Agenda geopolítica
Empoderado y disruptivo: América Latina ante Trump 2.0
La expectación ante la posesión de Trump para su segundo y último mandato es máxima por la incertidumbre geopolítica generalizada y las muchas amenazas vertidas por el magnate



Este 20 de enero de 2025 toma posesión como presidente de Estados Unidos un Donald Trump empoderado por su robusto respaldo popular y con las dos cámaras del Congreso en manos republicanas durante los dos próximos años.
Un Trump que sabe que este segundo es su último mandato y que ha practicado una retórica disruptiva desde antes de tomar posesión, dando infinidad de titulares a los medios de comunicación.
"Es una barbaridad decir a estas alturas que te vas a anexar el canal de Panamá. Pero Trump lo dice y lo repite. Que diga barbaridades no es nuevo, pero vamos a ver a un Trump aún más empoderado, porque su victoria es indiscutible”, dice a Deutsche Welle Carolina Jiménez Sandoval, presidenta de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por sus siglas en inglés).
Entre lo punitivo y lo transaccional
Durante el primer período de Trump, América Latina no fue una prioridad en la agenda estadounidense, aunque hubo acciones puntuales, como en el tema de Venezuela.
Un vistazo a las personas de las que se ha rodeado hace pensar que las cosas esta vez pueden ser diferentes. Es un equipo variado, que oscila entre lo ideológico y lo pragmático, entre el punitivismo contra los autócratas y lo transaccional para favorecer los negocios.
"Creo que eso es una buena cosa. Por un lado, está el secretario de Estado, Marco Rubio, de origen cubano, que está muy a favor de las sanciones a los Gobiernos autocráticos de izquierda: Cuba, Nicaragua, Venezuela. También está Mauricio Claver-Carone, arquitecto de la estrategia de ‘presión máxima' hacia Venezuela en el primer mandato de Trump. Por otro lado, está Richard Grenell como Enviado Especial para Venezuela, alguien que ha conducido negociaciones directas con Maduro y está en contacto con muchos inversionistas y empresarios, una persona que está en contra de las sanciones”, enumera Chris Sabatini, investigador principal para América Latina en el think tank Chatham House.
Tener un secretario de Estado hispano y con tantos lazos con diversos países en América Latina es algo inédito, pero las crisis a nivel internacional se multiplican, y eso podría volver a relegar la región a un segundo plano: "Reconozco que el corazón de Marco Rubio está en América Latina, pero tiene que tener cuidado con no prestarle demasiada atención, porque es el diplomático más importante del país y debe ocuparse de temas globales que son sumamente complejos”, destaca a DW Michael Shifter, profesor en el Centro de Estudios Latinoamericanos de Georgetown y expresidente del think tank Inter American Dialogue.
Sin duda, el mundo de 2025 no es el de hace cuatro años. "El propio Trump acabó decepcionado ante la política de ‘máxima presión', que no condujo a cambios. Ahora tenemos una migración venezolana queriendo llegar a la frontera con EE. UU. y una guerra de Rusia en Ucrania y otra en Medio Oriente, lo que genera preocupaciones a nivel energético”, analiza Carolina Jiménez Sandoval. Eso implica que, si Trump quiere deportar venezolanos por vía aérea, deberá negociarlo con el país de origen. Y si tiene interés en continuar la explotación en las concesiones petroleras en Venezuela, tendrá que relajar sanciones.
Migración, cárteles y fentanilo
Un tema políticamente candente en Estados Unidos es la crisis sanitaria provocada por el fentanilo. También lo es el crimen organizado y los carteles de México. "Trump va a aplicar mucha presión sobre el Gobierno de Claudia Sheinbaum para que actúe”, apunta Michael Shifter.
Hay voces en EE. UU. que reclaman que Estados Unidos tome cartas en el asunto. Parte del "trumpismo” ha llegado incluso a hablar de intervenciones militares en México para destruir laboratorios de fentanilo y contra los carteles, lo que implicaría la violación de la soberanía de aquel país.
"Esto generaría una crisis hemisférica, porque México recibiría una contundente solidaridad inmediata de otros países latinoamericanos, como Brasil o Colombia”, advierte Jiménez Sandoval. "Sería un precedente muy peligroso y dejaría muy trastocada la relación de EE. UU. con América Latina”.
