Vida en familia
Los padres primerizos también sufren: “Ella toma el mando”
Un metaestudio sobre el bienestar de los hombres durante la transición a la paternidad concluye que sus principales problemas de salud emocional se relacionan con la sensación de sentirse excluidos por sus parejas.
“Durante el parto, parecía casi como que yo no existía”. “Me gusta involucrarme, pero mi compañera tiende a tomar el mando… Parece que crea que, como ella es la madre, yo no puedo hacerlo bien”. “Yo era el papá poniendo los pañales en una sala llena de mujeres y las sanitarias estaban como riéndose, tipo: «Mira, el papá tratando de apañárselas»”.
Estos son algunos de los testimonios recogidos en un reciente estudio de la Universidad de Newcastle sobre el bienestar de los hombres durante la transición a la paternidad. Publicado en la prestigiosa revista académica BMJ (British Medical Journal), analiza un tema poco tratado: la salud mental de los padres durante el periodo perinatal.
Esta etapa —la que precede o sigue al nacimiento—, es un momento muy delicado emocionalmente. Pero, mientras que cada vez se tiene más en cuenta la salud física y psíquica de las madres, no sucede lo mismo respecto a los padres. Hombres que, como indica la investigación, perciben que la llegada de su hijo representa un momento de ajuste vital abrumador, en el que sienten confundidos respecto a lo que se espera de ellos. Se sienten también excluidos; incluso, degradados. Todo ello, concluyen las autoras del estudio, del departamento de Ciencias de la Salud de la universidad, puede ser “una experiencia estresante y aislante”, correlacionada “con síntomas elevados de ansiedad y depresión”.
El estudio no emplea datos primarios (es decir, encuestas directas), sino que constituye un metaanálisis basado 37 artículos académicos previos, de los cuales condensa las principales conclusiones. Las propias autoras explican que los padres analizados corresponden a muestras sesgadas (predomina el perfil del varón británico, blanco, de alto nivel educativo y mayor de 25 años). En consecuencia, como indica María José González, profesora agregada del departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la UPF: “Este estudio no permite hacer generalizaciones como que ‘los hombres suelen tener dificultades en la transición a la paternidad’”. Sin embargo, esta experta del Centro de Estudios de Género señala que no puede desdeñarse que: “Los resultados evidencian una angustia de los padres durante el primer año y sus dificultades para establecer un vínculo adecuado con el bebé”.
Entre los motivos que generan este malestar paterno, las investigadoras determinan algunos dominantes. El primero es la sensación de que el bebé “invade” la vida de la pareja y, en consecuencia, que hay un deterioro de la relación. Frases como: “Mi mujer y yo apenas hablábamos, solamente cuidábamos a nuestro hijo”, describen esta sensación de cambio. Otro factor clave es la preocupación en los cambios en la “relación romántica” con su compañera. El bebé como catalizador de discusiones es otro de los aspectos que crean malestar, frustración e, incluso, hostilidad hacia la pareja.
Consecuencias: Baja autoestima, angustia y resentimiento hacia la pareja
Los padres también expresan sentirse excluidos frente al vínculo madre-bebé. En muchos casos, este aislamiento es el resultado del rechazo de la madre a que se involucre. En la literatura científica este concepto se conoce como maternal gatekeeping o la resistencia de la madre a renunciar a su rol tradicional de responsabilidad familiar, cediendo responsabilidades. Debido a ello, durante el embarazo y los primeros meses del bebé los padres aseguran sentirse “secundarios” y poco (o nada) reconocidos: (“Nunca, nunca, me ha felicitado por nada, lo que es muy triste, porque uno lo quiere hacer bien”, dice uno de los padres, llorando). A muchos, desgrana el estudio, les preocupa como esta exclusión incidirá en el apego con su hijo. “Ello contribuye hacia la baja autoestima, la angustia y el resentimiento hacia sus parejas”, alertan las autoras.
Otro aspecto que se destaca es la confusión que existe sobre qué rol social deben de adoptar los padres. Mientras que en sociedades más tradicionales impera el tradicional de ser el “proveedor”, en culturas más modernas se cuestiona este estereotipo y se detecta un interés mayor en colaborar. “En la crianza todo es conjunto, no creo en que solo sea uno el que traiga el dinero a casa y que mi pareja tenga que ser la única que cuide”, dice un testimonio. El miedo a perderse momentos clave del desarrollo del bebé es también un dato que se extrae en el estudio. Otro aspecto destacable es la voluntad de romper con generaciones anteriores en la forma de criar: “Solamente quiero ser el padre que yo nunca tuve”, dice otro testimonio. Este deseo es menos intenso en sociedades más tradicionales.
La sensación de exclusión (e incluso, de degradación) de la figura paterna durante la experiencia perinatal es un clamor que han detectado las investigadoras. “En 19 estudios los padres aseguran que los profesionales sanitarios los aislaban de las actividades perinatales”, escriben. También hay quejas sobre la falta de información específica hacia ellos sobre temas relacionados con los cuidados del bebé.
En resumen, ellos también sufren: “En 26 de los estudios detectamos que los padres, durante el periodo perinatal, han experimentado dificultades físicas y emocionales, con episodios de agotamiento y depresión tras el parto”, concluyen las investigadoras. También señalan que, pese a esta avalancha emocional, la mayoría se sienten aislados y avergonzados de expresar este malestar.
