Vida en Familia
El síndrome del padre o la madre ausente y su impacto en los niños
La carencia afectiva provoca la constante búsqueda de aprobación, así como inseguridad e insatisfacción que pueden derivar en rebeldía contra todo. La clave para evitarlo es dedicar a los hijos tiempo de calidad y atención plena.
El síndrome de padre o madre ausente se refiere a progenitores que no están presentes durante la infancia de sus hijos, lo que tiene consecuencias en el desarrollo del menor. Esta situación puede deberse a diversas causas. “Largas jornadas de trabajo, traslado laboral, separación, divorcio complicado o fallecimiento. No obstante, la ausencia del padre o de la madre no siempre se da por estos motivos, muchas veces se trata de una ausencia emocional”, describe Iosune Mendia, psicóloga infantojuvenil en San Lorenzo de El Escorial (Comunidad de Madrid). Esta situación familiar influye en el niño de diferentes maneras. “La falta de cariño impacta directamente en su desarrollo afectivo, físico y mental y en todos los casos queda la sensación de abandono”, añade la experta.
Además de no estar presentes físicamente, los padres ausentes emocionalmente se caracterizan por otros comportamientos. “No ejecutan ninguna función en el ámbito familiar, delegan en su pareja la autoridad y la aplicación de límites, así como el cuidado y el sostén emocional. En ocasiones, se desvinculan de la crianza o manutención y no establecen lazos afectivos”, puntualiza esta especialista.
Los progenitores que no están presentes en la vida de sus hijos durante la infancia dejan una huella de carencia afectiva. “Se traduce en una sensación de malestar, soledad y vacío producido por esa necesidad de amor no cubierta, así como en la búsqueda de aprobación constante para llenar ese hueco”, explica Mendia. La falta de modelos paternos también influye en aspectos de la personalidad del menor de cara a relacionarse con el mundo que le rodea. “Se trata de niños que son más inseguros. Tienen baja autoestima y dificultades para gestionar sus emociones y afectividad. A lo largo de su vida suele aparecer la tristeza, la depresión, la falta de interés, un peor rendimiento académico, la desmotivación o el pasotismo”, destaca. Además, la psicóloga inicide en que se puede dar inseguridad, que se puede enmascarar y mostrar con un exceso de confianza, arrogancia, agresividad o rebeldía como manera de tapar los sentimientos dolorosos.
Cómo evitar ser padres ausentes
Los niños necesitan pasar tiempo con sus progenitores y que este sea de calidad. “Precisan contacto físico a través de gestos de cariño o compartiendo actividades manipulativas, como cocinar, porque los aprendizajes relacionados con la afectividad no se consiguen a distancia”, asegura por su parte Azucena Díez, especialista en pediatría y psiquiatría infantil y adolescente y directora de la Unidad de Psiquiatría de la Clínica Universidad de Navarra.
La también miembro de la junta directiva de la Sociedad de Psiquiatría Infantil de la Asociación Española de Pediatría explica que cuando las circunstancias impiden pasar tiempo con los hijos, conviene compensar esa menor cantidad de horas con la calidad: “En estos momentos, es aconsejable que haya atención plena y evitar pretender hacer varias cosas diferentes a la vez, ya que se puede generar frustración y culpa en los padres”. Esta pediatra y psiquiatra aporta varias pautas para casos en los que los padres tienen que ausentarse por cuestiones ajenas a su voluntad, como el trabajo o el cuidado de otras personas. Díez apunta cuatro consejos:
· Transmitir a los hijos que se trata de una situación temporal y no de algo permanente.
· Compensar la ausencia de uno de los progenitores con la presencia del otro y organizarse para hacer turnos, porque para los niños la ausencia de ambos padres les resulta más complicado.
· Transmitir un mensaje de cariño incondicional, explicándoles la situación con mensajes como: “Te quiero mucho y me encantaría poder estar contigo”.
· Dedicarles tiempo de atención plena cuando se está con ellos. No es necesario hacer grandes planes, porque no se trata de compensar las ausencias. Los niños buscan en muchas ocasiones que sus padres estén con ellos en casa tranquilamente.
¿De hijos con padres ausentes, futuros adultos que repiten el modelo?
