Cuidadoras no remuneradas, símbolo de la desigualdad en Chile
En Chile, al igual que en resto de América Latina, la labor de cuidar personas con discapacidad, ancianas y de edad infantil recae en mujeres que, debido a ello, no tienen vida digna, acceso a trabajos remunerados ni tiempo para sí mismas.
El trabajo doméstico y de cuidados no remunerado es crucial para las economías de la región pues representa alrededor de 20 % del producto interno bruto (PIB).
Mediciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) revelan que en 16 países de América Latina las mujeres dedican entre 22,1 y 42,8 horas semanales al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado. Los hombres solo entre 6,7 y 19,8 horas.
Ana Güezmes, directora de la División de Asuntos de Género de la Cepal, dijo a IPS que “en la mayoría de los países las mujeres trabajan más tiempo total, pero con menor proporción en horas remuneradas”.
“Cuando se nombra a mujeres cuidadoras se está nombrando al grupo más afectado por las condiciones de división sexual del trabajo y de reproducción de la familia”: Teresa Valdés.
“Este trabajo, fundamental para el sostenimiento de la vida y el bienestar social, es asignado socialmente como una responsabilidad de las mujeres, de manera desproporcionada. Esta situación impacta la autonomía, las oportunidades económicas, la participación laboral y política de las mujeres y su acceso a actividades de ocio y descanso”, indicó Güezmes en la sede de la Cepal, en Santiago.
La situación está lejos de cambiar pues se replica en mujeres jóvenes que dedican hasta 20% de su tiempo al trabajo no remunerado.
Cuidando, las mujeres se quedan solas
Paloma Olivares, de 43 años, preside la Asociación Yo Cuido en Santiago de Chile, que reúne a 120 integrantes, solo dos de ellos hombres.
“A las mujeres cuidadoras se nos niega el derecho de participar en igualdad de condiciones en la sociedad pues se nos obliga a elegir entre ejercer nuestros derechos o realizar el trabajo de cuidados. Y no podemos elegir porque es un trabajo que realizamos a un ser querido, a un familiar”, contó a IPS.
“Quedamos en posición de desigualdad, de vulneración absoluta porque tienes que abocar tu vida a sostener la de otro en desmedro de la vida personal”, aseveró.
Olivares dejó de trabajar para cuidar a Pascale, su nieta, quien nació con parálisis cerebral e hidrocefalia.
Tres días después de nacer, una bacteria se alojo en su sistema nervioso central. Estuvo casi un año hospitalizada y quedó con una dependencia severa.
Entonces le dieron 7 % de posibilidades de sobrevivir. Hoy tiene 8 años, va al colegio y hace vida casi normal gracias a la labor de sus cuidadoras.
Ahora es cuidada por su madre Valentina, quien la tuvo a los 15 años. Paloma pudo retomar un trabajo remunerado, pero su hija abandonó los estudios para cuidar a Pascale.
“A las mujeres cuidadoras se nos niega el derecho de participar en igualdad de condiciones en la sociedad pues se nos obliga a elegir entre ejercer nuestros derechos o realizar el trabajo de cuidados”: Paloma Olivares.
“Cuando uno comienzas a ser cuidadora, las amistades se terminan, porque nadie puede seguir este ritmo. Incluso la familia se aleja. Por eso la mayoría de las familias cuidadoras son monoparentales, la mujer queda sola cuidando porque el hombre no soporta el ritmo y la carga emocional y económica”, resumió.
Olivares participa desde el martes 12 y hasta este jueves 14 en una audiencia pública, digital y presencial, sobre el derecho al cuidado y su interrelación con otros derechos, en una solicitud colectiva de varias organizaciones sociales y gobiernos de Chile y otros países latinoamericanos ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH), con sede en San José de Costa Rica,
En la solicitud de opinión de la CorteIDH «pretendemos que se pronuncie acerca del derecho al cuidado y cómo se han vulnerado los derechos especialmente de las mujeres porque no haya políticas públicas al respecto. Buscamos que la Corte se pronuncie sobre el derecho al cuidado y cómo los Estados deben abordarlo para que se garantice este derecho y se deje de vulnerar a las personas que cuidan», explicó.
Se espera que el pronunciamiento al respecto de la CorteIDH sea en abril y podría establecer parámetros mínimos respecto a las mujeres cuidadoras para Chile y los demás países latinoamericanos.
Situación crítica de mujeres cuidadoras
Millaray Sáez, de 59 años, relató a IPS telefónicamente desde la ciudad de Concepción, al sur de Chile, que su hijo Mario Ignacio, de 33 años, “ya no es la persona autónoma que era. Desde el 2012 a la fecha esta convertido en un bebé”.
