La gran ausencia de la Noche de Museos tarijeña
El Castillo Azul tuvo doble cola para entrar, y la gente pifiaba, reía, y moría de frío durante más de 30 minutos de espera.



Fueron noches frías, pero se aguantaba. Son noches especiales en las que el público general finalmente se digna a visitar los centros de saber, los repositorios de la historia y acontecer del pago. Y es que vale la pena esperar, porque la entrada es gratis.
Vale la pena no pagar para escuchar las escabrosas historias de los pactos de Don Navajas con el diablo, y los indicios de viejas excavaciones por tapados. Al fin los padres acompañarán a los niños a mirar los huesos de viejas criaturas que alguna vez poblaron nuestras calles.
Jóvenes y mayores se encontrarán la mirada entre las publicidades de los primeros periódicos tarijeños, anunciando productos que ya no existen. Y enterarse y olvidar que los franciscanos de Tarija custodian uno de los cinco juegos de ajedrez en marfil que la dinastía Chang ha regalado al mundo.
Vale mucho el pan de oro que adorna el oratorio caprichoso de la Casa Dorada, pero en la Noche de Museos, se perdió el valor y la memoria de la Guerra del Chaco. A noventa años del conflicto, el Museo Histórico Héroes del Chaco estuvo cerrado, como si fuera una oficina más de la municipalidad.