Cuando los niños han tenido el patrón familiar de padres ausentes lo habitual es que cuando sean adultos y tengan hijos repitan las mismas conductas con las que se han educado. “Probablemente, serán personas que en su necesidad de encontrar afecto y una figura materna o paterna establecerán relaciones tóxicas. Tendrán miedo al abandono, por lo que tenderán a buscar relaciones de dependencia emocional basadas en la hostilidad y la desconfianza”, expone Mendia.
Estos futuros progenitores suelen tener varios comportamientos con su descendencia. Por ejemplo, según cita Mendia, corren el riesgo de presentar dificultades para establecer vínculos sanos y fuertes con sus hijos, convirtiéndose también en padres y madres ausentes o que pasan al otro extremo y son sobreprotectores.
De poco sirve un padre corresponsable
La crianza sigue siendo territorio de las madres y de las abuelas. Aunque en cuestión de corresponsabilidad cada vez se dan pasos más largos y firmes, las mujeres siguen siendo las que mayoritariamente soportan la carga de los cuidados. La antropóloga Julia Cañero Ruiz, miembro de la asociación PETRA Maternidades Feministas, asegura que vivimos en una sociedad patriarcal en la que los cuidados están infravalorados, invisibles, no se remuneran y no se consideran trabajo: “Por lo tanto, son la actividad asociada a la mujer, como todas aquellas actividades invisibles o definidas como menores”.
Cañero Ruiz afirma que no existe una predisposición genética para el cuidado, ni las mujeres están destinadas por “naturaleza” a la crianza: “Cuidar forma parte de nuestra cultura y de todas las culturas, pero en el capitalismo se educa en valores no compatibles y contrarios a los cuidados. Estos son la competencia, la individualidad, el egoísmo y la acumulación”. Esta educación hasta hace poco se ha transmitido mayoritariamente a los hombres, “pero ahora cada vez más a las mujeres. He ahí el sentimiento de culpa de algunas madres cuando sienten que no llegan a todo por las dobles y triples jornadas laborales”, añade.
Para la antropóloga el modelo del padre ausente proveedor sigue vivo, pero va desplazándose por uno nuevo modelo: padre ausente proveedor más madre ausente proveedora: “En muchas ocasiones es así porque no hay otra forma de subsistir”, matiza. El cuidado de los niños y niñas se externaliza durante la mayor parte del día y, el resto del tiempo, prosigue Cañero, se crían con pantallas: “El problema es que no se pone el foco donde debe ponerse: en el sistema. Al final, en vez de comenzar una rebelión, se genera culpa, sobre todo en las madres”.
Existen familias con padres corresponsables, pero la antropóloga asegura que se encuentran en la misma tesitura que las madres, ya que “no existen leyes que permitan criar dignamente y sin estrés porque el trabajo no es compatible con la infancia ni con sus horarios”. Así que, para Cañero Ruiz, no sirve de nada un padre corresponsable si el resto de la sociedad no lo es. Para la experta, la crianza no debería ser un asunto de dos personas, menos aún de una sola, sino de toda la sociedad: “Poner la vida en el centro pasa por tener tiempo y recursos para que padres y madres críen y cuiden sin que la salud mental se resquebraje”.
La balanza de la crianza se decanta indiscutiblemente por el peso de las madres. Según la psicóloga Ester López Trujillo las mujeres viven ahogadas y la típica frase “no me da la vida” se considera como un signo de éxito: “Se premia la hiperproductividad, pero lo cierto es que enferma”. También cuenta que por su consulta pasan cantidad de progenitoras con ansiedad, agotamiento y desesperanza: “La falta de paciencia, la sensación de vivir en automático, la incapacidad de conectar con las criaturas y, por tanto, de disfrutar de la relación son síntomas de cuerpos y mentes exhaustos”.
Para López Trujillo esto no solo se debe a un sistema que precariza a quien cuida, también responde a la falta de responsabilidad compartida con los padres: “Desde el acompañamiento que realizo en los embarazos observo que hay un interés muchísimo menor por parte de los padres. Mientras que ellas se informan, leen y se preparan, ellos lo hacen en mucha menor medida y cuando lo hacen es porque las madres se lo sirven en bandeja”.