Estados Unidos, China y América Latina
Desde su victoria electoral, Donald Trump ha amenazado repetidamente con aranceles a los productos chinos. Su guerra comercial con el gigante asiático puede determinar el trato con los numerosos países de América Latina que tienen una relación económica avanzada con aquel país.
"Trump sabe que no se pueden cortar esos de un día para otro, pero sí puede haber más presión y amenazas de aranceles, para que esa relación no se siga profundizando, para tratar de reducir la presencia de China en las economías de la región”, dice Michael Shifter.
En ese sentido irían las amenazas de Mauricio Claver-Carone sobre los aranceles del 60 por ciento para cualquier producto que pase por el puerto chino de Chancay, en Perú. "Las amenazas y la presión son las herramientas que podemos esperar en la gran competencia China-Estados Unidos. Son las preferidas por Trump, ese es su estilo, pero esto podría tener un efecto contraproducente y acercar esas economías aún más a China”, advierte Shifter.
Bolivia, sin agenda “antiTrump”
Las relaciones entre Estados Unidos y Bolivia son prácticamente inexistentes a nivel diplomático y muy escasas a nivel comercial, sin embargo, la influencia de la nueva administración se dejará sentir en el país sobre todo en lo que respecta a un tema clave: el litio.
El Gobierno de Luis Arce no ha logrado concretar su estrategia en cinco años y por ende, el recurso llegará libre de compromisos a la próxima gestión que se elija en agosto. Cabe destacar que uno de los grandes pioneros en el aprovechamiento del litio para el desarrollo del auto eléctrico fue Tesla, propiedad del magnate Elon Musk, muy próximo a Donald Trump y con cargo externo en la administración futura.
Por otro lado, en los últimos meses se ha evidenciado un nuevo periodo de colaboración con agencias estadounidenses como la DEA, a quien se entregó al último jefe de la lucha antidroga de Evo Morales, Maximiliano Dávila, acusado precisamente de narcotráfico. A la inversa, también Estados Unidos jugó un rol clave en la descalificación del régimen de Jeanine Áñez tras detener y sentenciar por corrupción a su exministro de Gobierno, Arturo Murillo.
La coronación de Donald Trump y el aura apocalíptica
El ponente más esperado la próxima semana en Davos, la estación de esquí suiza que reúne cada año a expertos, grandes empresarios y gente con dinero para hacer networking y hablar de negocios, no estará presente. Se dirigirá a la audiencia a través de vídeoconferencia. Será el jueves, y para entonces habrán pasado 72 horas desde su toma de posesión como presidente en Washington, un tiempo que es una eternidad en la vida política de este hombre. Son tantas las ganas de mandar de Donald Trump y es tan grande el placer que obtiene de ello, que es probable que para cuando intervenga en este foro, haya firmado ya un centenar de leyes, reclamado la anexión de dos países y declarado la guerra comercial a todo un continente.
La ceremonia de la toma de posesión del lunes será la primera oportunidad que tendremos para saber cómo va a gobernar el nuevo presidente y, sobre todo, cuáles serán las formas. Trump quedó conmovido por el acto de reapertura de la catedral de Notre-Dame en París, el pasado diciembre. Es lícito pensar que ahora imagine los actos del 20 de enero como una especie de coronación, aunque el frío glacial de Washington haya convertido el baño de masas en el que soñaba en una ceremonia coqueta y solemne en la rotonda central del Capitolio. Rodeado de políticos afines (ha invitado a Santiago Abascal, pero no a Ursula von der Leyen) y de barones tecnológicos.
Será lo más significativo de la ceremonia, la presencia de los presidentes de los grandes gigantes tecnológicos. Para estar ahí, Mark Zuckerberg (Meta), Jeff Bezos (Amazon), Sam Altman (OpenAI), Sundar Pichai (Google), Tim Cook (Apple) y Dara Khosrowshahi (Uber) han contribuido cada uno de ellos con un millón de dólares a los gastos de la ceremonia. Nada que iguale, no obstante, a los más de 250 millones aportados a la campaña por Elon Musk, que es quien está más cerca del poder.