Ella preside AML Bío Bío Corporación, una asociación de mujeres de la región de Bío Bío creada el 2017 para abordar el empoderamiento femenino y hoy dedicada al tema de las cuidadoras.
“Soy cuidadora desde hace 30 años de mi hijo con epilepsia refractaria. Quedó postrado el 2012 producto de una negligencia médica”, contó esta ingeniera en comercio internacional quien se volvió una experta en políticas públicas de cuidado con perspectiva de género.
Sáez resume que “la situación de las mujeres cuidadoras es muy mala, muy precaria. Hay una sola causa, que es el trabajo de cuidar, pero las consecuencias son multidimensionales….desde deterioro físico hasta falta de legislación que proteja de formas de violencia. Y desde el núcleo familiar hasta lo que la sociedad o el Estado agregan”.
Alerta también sobre las consecuencias económicas del cuidado de personas dependientes.
Cuenta casos con un gasto equivalente a 156 dólares mensuales tan solo en pañales para una persona que no controla esfínteres. Y recuerda que el Estado entrega una ayuda económica denominada estipendio que equivale a 33 dólares.
La dimensión del problema
Precisar cuántas son las mujeres cuidadoras en Chile es una tarea pendiente.
El gobierno izquierdista de Gabriel Boric, creó un sistema para que las personas cuidadoras puedan registrarse y reciban una credencial que da facilidades para acceder a servicios públicos.
“La credencial es la puerta de entrada para el Sistema Chile Cuida. Con ella buscamos hacerlas visibles en servicios e instituciones y retribuirles su labor ahorrándoles tiempos de espera en trámites cotidianos”, explicó a IPS la ministra de la Mujer y Equidad de Género, Antonia Orellana.
Hasta ahora, hay 85 817 personas inscritas, de las cuales 74 650 son mujeres, vale decir, 87 % del total, y 11 167 hombres, según los datos aportados a IPS este jueves 14 por la Subsecretaría de Servicios Sociales del Ministerio de Desarrollo Social y Familia.
Pero Chile tiene 19,5 millones de habitantes, y “17,6 % de la población adulta tiene algún grado de discapacidad y, por ende, requieren del cuidado y el apoyo diario de otras personas en los hogares”, indicó la ministra.
Eso significa 3,4 millones de chilenos dependientes de una persona cuidadora.
Según Orellana, para enfrentar el escenario de cuidados proyectado por el envejecimiento de la población se requerirá la colaboración de todos para “crear y sostener un sistema económico y productivo que genere trabajo decente y empleo formal, sin dejar a nadie atrás”.
Otras urgencias reclamadas por mujeres
La socióloga Teresa Valdés, coordinadora del Observatorio de Género y Equidad, destacó a IPS que son muchos los problemas sociales que enfrentan hoy las chilenas “sobre todo los que tienen que ver con acceso a salud, previsión, desigualdades en remuneraciones y de acceso a distintos bienes y servicios”.
Valdés lamentó que se hable de mujeres cuidadoras para referirse a este rol que las mujeres desarrollan y tareas que les son asignadas culturalmente en forma prioritaria.
“Todas somos cuidadoras, todas las mujeres desarrollamos doble jornada. La encuesta del uso del tiempo muestra que desarrollamos 41 horas adicionales semanales de trabajos llamados no remunerados que son de cuidados reproductivos”, aseveró.
Según Valdés, el principal avance en este problema es instalarlo en el debate porque se trata de políticas que requieren muchos recursos y desarrollo amplio pues tienen que ver con la estructura de trabajo.
“Parte de la propuesta debe ser cómo se ¡desgeneriza’, cómo los cuidados pasan a ser tareas de responsabilidad compartida y no solo que las mujeres tengamos más tiempo para hacer la tarea de cuidado”, aseveró.
“Cuando se nombra a mujeres cuidadoras se está nombrando al grupo más afectado por las condiciones de división sexual del trabajo y de reproducción de la familia”, añadió.
La especialista propone ir progresivamente identificando maneras de apoyar a las cuidadoras para facilitarles tiempo disponible y cuidar su salud mental.
Elogió los programas que impulsan algunos municipios para liberar tiempos para que esas mujeres puedan tener esparcimiento y autocuidado.
“Hay que ir hacia una concepción cultural de que todos somos dependientes. Hoy día dependo yo, mañana dependes tú. El cuidado es una tarea social en que yo cuido hoy para que tú me cuides mañana. Y eso es algo que tiene que iniciarse desde la más tierna infancia”, concluyó.