Criar implica acompañar al niño en el proceso de crecimiento para aprender a vivir. Cada menor necesita la presencia de sus progenitores para alimentar la necesidad de crecer. Para Pablo Ruiz Boj, maestro y padre de tres hijos, “la familia es una silla que necesita que las patas estén equilibradas para que no se caiga: las patas de los hijos y las patas de cada progenitor sostienen un hogar. Cuando una de estas se consume, las otras se resienten”. Como padre corresponsable de los cuidados afirma que cada hogar encuentra sus equilibrios. Este es el suyo: “Sobre acuerdos con mi pareja se sostiene el sistema. Después de detectar nuestros déficits, cada uno llevó a cabo un proceso personal y pudimos acordar nuestros equilibrios entre necesidades de cada uno, necesidades de cada criatura y disponibilidad de cada adulto”. A partir de ahí, establecieron un plan que se va regulando y ajustando según pasa el tiempo.
Para que los padres hagan la mitad del trabajo, Ester López Trujillo recomienda “conversar mucho”. Sostiene que hay que dialogar para poner sobre la mesa sentimientos, vivencias y necesidades: “Se deben poner en común las tareas, divididas en subtareas y en grados de dificultad y tiempo empleado para poder repartir mejor”. Esto implica una negociación libre de rencor y en pro del bien común. La psicóloga, que también atiende a grupos de futuras madres, así como a grupos de cuidados, observa que sería interesante que surjan grupos de padres donde haya nuevos modelos de paternidad: “Donde verbalicen y den visibilidad a aquello que les atraviesa como padres”. Esto sería una herramienta útil, asegura, para ir agrietando la piedra de hielo que puede llegar a ser un padre ausente.
Consejos para padres separados:
evita que tus hijos sufran
Incluso si tratas de hacer feliz a tus hijos, un divorcio puede ser difícil de soportar para un niño, especialmente si los padres se están comportando mal. De hecho, algunos padres a veces se sienten agobiados por la situación y usan ciertas palabras o tienen ciertas actitudes que son perjudiciales para la felicidad de los niños. Además, hay muchos factores a tener en cuenta para que un niño supere el divorcio de sus padres: el contexto familiar, su edad al momento de la separación, su carácter, su sensibilidad… Es por eso que vamos a darte algunos consejos para padres separados. Si intentas seguirlos, tus hijos te lo agradecerán más tarde.
1. No uses a tu hijo para averiguar qué está haciendo tu ex-pareja o para transmitir un mensaje. No tienes que hacerle 10.000 preguntas para descubrir lo que hizo, dónde fue, con quién…. Sin embargo, tampoco debes ignorar lo que está haciendo con su otro padre. Déjalo compartir lo que está viviendo y alégrate por él.
2. No le preguntes a tu hijo a quién quiere más. Os quiere a los dos por igual y no quiere tomar una decisión. Necesita a sus dos padres. Evita criticar al otro padre delante de él porque le hace daño.
3. Manténte en contacto con tu hijo incluso cuando no esté contigo. No se trata de ser intrusivo, sino de mostrarle que incluso a distancia piensas en él y que te importa. Puedes llamarle durante dos minutos para que se ponga en contacto con él. Te sentirás bien y eso también lo hará feliz. También puedes ayudarle a elegir un regalo de cumpleaños o de Navidad para el otro padre.
4. Cada padre debería tener un calendario. Puedes registrar los turnos de custodia, las actividades planificadas, etc. Intentad reuniros para eventos importantes, como una reunión con los profesores o eventos deportivos. Esto alegrará mucho a tu hijo. El propósito de 2BePart es precisamente hacer la vida más fácil a los padres separados. Puedes usar un calendario común entre tú y tu ex dentro de la aplicación. También puedes ponerte en contacto con él/ella a través del chat o anotar las cosas que tu hijo necesita traer de vuelta.
5. Trata de pasar un poco de tiempo con el otro padre cuando lo lleves a casa. No lo dejes en la puerta como si fuera un paquete entregado por correo. Esta, puede ser una de las pocas veces que tu hijo os vea a los dos juntos y disfrutarlo. Dejadle tener esta alegría, sin pelearos.
6. Si es posible, no perturbes la vida diaria de tu hijo cambiando sus hábitos: habitación, escuela, deporte….. Si estaba haciendo ciertas salidas solo con su padre o su madre, entonces sigue haciendo lo mismo. No intentes reemplazar al otro.
7. No muestres a tu hijo que estás triste cuando se va. Demuéstrale que te alegras por él, que se va a divertir. De lo contrario, podría sentirse mal y sentirse culpable por dejarte solo cuando no es su culpa que hayas decidido separarte.