente actualmente.
PC. ¿Qué es lo humano en ti, para ti? ¿Qué lenguaje encuentras en la animalidad que quizá está ausente de lo humano?
AF. Lo único humano en mí es mi consciencia y carcaza, está en todo. Lo animal nunca estará fuera de lo humano, o a la inversa. No creo estar equivocada. Fundaré en unos años más el primer santuario de animales de granja de Bolivia.
PC. Si la palabra y la poesía son construcción, ¿qué construyes con tu obra?
AF. La tensión para que todo ello funcione, para que, en definitiva, se vuelva mi poesía en la forma en que una palabra no es la misma según cómo la cuentas. Aquí el lenguaje es tan primordial como todo lo demás porque se trata de que vivamos en el lugar fronterizo de la psique de personajes cuando se me lee: un lugar a veces repleto de tósigo, sofocante, claustrofóbico, pero en otras lúcido y esperanzado, como las notas de un piano en mitad del horror de los manglares. La tensión a bien tomar, no la que espanta.
PC. ¿Tienes una rutina de trabajo poético, o tu poesía viene cuando quiere a pedirte lo que se le antoja?
AF. No creo en las rutinas antes de dar vida. La espontaneidad es el camino donde me dejo llevar. Quizá un material donde escriba y con qué escribir, no soy exigente. Siempre a mano, odio el tac, tac, tac de los teclados. Sólo puedo crear si tengo flores amarillas cerca, si no es así me estanco y nada aparece. Le tengo mucho miedo a la oscuridad.
PC. ¿Trabajas en silencio para escuchar tu voz?
AF. Con el silencio no me doy apretones, no me fío. Soy de sonidos externos e internos. La música, muletilla de nostálgicos, es mi voz y voces.
Hay poemas que me dan aires petulantes y otros más humildes. Soy su madre y debo quererlos, vengan como vengan.
PC. Para el collage, recolectas y guardas imágenes que en algún momento encuentran su sitio en una obra. ¿También recolectas palabras?
AF. Todos recordamos líneas, frases y palabras cuando queremos formular las propias. Yo me leo libros, los leo con repetición porque no retengo rápido. Me detengo en palabras nuevas, las anoto y trato de usarlas rápido en algún post acompañado de alguna historia o reflexión. La repetición es vital en mí para la adhesión cognoscitiva. Recuerdo esas palabras al escribir ya algo más pulido como un poema propio, y listo. No hay recetas, ni secretos.
PC. ¿Cuál es el poema que más adoras en tu catálogo y cuál es la “anécdota mundana” que podría asociársele?
AF. Por ahora no tengo un favorito poema. Pero “Fatuo”, del poemario Bypass en pasadizo, me ha llenado de bonitas opiniones. Como anécdota, una vez un amigo leyó muy bebido ese poema y lagrimeó. Me sorprendió mucho. Ni yo lo hice. Es sencillo y como que algo simplón. Hay poemas que me dan aires petulantes y otros más humildes. Soy su madre y debo quererlos, vengan como vengan.
PC. En algunos pasajes de poemas tuyos habla una voz que podría decirse sale de un cuerpo de hombre. ¿Cómo te ha permitido la poesía explorar los límites de tu género?
AF. Cuando escribo fluyen cosas guapas si lo hago pensando que soy un caballero de esos de tiempos corteses. No sucede igual cuando lo hago desde mis faldas. No sé a qué se deba. Ah, pero lo disfruto y juego. No soy claustra en temas de género. Mi poesía se empapa de libertad sexual, al igual que otros enfoques. No pienso escribir algo naif por complacer a lectores conservadores y moralinos.
PC. ¿Qué opinas de las luchas sociales por la libertad, igualdad, equidad, y otras demandas?
AF. Toda lucha por una causa de derecho, justicia y equidad, debe ser escuchada. Es un camino de respeto. Las distinciones nos hacen individuos. Una inmensa mayoría son cómplices de una brutalidad contra lo diferente, al menos aparentemente. Es una actitud colectiva muy humana, por otra parte.
Un buen escritor, para serlo, debería de ser un gran mentiroso, porque finalmente, al igual que un actor, de eso se vive, y se espera vivir bien
PC. Hay quienes dicen que el arte es mentira porque fabrica cosas que solo dan una ilusión de la verdad, o que incluso la tapan. ¿Qué es la mentira para ti?
AF. Todos mentimos. Si partimos de ese punto, ya tenemos clara la regla. La excepción sería el cuándo y los motivos desde luego. Mentir, actualmente, se ha vuelto en un fino arte que todos practican. Pero, como en toda obra, no todos lo hacen a lo grande ni son unos talentosos en el oficio. La clave consiste en aguzar bien el oído y la vista, porque son sentidos que nos ayudarían a mentir o a desmentirnos. Y también a descubrir quiénes mienten. Distinguir el grito del susurro, el alboroto del sosiego, el embrollo de la claridad, la propaganda de lo auténtico, en definitiva, lo falso de lo verdadero no es baladí. Por esta razón, y al abrigo de mi experiencia personal, yo aconsejo antes de tirar adobes a un mentiroso, pensar muy bien en el campo del porqué de sus mentiras. Recuerdo con claridad mucha gente que ahora triunfa como “artista” que, en base a mentir sobre sus exposiciones, sus clientes, sus premios, sus experiencias en su carrera, muchas galerías y espacios lograron fantasear con tenerlos con sus trabajos, y no por la calidad ni esmero en las piezas, cualquiera sin un atisbo de conocimiento en arte podría darse cuenta, sino por el supuesto popular y cotizado personaje que a base de falsos se han montado. En este caso, la habilidad del tramposo ha servido para llegar a esa meta escarbada por muchos que deseamos ser conocidos y bien pagados por solo hacer lo que amamos, hacer arte. En definitiva, creo que la mentira es un instrumento que puede ser de ayuda o desventaja según la usanza. En lo literario, no sólo de realidad vive el lector. Sucede que, por el sencillo hecho de estar vivos, progresivamente nos crecen intereses, obsesiones, filias y fobias que nos obligan a indagar, a mentir, porque no acabamos de fiarnos de nosotros mismos, o porque una vez identificado nuestro real yo, no nos satisface. Es justo en ese ángulo donde brotan sospechas e interrogantes, y entonces la necesidad de búsqueda se nos enquista en obsesión, y ya las realidades no son nuestras porque somos esclavos del adorno y la fantasía, y de quien ha inoculado en el tiempo un veneno que nos transforma en un engendro creativo. En este caso, un buen escritor, para serlo, debería de ser un gran mentiroso, porque finalmente, al igual que un actor, de eso se vive, y se espera vivir bien.
Fatuo
En las antípodas de mi conciencia
ese es tu sitio
entre el quiero y el debo.
Querer. Deber. Deseo. Sensatez.
No puedo llegar muy lejos.
No puedo huir de tantas cosas a la vez.
Mi turbación crece exponencialmente,
pero supero el pasmo
y doy un par de vueltas más.
Y de paso saco algunas fotos…
(Doy muchas vueltas en esta nave)
Los Aquiles tremulosos
y este clima de taladro
quitan la buena memoria.
En el fondo es como sentir que volviste a nacer,
a pesar de todas las trampas
de la mediocridad y del exilio.