“Este estudio es muy relevante, porque pone el foco en la salud emocional de algunos padres por la degradación de su relación con la pareja, por sentirse excluidos de los cuidados, por la confusión de expectativas sociales hacia ellos, por su exclusión en varios ámbitos de la salud perinatal y la falta de validación por sus pares. Como consecuencia, algunos relatan el surgimiento de tensiones con familiares y con la madre”, reflexiona Teresa Jurado Guerrero, catedrática de Sociología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
Para esta experta en juventud, familia y género: “La salud emocional de los padres es muy relevante, no sólo para su bienestar, sino para fomentar el desarrollo de un clima familiar que permita el apego seguro del bebé, con la madre y el padre, en contextos que persiguen la igualdad de oportunidades”. Considera “muy revelador” el sentimiento de exclusión de la preparación al parto y de la formación o información para el periodo postnatal. Por ello, cree conveniente fomentar las experiencias de inclusión de los padres en estos ámbitos. “Además, la legislación actual debería garantizar la posibilidad de usar del permiso por nacimiento y cuidado del menor de forma autónoma por parte del padre, turnándose con la madre para posibilitar la creación de un apego seguro con su hija o hijo”.
Bolivia y su cambio demográfico acelerado
Las recientes cifras publicadas del Censo Nacional de Población y Vivienda da cuenta de una drástica caída de la natalidad en todo el país, un hito muy relacionado a la migración del campo hacia la ciudad, donde la crianza se complica especialmente por la reducción de la red de apoyo familiar y comunal y exige una mayor planificación. En esto también ha jugado un rol importante la reducción del embarazo adolescente, aunque las cifras siguen siendo alarmantes.
Las nuevas dinámicas familiares en Bolivia también han contribuido a que se destierre parte del machismo y a que los padres se involucren más en la crianza de sus hijos en todos los sentidos. Aún así, los colectivos de mujeres y instituciones especializadas siguen señalando que falta mucho para llegar a la equiparación, pues de hecho sigue habiendo grandes brechas n el tema del cuidado, los permisos de paternidad y maternidad y el propio subsidio, que por lo general los hombres no solicitan incluso si tienen derecho adquirido.
Expertos urgen a cambiar de hábitos en el hogar
El sociólogo Vicent Borràs Català, profesor titular de la UAB, cree que, además de políticas públicas, en este tema es también necesario un cambio en los comportamientos de género dentro del hogar. Este investigador sobre la Vida Cotidiana y el Trabajo cree que, todavía hoy: “Las mujeres perciben falta de responsabilidad masculina y los hombres perciben vigilancia femenina”. Mientras ellas van dos pasos por delante: “Ellos se acomodan en el rol de aprendices, ostentando el privilegio masculino de la elección”.
En cierta manera, esta desconfianza de las madres tiene toda la lógica: a lo largo de la historia, el cuidado de la prole ha sido responsabilidad femenina. “Por supuesto, los estándares y las expectativas son diferentes y, en general, el hombre ha ‘pasado’ de este tema”, coincide Borràs. Pero, matiza: “¿Qué pasa con los que tienen voluntad de compartir las tareas del cuidado de los hijos, como señala el artículo? ¿Con esos hombres que tienen quieren involucrarse, romper la norma?” Para el sociólogo, aquí sucede lo mismo que con las mujeres que quieren ocupar cargos de responsabilidad en el mundo laboral: “Si ellas tienen que luchar y romper con una serie de prejuicios, aquí viene a ser lo mismo: él tiene que demostrar que tiene la capacidad para hacerlo bien”.
Se trata de negociar en una cuestión en la que, apunta Borràs, muchas mujeres no quieren ceder. En parte, por la citada desconfianza hacia las capacidades del otro (“ella, la ‘vigilante’, quiere él que lo haga como ella dice”), pero también, porque hoy parece que la buena madre es la que pasa más tiempo enganchada a la criatura. “En la actualidad la maternidad se construye como una maternidad intensiva o ‘con apego’, que comprende lactancia extendida y a demanda, colecho, porteo… Si la madre es la completa responsable: ¿Qué pasa con ellos? ¿Dónde queda el otro?”, se pregunta Borràs. “Y si el padre quiere implicarse, pero no encuentra el espacio… ¿Cómo no va a coger una depresión, porque no lo dejas, porque tienes todo el día el niño pegado a ti? Tampoco pueden recuperar a su pareja, ni duermen con ella, porque hacen colecho... Entonces, el pensamiento es: ‘Mi relación se ha roto y, además, no me deja ejercer mi paternidad’. ¡Cómo no me voy a deprimir!”, sintetiza.
Si se analizan los datos del uso del tiempo, añade el sociólogo: “Veremos que ellos han aumentado el tiempo de dedicación a las criaturas, sí, pero ellas… también. Y no están dispuestas a cederlo. A mí en entrevistas de estudio, para fomentar grupos de crianza, me han dicho cosas como: «No quiero que él [el padre] me mercadee el tiempo de mi hijo». Pero los padres también tienen derecho a los cuidados. Es necesaria una negociación”, reitera. Por supuesto, subraya Borràs, no hay que olvidar que la realidad es que hay mucha desigualdad y que la carga de los cuidados se sigue poniendo en las mujeres: “Pero eso no tendría que ser impedimento para hacer políticas para hombres: empezando por los permisos igualitarios, que son una buena herramienta para que ellos se puedan implicar”.