Los donativos son una evidencia de la conversión de la elite tecnológica al ideario del presidente. Y una declaración explícita de las grandes expectativas que han depositado en Trump. Su confianza en que desactive la regulación aprobada en los últimos cuatro años en materia de inteligencia artificial y de criptomonedas. Su deseo de que la Casa Blanca actúe como el mascarón de proa en el asalto a otros mercados donde las actividades que desarrollan estos grupos están más vigiladas y en los que se sienten menos cómodos. El asalto a Europa, en suma.
En su despedida desde el Despacho Oval de la Casa Blanca, Joe Biden advirtió el miércoles de la emergencia de una oligarquía que amenaza la democracia y los derechos humanos. Un “complejo industrial tecnológico que genera una peligrosa concentración de riqueza y poder”, dijo. Quien le escribió el discurso utilizó como referencia el de Dwight Eisenhower en 1961, cuando al final de su mandato alertó del peligro que suponía para Estados Unidos la existencia de un “complejo militar industrial”. Su función entonces era presionar para mantener la carrera armamentista en los años de la guerra fría. Para Eisenhower, militar de carrera, ese era el gran problema de la democracia americana.
En la visión de Biden, la democracia muere en la desinformación que difunden las empresas de los oligarcas tecnológicos. En el desmoronamiento de la prensa libre, la desaparición de los editores independientes y en las redes sociales que renuncian a verificar las noticias que difunden. Para el Partido Demócrata ha sido la última lección. Siempre pensó que Silicon Valley estaba con ellos. Tardó en ver que las redes sociales serían la palanca que les iba a echar del poder.
La última vez que en la historia reciente se ha hablado de oligarcas ha sido para caracterizar a los burócratas reconvertidos en banqueros y empresarios que apuntalaron a Boris Yeltsin y al primer Vladimir Putin en la Rusia postsoviética de los 90. Su objetivo era repartirse las grandes empresas que se privatizaban. Se hicieron muy ricos. Pero dejaron el país en una situación lastimosa y algunos de ellos acabaron en la cárcel o muertos. Los oligarcas de Trump no se enfrentan a un destino tan trágico. Su objetivo es navegar en una economía en la que el estado se haya reconducido a su mínima expresión. Una economía sin límites.
Los cuatro años de Trump serán tiempos excepcionales. No porque el presidente sea un tipo extraordinario, como él piensa, sino porque está en el centro de grandes corrientes de fondo de la historia. Cuando habla de anexionar Groenlandia o Canadá, no está enterrando el orden internacional. Solo arroja el último puñado de tierra en un funeral que empezó en Irak en 2003, siguió en Ucrania en 2022 y ha continuado en Oriente Medio en 2024. El entusiasmo de Trump por los aranceles no es una novedad radical. Confirma la tentación proteccionista de Occidente cuando comprobó que el libre comercio global no reportaba los beneficios prometidos y no hacía más que engordar a China y otros países. Vienen tiempos de grandes cambios.
Los momentos claves de la posesión
Tradición
Todo el protocolo de cambio de mando está detallado en una enmienda constitucional que es donde se establece el día 20 de enero. Según esto, la jornada de investidura arranca con el presidente saliente recibiendo al presidente electo en la Casa Blanca. Tras este encuentro, ambos líderes se trasladan juntos al Capitolio, una tradición que simboliza la transferencia pacífica del poder
Frío
Esta ceremonia, en la que jurará la Constitución y dará el tradicional discurso de investidura, suele celebrarse en las escalinatas exteriores, desde las que se visualiza el National Mall, la gran avenida que une el Capitolio con los memoriales a George Washington y Abraham Lincoln, sin embargo, debido al frío extremo pronosticado se trasladará al interior de la Rotonda del Capitolio, ubicada justo debajo de la cúpula del edificio
Órdenes
Tras la ceremonia, el nuevo presidente firmará sus primeros actos oficiales en la Sala del Presidente del Capitolio, antes de asistir a un almuerzo. Es el momento en el que se espera de sus primeras “sorpresas” sobre migración y política exterior. Por la tarde, tendrá lugar el tradicional desfile inaugural por la Avenida Pennsylvania, tras el cual Trump participará en varios eventos de gala.