Si las ciclovías hablaran
Entre otras cosas, el 3 de junio se celebra el Día Mundial de la Bicicleta.



Hace 7 años, un desafortunado accidente de tránsito quitó la vida a Rodrigo Acuña. En su memoria, se instaló una bicicleta blanca en el sitio de su deceso. En aquel entonces, la colectividad ciclista dijo que ese símbolo es una cicatriz en la ciudad. Pasa el tiempo, y Tarija va acumulando otras cicatrices que ahora llamamos ciclovías.

Tarija es una ciudad ideal para andar en bicicleta. Tiene casi todas las condiciones para ser un escenario ciclista de categoría mundial. Sin embargo, el afán con que los funcionarios públicos ven modelos de desarrollo en ciudades como Santa Cruz hace que el crecimiento del parque automotor no tenga control, entre otras cosas.
Bicicletas, triciclos, carritos de bebé, sillas de ruedas, patines y una que otra patineta.
Es como alimentarse todos los días con tres platos de chancho a la olla. En algún momento, el cuerpo va a reventar. La ciudad ya no puede, ni debe permitirse tantos autos por calles que, diseñadas hace tanto, jamás fueron pensadas para el paseo de los automóviles modernos. Pero no hay cómo dudar que serían una delicia si las volviéramos peatonales y aptas para bicicletas, triciclos, carritos de bebé, sillas de ruedas, patines y una que otra patineta.

¿Cómo sobrevivir al alto colesterol automovilístico? Andar en bicicleta hace mucho. Pero es imposible cuando quienes conducen lo hacen como si tuvieran la urgencia de ir a un baño que está situado al otro lado de la ciudad; cuando las motos, las miles y miles de motos que parecen multiplicarse ruidosamente por las noches, toman las ciclovías quizá porque se creen muy parecidas a las bicicletas; cuando andar en bici significa viajar detrás de la cortina de humo del transporte público; o cuando, simplemente, no hay más ciclovías, porque ya hace tiempo se convirtieron, otra vez, en parqueos.

Todo esto nos habla de un bici-analfabetismo tremendo. O en Tarija no se anda en bici porque falta la cultura y las ganas, o no se quiere andar porque nadie te lo permite. Queremos cambiar la matriz económica y enfocarnos en el turismo, pero los turistas seguirán sufriendo la falta de aceras, de paisaje, y de formas de transporte de “primer mundo”, que eso si lo podríamos copiar descaradamente, y de paso hacernos un bien.
Hay que escuchar lo que dicen esas vías fragmentarias, proyectos aislados que ningún funcionario ha sabido integrar. La vía de San Jacinto se cree mucho por la escena que ofrece, porque sabe que pocos llegan a ella con seguridad. La de la Costanera se conforma con ser más recreativa que infraestructural, y a veces se ríe de los que, por ejemplo, andan en silla de ruedas y no pueden acceder a ella con autonomía. La de la Ruta 1, entre el Mástil y la salida a Tomatitas, goza de ser un circuito lineal de terror, aunque por las noches llora. Y la ciclovía del centro, pobrecita, desearía estar en segundo piso, pero sabe que también se le irían a parquear encima, así que no dice nada.
La autonomía del cuerpo es fundamental para sentir que se vive en una ciudad verdaderamente libre. Si vamos a crecer, pensemos en cómo nos vamos a mover para no morir en una ciudad que pide visión, planificación y ordenamiento territorial. Más aún si se quiere coquetear y conquistar turistas. Tarija puede ser una ciudad en la que, además de tomarte un vino, te puedas tomar una bici. Pero sin mezclar.
